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El problema de esconder los juguetes sexuales

El problema de esconder los juguetes sexuales

Es abundante la literatura que se ha escrito en medio de la pandemia sobre porno y juguetes sexuales. El estadillo de esta industria, aunque varíen sus porcentajes según las culturas y las regiones geográficas de las que se hable, de todas maneras el incremente en ventas en similar.  

Las alzas que se registran en ventas son halagadoras para cualquier comerciante de este tipo de objetos:   50, 100, 300 por ciento, la tendencia es general, pero también ha traído sus problemas a los consumidores de este tipo de mercancías: ¿dónde guardar los juguetes sexuales? 
Elegir un lugar determinado para guardar el consolador, el vibrador, bolas chinas, bombas succionadoras,  retardantes, potenciadores, lubricantes, lencería erótica, sado y fetiches, entre otros, se ha vuelto un problema, especialmente en sociedades o familias patacas como las nuestras. 

Según los estudios de este mercado, las y los usuarios de este mercado tienen que ingeniárselas y buscar sitios y lugares como si se tratara de guardar un valioso tesoro. El pudor entra en juego y no se pueden dejar al alcance de la vista de ningún fisgón. 

Según encuestas realizadas sobre preferencias para ocultar los juguetes sexuales son: la mesa de noche, en primer lugar y bien camuflados; en un rincón en el closet o armario; en el baño escondidos en las toallas; otros y otras bajo las almohadas. 

También existen quienes los guardan en ollas o sartenes o en algún lugar de la cocina; no falta tampoco quien los guarde debajo del colchón; el elegante tocador; la biblioteca o en finos estuches que aparenten perfumes. Igualmente, los camuflan en el cuarto de San Alejo o en el lugar donde se guarden los arreglos de Navidad, y de la creatividad para esconder los juguetes sexuales no se escapan las botas largas de ellas y ellos. 

No es aconsejable, dicen los especialistas, enterrarlos en el jardín, ni dejarlos en las neveras, por razones obvias de que sufran daños y desperfectos. 

Cuidados

Independientemente del lugar que escoja para guardar su mascota sexual, si la utiliza, lo importante es tener en cuenta las normas de aseo e higiene.
Uno de los portales especializados en estos temas recomienda: “No dejarlos al aire libre, para que no acumulen polvo. Desinfectarlos antes y después de cada uso (aunque agua y jabón neutro está de diez, existen limpiadores veganos a base de ingredientes orgánicos, muy recomendados). Si son de silicona o acero inoxidable -¡sin motor!- incluso se los puede hervir durante unos minutos. No usar productos abrasivos. Sacarles las pilas antes de guardarlos (idealmente, en bolsitas de tela individuales). Y si traen batería, cargarlos completamente de vez en cuando, aun cuando no se utilicen”.

Los juguetes de control remoto 

La industria del sexo en estos tiempos ha ampliado su catálogo de ofertas con aparatos mejor diseñados, más duraderos, más compatibles con el ambiente, más fáciles de guardar o esconder. Su avance en el goce y place no se detiene y ya se habla de la creación de disparar ondas expansivas y permitir que, en un santiamén, se alcance a succionar de clítoris desde larga distancia. 

A esto le sigue los vibradores de doble estimulación, los estimuladores de tubo, los plugs anales y anillos peneanos seguidos de los teledildonics. Es decir, los juguetes sexuales que pueden ser controlados en forma remota; una sexnología tecnificada que ha generado dudas y advertencias sobre posibles ciberataques que se puedan presentar, aunque esto parezca un chiste. 

Estas, entre otras, son las paradojas de una pandemia que se mete en toda las relaciones sociales, incluyendo las sexuales, donde la muerte que trae la peste la une al el erotismo, donde los industriales y comerciantes se llevan enormes ganancias.

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