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Aquel negocio Webcam: “No te preocupes, en este país estamos bloqueados”
Por: Simón González.
Mientras las personas cruzan las calles en el vaivén de su cotidianidad en Ibagué, yo espero recostado a un poste, con el miedo que posee el sentenciado minutos antes de pasar al paredón; tanto así que no dudo en encender un cigarrillo para diezmar ese desespero que seguramente me delata entre tantas personas que pasan por este lugar; quizás no es para tanto, pero ante lo desconocido es casi un requisito ponerse a la defensiva. No han pasado 2 minutos cuando de la puerta que espero razón, se abre para salir alguien que no dice mucho en cuanto a su apariencia, es tal vez un hombre de 25 a 30 años que me señala para que ingrese. Apresurado arrojo medio cigarro al suelo y corro como con disciplina militar al paso que me acaban de dar; estoy en busca de algo nuevo, estoy adentrándome en un “SexCam”.
Mientras iba en el transporte público escuchando toda una lista de reproducción que parecía salida de un cantina, de esas que se escuchan en el FM colombiano hoy en día, me preparaba mentalmente para las posibles preguntas y toda la gama de cosas que pudieran pedirme para trabajar, y no miento al decir que dentro de las posibilidades, se dibujaba un juguete anal, que me hacía poner más tenso, al sumarlo con el hecho de pensar en masturbarme delante de una cámara. A pesar de todo, una jugosa cifra casi hacía frente a los tabúes que han tomado lugar en mi vida.
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Trueno mis dedos, sacándome “yucas”, mientras a mi cabeza vienen imágenes de lo que espero encontrar, entre esas, un examen físico para mostrar la herramienta de trabajo en esta primera entrevista, o también que al entrar encontraría gente yendo y viniendo desnuda, como si estuviera en una “peli porno” o en una playa nudista de esas que salen en las películas gringas de jóvenes que viajan a Europa a desquiciarse en licores de toda clase y música electrónica. Así fue como crucé media ciudad, media hora de camino y medio cigarrillo, para entender de qué va la cosa.
Fotografías: Alejandro Hernández
Starway to heaven
El hombre que me llamó con insistencia a la puerta seguramente fue el mismo que me contestó por chat haciéndome una pequeña encuesta amistosa que escudriñaba en mi edad, mis gustos y en mi posible pareja, que según su espontaneidad era plausible invitarla a hacer parte de esta “gran” oportunidad de superación, porque al fin y al cabo “hay que saber hacer negocios”. Antes de proseguir, pidió mi cédula de ciudadanía, no porque mi cara presentara atisbos de adolescencia, sino porque son cuidadosos y herméticos al paso de menores de edad que pudieran poner en riesgo la seguridad legal de la empresa.
Subo por una escalera blanca, casi impoluta que me lleva a una recepción acogedora, casi como de odontología, con “pufs” y sofás rellenos de algodón para más comodidad, donde hay dos jóvenes hombres sentados muy juntitos, que se agarran de las manos, y que en fracción de segundo cuando cruzamos las miradas, en el aire se pudo sentir ese mismo nerviosismo que creí había dejado en el bus. A pesar de todo pensé, “estos manes vienen acompañados por lo menos”.
En no menos de treinta segundos de incomodidad espectacular, y eso que creía que encontrarse una expareja era tedioso, el hombre de la entrada me hizo pasar a una pequeña “oficina” a parte de los otros dos prospectos de empleado del mes.
Al entrar en una pequeña habitación, me doy cuenta que es la oficina de algún modelo, pues solo hay una cama pequeña semi-curva, con cojines de colores brillantes e incitadores, al fondo en la pared un corazón fucsia hecho en acrílico, al frente un televisor que cumple la función de monitor para un computador, que más de un “gamer” desearía, un mouse y un teclado inalámbrico a la derecha y una cámara en forma de pelota que parece mirarme, acompañan mi espera, en este lugar que apenas deja sentir un olor a ambientador de lavanda y cloro.
La dama de sexcam
De pronto por la puerta entró una mujer, ni tan joven ni tan adulta, con cierto halo de sofisticación, de piel un tanto trigueña, blusa blanca escotada, un pantalón acampanada beige y unos aretes que parecían imitar el oro, se presentó como dueña y co-fundadora de un negocio que ya pasaba de la década de creación. Entre tanto empezó a decirme.
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—Nuestra empresa está bien constituida legalmente, y no te preocupes, en este país estamos bloqueados, además te cuento que si traes tu pareja es más posible que consigan mejores ingresos al mes, porque las parejas son más solicitadas. Se trabaja de cuatro a ocho horas, pero eso ya depende de ti y se llega conseguir entre 2 y 3 millones al mes, todo dependiendo de los “tokens” (Moneda virtual), mejor dicho acá te vamos capacitando— me contaba con serenidad la anfitriona de la empresa.
Fotografías: Alejandro Hernández
La dama me enumeró unas páginas en las que era posible trabajar sin el temor que alguien conocido llegara a verlos, también me contó del porcentaje que debía pagar por el alquiler de los equipos, servicios públicos y uso de otras cosas que eran gastos del negocio.
—Aquí es muy fácil ganar dinero y avanzar, solo que deben saber que hacer, por lo menos puedes traer a tu pareja, y así pueden conseguir más “tokens”, haciendo por lo menos el ATM, o sea del inglés “Ass to Mouth” que traduce del ano a la boca donde llevas el pene, de la cola de tu novia a su boca de una sola, por otro lado pueden hacer el “Creampie” que mejor dicho es que en frente de la cámara haya eyaculación interna y se vea pues, o si tu chica puede, hace el “squirt” (eyaculación femenina) que eso llama mucho la atención también, mejor dicho eso a medida que empieces a trabajar vas conociendo más cositas, como el BDSM (Bondage, Dominación, Sumisión y Masoquismo), el “fingering” y demás así—.
Una vez acabada la inducción, salimos a un pasillo donde se podían ver más habitaciones como la anterior, unas abiertas y otras cerradas. Al empezar el recorrido, ella abrió una puerta para mostrarme otra, pero con lo que no contó, fue que dentro había un joven semidesnudo laborando, a pesar de todo solo se escuchó un “disculpa” parsimonioso, seguido cerró la puerta y siguió mostrándome. En total vimos 6 puertas más, una cocina con sección de cafetería, al mejor estilo de televentas, una lavadora y unos “lockers” donde se detuvo a decirme.
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—En toda esta zona puedes descansar, tomar un café, lavar las sábanas y demás que hayas ensuciado, además tienes la disposición de un locker para que guardes tus juguetes y tus cositas—.
Finalmente regresé a la recepción para culminar la charla que quedaba a mi disposición, si me presentaba el próximo lunes para empezar a trabajar. Con la sobriedad que se puede responder a una entrevista de trabajo común, agradecí y me despedí, mientras bajaba por las escaleras que me aterrizaban a la tierra. Encendí el cigarro con el que había quedado en deuda y me uní al caminar de quienes ignoran aquel negocio sexcam.
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