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En el Palacio de Justicia de Ibagué asustan II

En el Palacio de Justicia de Ibagué asustan II

Eran las seis de la tarde de un día hábil de trabajo en el Palacio de Justicia, cuando Gonzalo se disponía a salir a cumplir una cita con su esposa, sin embargo, algo lo detuvo en su oficina del primer piso.

Él se acordó que debía dejar cortado unos pedazos de cartulina y dejarlos listos para el otro día, ya que un servidor de otra dependencia del Palacio de Justicia iba a pasar temprano a recogerlos. La responsabilidad pudo más que el compromiso, por lo que decidió quedarse y llamar a su esposa para cancelar el encuentro.

En ese momento se levantó de la silla y trajo a su escritorio unas tijeras para comenzar la labor. Iniciando un trazado sobre la cartulina, procedió hacer el corte con el elemento y así lo fue repitiendo durante varias veces.

Posteriormente hizo un alto dejando las tijeras encima de su escritorio, pero segundos después cuando reinició su labor, volteó a mirar y las tijeras habían desaparecido.

De inmediato, el funcionario comenzó a buscarlas por los rincones de su despacho, pero estas no aparecieron, pasaría 15 minutos en esa labor, pero este se desapareció como por arte de magia.

Al otro día, Francisco llegó impresionado, pero su asombro fue mayor cuando vio que las mismas tijeras que había buscado con tanta insistencia, estaban encima de su escritorio como si nada hubiese pasado. 

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Las llaves que se movieron del escritorio

Era un lunes a las 11 de la mañana cuando un funcionario a quien llamaremos Darío, se encontraba laborando en una oficina del cuarto piso, en ese momento bajó a dejar una correspondencia en otra de las dependencias de esa estructura.

Cuando se disponía a subir las escaleras de regreso con otros documentos, se tocó el bolsillo trasero del pantalón y notó que no llevaba las llaves de su oficina, sin embargo, la puerta estaba abierta, pero al acercarse al escritorio, vio como sus llaves que estaban allí comenzaron a moverse de un lado a otro, al notar este hecho llamó a un compañero y con gran asombro vieron lo que estaba ocurriendo, sin embargo sus nervios pudieron más por lo que de inmediato y salieron corriendo.

El golpe fuerte a la baranda del juzgado 

Como todas las mañanas Margarita una servidora judicial que labora en calidad de escribiente de un juzgado civil en el piso sexto del Palacio de Justicia, llegó cansada de hacer un recorrido por otras dependencias. Era el mediodía, hora del almuerzo, sus compañeros habían abandonado el despacho.

Sin embargo, ella quedó sola trabajando hasta las 12 y 30 del día, con el fin de organizar una documentación que se requería con urgencia.

“Me encontraba de espaldas a la ventanilla y muy concentrada terminando mi trabajo, cuando escuché un golpe fuerte en la baranda de madera, me asomé a lo lejos pero no vi a nadie, era raro debido a que la atención al público es hasta las 12 del día”, dijo.

 Continué con mi labor, dijo la funcionaria. "Luego, volví a escuchar el golpe fuerte, miré, pero no había nadie, sin embargo, abrí la puerta de manera rápida y divisé una sombra que se iba desvaneciendo poco a poco en el pasillo". Ante esto y con una frialdad Margarita dice que: “le recé una oración para su descanso eterno y con voz entrecortada le dije que dejara de molestar”.

“Sentí que mi cuerpo se enfrió y mis piernas me temblaban, por eso ahora he optado por no quedarme sola en la oficina”, terminó diciendo Margarita.

La sombra blanca que se asomó por la ventana

Oficina de la relatoría, primer piso del Palacio de Justicia, eran las 4 de la tarde de un miércoles, Francisco se encontraba concentrado en su computador, elaborando un documento que debía ser entregado en el menor tiempo posible.

Era un trabajo que requería de toda su atención por lo que, de un momento a otro, sintió que alguien desde afuera en un estrecho corredor que hay en el parqueadero del Palacio de Justicia, lo estaba miraba fijamente a través de un ventanal.

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Al notar esto, el volteó sus ojos a una columna y halló una sombra blanca, que de inmediato se perdió. Francisco dice que confirma el relato del vigilante del estacionamiento dónde también divisó la misma situación paranormal y en la que se asocia con el suicida que cayó desde un piso alto hace unos años en dicho corredor.

Presencia en varios sitios del Palacio de Justicia

Diez de la noche en la antigua oficina de reparto, Roberto se encontraba laborando en otra dependencia contigua, sentía a su lado y en varias ocasiones que alguien abría y cerraba cajones de madera con mucha insistencia, igualmente revolcaba papeles y expedientes.

De inmediato se levantó y fue a preguntarle al vigilante de turno si había alguien trabajando a esa hora, el hombre le respondió con tranquilidad que cada noche se escuchaban esos ruidos y que cuando iban al sitio estaba todo en orden. A partir de ese instante Roberto no pudo seguir concentrado en su labor, por lo que salió del Palacio de Justicia.

De la misma manera en los Baños de los pisos quinto y sexto 11 y 30 de la noche, cuando José un vigilante de turno procedió a apagar todas las luces del Palacio de Justicia, al llegar al sitio, relata con temor escuchó murmullos y quejidos de personas en su interior. Al abrir la puerta no encontré a nadie, de inmediato bajé las escaleras corriendo, me sentí desvanecido y me senté en mi puesto de trabajo, comentándole al Policía que estaba de turno.

En el pasillo que colinda con el Cafetín del Palacio de Justicia muchos afirman que en un tiempo se sentían presencias extrañas, debido a que debajo del mismo y en el siglo pasado en los sótanos, se guardaban elementos materiales probatorios de crímenes atroces cometidos como armas de fuego, machetes y restos humanos, los cuales fueron sacados de allí.

Además, dónde ahora funciona la oficina de correos 472, antiguamente era Medicina Legal y Ciencias Forenses, se escucha a diario movimientos y ruidos fuertes. Igual sucede en los sótanos que colindan hacia la calle novena, dónde eran las carceletas cuyas puertas son dehierro, los cuales se convirtieron en el archivo del Palacio de Justicia de Ibagué.

Estos como muchos otros lugares de los que se cuentan diversas historias reales, existe presencia paranormal.  

El ruido de máquinas de escribir, voces, pasos, luces que se prenden y apagan en cada uno de los rincones de la estructura tanto la antigua como la moderna, se perciben a diario.

Sea de día o de noche, las personas que trabajan allí y las que van a realizar alguna diligencia de orden judicial han escuchado estos efectos que por diversas razones no han querido salir y que se aferran a quedarse allí, aunque siga pasando el tiempo.

Estas son las historias de fantasmas o de espíritus en pena o en gracia, que se resisten a dejar este mundo en forma definitiva porque consideran que aún tienen que cumplir otra misión distinta a la que realizaron en vida, bien asustando a la gente que cree en ellos, o sirviendo de material para escribir noticias y crónicas, o también obras universales de la literatura como las de Edgar Allan Poe.  

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