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En medio de reinas y reyes pensionados se gozan la vida.

En medio de reinas y reyes pensionados se gozan la vida.

Como todos los días, Luis, Guillermo y Jesús, amigos de hace muchos años y ya pensionados, se reúnen todos los días a cumplir su ritual cita, para jugar unas cuantas partidas de ajedrez.

Con el tablero debajo de sus brazos y un fuerte apretón de manos o un abrazo, estos tres hombres saludan a otros más que cogieron puesto en otras mesas para disputarse una partida de ajedrez o de barajas, luego se preguntan con qué color de fichas se va cada uno, sin embargo, Luis siempre está con las negras, porque dice que estas le dan muy buena suerte.

Antes de iniciar el juego, comienzan las conversaciones amenas, los chistes van y vienen, como un calentamiento previo, luego se inicia el juego, dónde quedan callados, analizando cada movimiento. Pero no estas conversaciones no faltan como temas los problemas sociales, económicos y políticos que tiene el país, el departamento o su capital. Allí nada se queda sin tratar o posiblemente sin solucionar.

El escenario es un pequeño parque, rodeado de árboles, pájaros y flores, un sitio ameno que fue adaptado por un grupo grande de jubilados y la comunidad de la octava etapa del Jordán, dónde decidieron construir unas mesas en cemento, allí por lo menos unos 30 de ellos, todas las mañanas y desde las 10 hasta las 7 de la noche, en medio de sus jugadas, se sientan a contarse sus vivencias, sus penas y sus alegrías.

               

En medio de los movimientos de los peones, alfiles, torres y reinas, y pensando en las jugadas que deben hacer para ganar el juego, estos hombres algunos de ellos pensionados del Ejército, La Policía y docentes, saben que allí se deben someter   a unas reglas.

Se trata de no discutir, no entrar en conflicto cuando se pierde el juego, no consumir bebidas alcohólicas y si alguno se pasa, será apartado del grupo y no se le permitirá el ingreso al sitio.

Algunos de ellos llegan en moto, otros a pie, y algunos los que desean ser espectadores, se convierten en árbitros y analizan las jugadas.

Dicen de manera unánime que la lluvia es su mayor enemigo, además no quieren entechar el sitio, dado que se perdería el encanto de la naturaleza que los acompaña desde hace muchos años.

Tarareando canciones de vieja data, la mayoría de ellos concentrados y algunos con cierta ansiedad por salir victoriosos, cuentan que este grupo grande a veces se reúne para celebrar algún evento y para las navidades, sin embargo, ellos prefieren hacerlo con sus familias.

No son machistas, dicen que aquí muchas veces llegan señoras a jugar y se les permite su participación, claro que la mayoría de ellas son las compañeras o esposas de estos hombres. Sin embargo, cuenta uno de ellos, son tratadas con respeto y se les admira por las estrategias que tienen para ganar las partidas.

En otra mesa tres hombres de pelo cano, de contextura gruesa y de piel morena, comienzan a revolver las barajas españolas, quemados por el fuerte sol que ha hecho y vestidos con bermudas y camisetas, le explican a uno de ellos de cómo será la mecánica del juego.

Uno de ellos, mira detalladamente la repartición de las cartas con el fin de que llegan a sus manos las mejores. Mesas más adelante otros concentrados, conversan entre juego y juego de la situación del país, del nuevo gobierno y de la prohibición de la dosis personal.

Son muy cuidadosos, cuando un extraño se detiene a observarlos y a mirar el juego se quedan atentos, sin embargo, continúan concentrados.

Dicen que la alcaldía les ha prometido ayudarles con la manutención y el alumbrado para este parque, pero aún no han recibido respuesta alguna.

            

Si ven que algún extraño anda merodeando el lugar lo sacan de allí. Cuentan que no quieren encerrar el parque porque es cosa del municipio, además buscan que el sitio sea seguro para la comunidad.

“Nosotros permitimos la participación de ciudadanos de bien, así no vivan en este sector”, comenta Luis, un pensionado del Ejército.

“Aquí hay duros para las cartas y para el ajedrez relata este hombre, hemos aprendido a convivir todos con todos, y aunque permanezcamos con nuestras familias, nos estimamos y nos respetamos”, declara.

“No nos molesta la presencia de otras personas que llegan hacer distintas actividades, igualmente los gritos de los niños que llegan a jugar, nos hacen retroceder en el tiempo cuando fuimos padres de familia”.

“Nos gusta cuando los jóvenes llegan y nos dicen que los dejemos participar, porque la juventud debe seguir buenos pasos, no que cojan malas mañas de droga y vicios”, añade Guillermo, un hombre alto y moreno.

A ellos se les da unas cuantas clases de ajedrez y de cartas, no les decimos nuestras estrategias, las cuales hemos aprendido con el tiempo, no es egoísmo, pero los jóvenes deben aprender a utilizar su mente y desarrollar sus habilidades.

Entre el jaque mate, el avance de los caballos en L, el ataque de los peones y las movidas diagonales de los alfiles, Luis Guillermo y Jesús, sienten el correr del tiempo, ese tiempo que avanza de manera veloz e implacable, pero al que ya no le ponen problema, porque saben que algún día ya no estarán aquí, como usted o como yo. Sin embargo, las jugadas y las estrategias siguen en medio de risas, chanzas y uno que otro indirectazo. La vida no se detiene y mientras haya tiempo hay que gozarla.

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