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Camargo, un mal necesario
Por: Humberto Leyton
Con la serenidad de escribir en frio, viene a mi frágil memoria recuerdos que ni el tiempo han podido borrar. Uno de ellos, mi relación como hincha del Deportes Tolima, en esa época "Tolimita", porque era uno de los equipos más modestos y que no salía del último lugar de la tabla de posiciones del fútbol profesional.
Comienzo ingresando por la puerta de maratón sur a la tribuna de gorriones, luego pase a recogebolas, y más tarde terminé trabajando en Coldeportes-Tolima, y enrolado con la amistad de Severiano Ramos, uno de los entrenadores, Germán Castellanos, que llegó como volante pero jugó hasta de arquero, y del kinesiólogo Marcos Martínez; también me aprecie de la amistad de Luis Esteba Guarnizo, quien era mí jefe inmediato en Coldeportes y de "El Pote" Castillo, presidente de la Liga de Fútbol, ambos en la lista de fundadores del Vino Tinto y Oro. Más tarde conocí a Carlos Rodríguez "Tobita" , encargado de la boletería del club, de la puerta de entrada de periodistas y narradores deportivos, que además perifoneaba los partidos del equipo en Ibagué.
A través de ellos, me enteré de la pobreza y las dificultades del "Tolimita", de las rifas de carros y otros artículos que hacían sus directivos encabezados por Jorge Guzmán Molina, y hasta de la venta de empanadas para sostener al equipo. Era obvio que en estas condiciones, no saliera del sótano, y estuviera condenado a vivir de media tabla para abajo.
El onceno Pijao, era más un equipo desordenado de pueblo grande con una pequeña oficina en el edificio del café Grano de Oro, que un verdadero club de fútbol profesional.
Aparece el salvador
Para bien o mal, en la década de los 80 apareció Gabriel Camargo, asumió la presidencia del Deportes Tolima, y con él llegó la escuela paraguaya del fútbol, entre ellos Elmo, Ozuna y los argentinos Quintabani y Víctor Hugo del Río, entre otros. Allí empezó una nueva historia para la divisa Vino Tinto y Oro.
Ya el Deportes Tolima comenzó a figurar en los primeros lugares y a disputar torneos. Ya el subcampeonato del 57 en Medellín, pasó engrosar la lista de títulos a los que ha aspirado nacional y internacionalmente, con participaciones en la Copa Libertadores y Suramericana. El Tolima hoy es un equipo de jerarquía dentro del balompié colombiano, eso no tiene discusión y se le debe a Gabriel Camargo, no hay que olvidarlo.
Pero Camargo desde que llegó siempre ha tenido sus ínfulas de emperador. Recuerdo que en los inicios de su trono, quienes nos atrevimos a levantar la voz o hacer algún comentario henchidos de tolimensismo por rescatar al equipo de manos foráneas, fuimos declarados personas no gratas para el Deportes Tolima. Dos comentaristas deportivos de la época, lambones como los hay en la actualidad, auparon a Camargo, para que a través de unas hojas volantes que repartió un vendedor de dulces y revistas, declararán como indeseables a Jorge Eliécer Barbosa, Edgar Antonio Valderrama, Óscar Gutiérrez, Librado Restrepo Jr. entre los que recuerdo, y a quien escribe esta nota, solo por el hecho de haber tenido la valentía de criticar que consideramos incorrecto como el cobro por el uso de las cabinas de transmisión, por ser el estadio un escenario de propiedad del municipio que no debía explotar un particular para beneficio propio.
Nuevamente el Tolima en bancarrota
Después de afrontar una crisis por la forma de ser y el estilo del máximo accionista y dueño del Deportes Tolima, por allá en los años 91-94 del siglo pasado, el equipo pierde la categoría por los malos resultados, sin la presencia de Gabriel Camargo, se va a la segunda división, solo regresa a la A, cuando el mecenas o negociante del equipo regresa.
En este interregno, de mala racha del conjunto Pijao, se pudo constatar que ningún arrocero, comerciante, industrial o llamado cacao del departamento, que supuestamente se iban a meter la mano al bolsillo para salvar al equipo lo hizo. Todo fue promesas y cuentos. No apareció ningún salvador nativo. Nadie arriesgo nada.
Tuvo que regresar Camargo nuevamente para sacar al Deportes Tolima del descenso y ponerlos a disputar campeonatos.
Todos sabemos que el fútbol volvió un negocio, y más que eso, una mafia, donde nadie invierte para perder y mucho menos arriesga para no ganar. Ya desperté del sueño romántico del amor por la divisa, no me hago matar por una camiseta, ni me importa si el Deportes Tolima queda de primero o de último, con eso no voy a comer, a vestir ni a vivir. Eso lo tengo claro.
Pero mis largos años me han enseñado a digerir la historia y hacer justo con el tiempo y las personas. Para medir a Gabriel Camargo, hay que tomarlo en su conjunto no por partes ni por centímetros. El desplante de anoche con un periodista deportivo no fue el primero ni será el último, sus desmanes contra la libertad de prensa son conocidos. No es la primera vez que lo hace. Yo fui víctima de su accionar con los compañeros y la historia que cite, cuando el avicultor era un rey y todo se le tenía que obedecer.
Que no vengan los fariseos de nuevo cuño a rasgarse las vestiduras con proclamas zalameras, cuando no se ha tenido la coherencia para enfrentar los hechos desde su comienzo.
De Camargo se podrá decir todo lo que se quiera, y pueden tener razón, pero lo que no se puede negar es que en medio de lo sucio que es el fútbol actual, las glorias que ha tenido el Deportes Tolima se le deben a él.
Camargo es un mal necesario para el Deportes Tolima.
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