Opinión
Si nos quitan el agua, nos jodemos
[LetraCapital Letra="S"]i nos quitan el agua, nos quitan la aguapanela, porque el cultivo de la caña en Villahermosa, la papa de Murillo, el arroz de origen de la meseta de Ibagué, y hasta la posibilidad de seguir ganando premios a la mejor tasa con el exquisito café producido en Planadas, están amenazados. Así lo sentenció un productor en una pancarta en la pasada Marcha Carnaval en Ibagué: Sin agua no hay tinto, y otro fulano fiestero le confirmó, tampoco habrá guaro.
El informe de la Plataforma Interamericana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo sobre el derecho humano al agua lo define como el derecho que tenemos todos “a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico”.
Las industrias extractivas, llámense pequeñas hidroeléctricas, explotación de hidrocarburos o de minerales como el oro o el cobre, y los monocultivos agrícolas, la ganadería extensiva; entre otros, son una desastrosa amenaza para el cabal cumplimiento de los Derechos Económicos Sociales y Culturales según se deriva de la Observación General No. 15 relativa al “derecho humano al agua” emitida por el Comité DESC de las Naciones Unidas en el 2002.
El investigador británico Philip Ball en un libro titulado “ Una biografía del agua”, afirma que el agua químicamente hablando no es un elemento sino un compuesto natural del planeta, que el 70% de la superficie de la tierra es agua y que el cuerpo humano está compuesto en general por un 60% de agua; que hay más de mil doscientos millones de personas en el mundo sin acceso al agua potable y que dos mil cuatrocientos millones carecen de instalaciones sanitarias adecuadas, razón por la cual estamos en un mundo moribundo.
El agua es prácticamente la savia de la madre tierra, está presente en los componentes de nuestro cuerpo como la sangre, la leche materna, o en las secreciones como nuestro sudor, en las lágrimas o en la saliva. Es sustento para la preparación y proceso de los alimentos, elimina los desechos de nuestro organismo y también lleva los nutrientes hasta donde son necesarios.
Al escuchar expertos en geología como el profesor Julio Fierro, sobre los impactos y los pasivos ambientales de las industrias extractivas en la región, nos enteramos que las montañas no son tan sólidas , que están llenas de agua, que los proyectos de minería en cualquier parte del mundo requieren cantidades excesivas de agua, desde la fase de prospección, operación hasta el cierre de las minas; en procesos como la supresión del polvo, el enfriamiento de taladros y perforadoras, la construcción de infraestructuras hasta la disposición de residuos sólidos, se requieren grandes cantidades de agua.
Además nos cuenta, que al perforar estas montañas para extraer el oro, se pueden encontrar minerales de roca como la pirita que al entrar en contacto con el aire produce sustancias venenosas, que sumado al proceso de la cianuración envenenan el agua tanto superficial como subterránea y que no es probable que un proyecto de minería de oro recicle el preciado líquido y menos que el agua envenenada se pueda devolver purificada luego de un proceso químico y que tengan la capacidad estas empresas de controlar la contaminación de las aguas que se filtran en el suelo y van a parar al acuífero de la meseta de Ibagué.
El uso del agua para estos lucrativos fines privados es muy grave, no solamente nos van a quitar el agua limpia y pura que está en los páramos y es un bien común de la humanidad, sino que además la van a contaminar y de ñapa, a perpetuidad, nos dejan un enorme desastre ambiental, con daños irreversibles en estos ecosistemas únicos en el mundo. Son consumos de agua que no van a pagar y daños por contaminación por los cuales no van a responder.
El proyecto minero que piensa iniciar en La vereda La Colosa de Cajamarca Tolima, una multinacional africanizada es un proyecto inviable e insostenible, porque trae daños irreparables a un frágil ecosistema estratégico del país como es la Reserva Forestal Central, declarada como tal por la Ley 2 de 1959.
Allí en el cerro La Bolívar, brota la quebrada Chorros Blancos que surte de agua a la zona urbana de este municipio. Quiere decir que los habitantes que toman agua en Cajamarca están en competencia desigual y desleal con la multinacional.
Y no solamente los que viven allí, quienes vivimos en la parte media y baja de la cuenca mayor del río Coello también. Si queremos tener agua potable y limpia para consumir o para producir alimentos, nos toca obligatoriamente, tomar conciencia, averiguar por el principio de precaución, preguntar y reclamar al Estado colombiano por lo que está sucediendo.
Como en este caso, por todo el departamento desde Planadas hasta el Fresno se presentan conflictos ambientales, porque las comunidades en su cultura popular y ancestral son sabedoras de los riesgos que se corren. Por eso se oponen a las explotaciones metálicas, de hidrocarburos e hidroeléctricas a filo de agua. Han padecido y sufrido por su escasez o por su abundancia. Para mal o para bien, con los fenómenos del cambio climático han aprendido y por eso hoy se manifiestan, reclaman , hacen oír su voz y su exigencia, y no es para menos, reclaman un derecho fundamental que hace diez años se vio frustrado por quienes recolectaron firmas en todo el país impulsando el Referendo por el Agua.
Hoy de nuevo cursa en el Congreso un proyecto de Ley que busca elevar a norma constitucional el derecho fundamental de todo ser humano al agua, comprometiendo al Estado no solo a cuidar y recuperar ecosistemas estratégicos, sino también a garantizar el agua para consumo humano antes que para otras actividades productivas.
Se dirá entonces que toda actividad humana deja una huella ecológica, es cierto y vale aclarar que los cultivadores de arroz pueden disminuir sus costos haciendo un uso más eficiente del agua que utilizan en sus riegos, que como dice Guillermo Rudas del Consejo Académico del Foro Nacional Ambiental, las empresas deberían hacer una mayor contribución para cuidar las fuentes naturales que nos abastecen de agua; que hay que tomar decisiones políticas, porque no puede pagar la misma Tasa por el Uso de Agua un finquero de Anaime que produce un alimento como la arracacha, que una multinacional petrolera que contamina y evade el pago de la TUA en Ortega o en Purificación.
Ante este panorama los planes de desarrollo de los municipios del Tolima, deberían tener como el de Ibagué, el agua como pilar fundamental, para preservarla y protegerla, al lado de la cultura ciudadana, la seguridad integral y la paz.
Y como habitantes de este territorio, estamos en el deber de indagar y preguntar: ¿Qué hacen en nuestra Casa Común esos señores?
Si nos vienen a quitar el agua que está viva en el paisaje y en nuestras culturas, el agua que está presente en la sangre de nuestros mártires, el agua que está en las lágrimas de los huérfanos y de las viudas, el agua que estará presente en el sudor y en la alegría de las próximas marchas en defensa del agua, del territorio y de la vida.
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