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El cacique que puso en jaque al imperio hispánico
Calarcá, en defensa de la soberanía de su territorio, organizó una tenaz resistencia contra los españoles. Su hazaña, por la que finalmente perdió la vida, lo llevó a poner en jaque al imperio hispánico y a que desplazaran lo mejor de sus hombres para exterminarlos. Él y los Pijaos son un claro ejemplo de lucha que se convierte en paradigma de rebeldía. El cacique Calarcá y su heróico pueblo combatió fundamentalmente en defensa de su libertad.
Podría decirse que contados con los dedos de la mano son los pueblos indígenas que se rebelaron contra el invasor y uno de ellos, quizá el más obstinado, fue el de los pijaos. Por naturaleza, como señala Leovigildo Bernal, eran belicosos y se enfrentaron a sus crueles masacradores que iban a sus combates forrados en armaduras de hierro o acero y con gruesas colchas de algodón en las cuales se enredaban las flechas de los indios. Pero no sólo eso. Estaban igualmente armados de espadas de acero y lanzas con puntas también de hierro y con arcabuces y otras armas de pólvora, al tiempo que marchaban a caballo y ayudados por feroces y amaestrados perros. La superioridad bélica de los españoles, analiza Bernal, era pues evidente e incontrastable desde el punto de vista de sus armas y su organización militar.
Fue a todo esto dentro del proceso de la conquista a que se enfrentaron nuestros aborígenes con demostrado valor, mientras sus congéneres, la mayor parte de los otros pueblos indígenas, se entregaban con facilidad.
Tras cruzar el río Magdalena y subir parte de la cordillera a mediados de 1550, llegaron los españoles a un valle que denominaron El Valle de las Lanzas, por la forma en que los guerreros indígenas iban armados. Cuenta Bernal que los primitivos moradores pretendieron impedirles el paso derribando todos los árboles sobre el camino, pero los españoles, que iban provistos de hachas y machetes, pronto abrieron nueva ruta por donde pasaron soldados, caballos y carruajes.
La consigna de unos y otros era sacarlos del territorio y en ese proceso, entre abusos y atropellos, se cometieron masacres y convirtieron al pueblo pijao en el de los primeros desplazados de la época. Sin embargo hubo resistencia al asaltar los indígenas dos veces a Ibagué, prenderle fuego a sus viviendas y lograr una victoria. En forma desafortunada, los indios sublevados fueron perseguidos sin misericordia, llegándose al extremo de que varios miles de indígenas fueron quemados vivos en sus bohíos, incluyendo mujeres, hijos y padres ancianos.
Al final, los sobrevivientes que no quedaron como esclavos, huyeron al sur del Tolima. Las mujeres entonces tomaron brebajes para no reproducirse, porque preferían ser una raza extinguida pero no vencida.
La hazaña de los Pijaos es una muestra inolvidable de valor que la historia registra como un hecho notable, aunque triste, dentro de la cual Calarcá pisó el terreno de la leyenda por encabezar batallas que le impidieran a su pueblo la esclavitud.
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