Álvaro Giraldo Vanegas  es un hombre dicharachero, conversador y le gusta servir a la gente, pues considera que sus conocimientos en botánica y el ser sobandero los debe poner al servicio de los más necesitados.

Este libanense con más de 70 años de edad, se ha dedicado a recorrer medio país, cuando la fotografía era un trabajo bien pago; llegó a los parques de las ciudades capitales de la costa atlántica y del interior donde se hacía sus buenos pesos.

Por eso un día decidió poner en práctica sus conocimientos y atender toda clase de tronchaduras a niños descuajados, en sobar la matriz, cuadrar la vejiga que se han caído por diferentes circunstancias todo esto sin cobrar un solo centavo, pues siempre piensa en los pobres especialmente en las mujeres.

Cuenta que “aprendí estos oficios por correspondencia y por un “viejito” que llegó a mi casa hace 40 años, recuerdo que el mismo hombre sobó a mi madre que tenía la matriz caída y la alivió, pese a que ella años después falleció de cáncer”.

“Lo que yo le exijo a las mujeres que llegan a consultarme por estos casos es que deben traer los exámenes para saber que hay que hacer. Sin embargo, yo con mirar a las personas detecto los males, aunque cuando se trata de tumores les digo que vayan a donde un especialista, no puedo abusar de la salud de las personas”, señala este hombre de pelo canoso y con un leve acento paisa.

“Igualmente han venido a consultarme señoras embarazadas quienes me dicen que tienen sus bebés atravesados, sin embargo, no me arriesgo a colocarlos en una buena posición, pues es algo muy delicado y hay que saber sobarlos”.

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Este hombre se siente orgulloso de haber pertenecido a una organización de fotógrafos llamado Asofol de la ciudad de Bogotá, pero ahora recuerda con nostalgia que un día dejó su maleta a un lado de una banca en la plaza Murillo Toro y se la robaron, pues allí tenía la documentación que lo acreditaba como fotógrafo.

“Atiendo a los niños descuajados, yo mismo los miro en los ojos y la cara y sé cuándo están mal. Aquí viene mucha gente a consultarme, ni siquiera tienen para pagar una consulta y yo por eso les ayudo”.

Pero aquí no paran las actividades que ejercer Giraldo, pues también se dedica a vender el maíz para las palomas de esta plaza importante, como lo es la Murillo del centro de la Musical de Colombia.

Y aunque ha escuchado que las palomas que llegan allí en gran cantidad transmiten enfermedades, expresa que estos son cuentos inventados por quienes no quieren a los animales, además de manera jocosa expresa que el excremento de estas aves se revuelve con vinagre sirve para curar heridas, igualmente sirve para quitar la adicción a las drogas, pues señala Álvaro, que esta hay que molerla molida y tostarla y se la echan en la comida a los drogadictos.

“Además, otras personas llegan hasta aquí y se llevan las palomas más pequeñas para remedios para el cerebro pues se las colocan y se curan”. Igualmente dice que el Curí es otro animal que se coge en un trapo blanco y se lo envuelven en la cabeza para los dolores, con un poco de vino blanco.

“Yo voy anotando lo que voy aprendiendo” dice este andariego y aunque nunca se casó, comparte con sus hermanos y hermanas que residen en el Líbano y Bogotá.

“Por ahora los señores de espacio público, la Policía y el Ejército no me molestan dice Álvaro, pues los coroneles del Ejército y la Policía me mandan los soldados y Policías cuando están tronchados para que yo los soben”.

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Álvaro Giraldo Vanegas  continúa laborando pues tiene unos carritos pequeños a dónde llegan muchos pequeños a distraerse a falta del tan anhelado Parque Deportivo, acuden allí a que este hombre les dé dos vueltas, las cuales cobra a dos mil pesos.

Rebuscándose la vida este personaje hablador, extrovertido y humano, se aleja de nosotros pues llega un grupo de personas a comprar el maíz para las palomas del Murillo Toro.