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Opinión

Si nos quitan el agua, nos jodemos

Si nos quitan el agua, nos jodemos
Por: Víctor Sánchez

 

[LetraCapital Letra="S"]i nos quitan el agua, nos quitan la aguapanela, porque el cultivo de la caña en Villahermosa, la papa de Murillo, el arroz  de origen de la meseta de Ibagué, y hasta la posibilidad de seguir ganando premios a la mejor tasa con el exquisito café  producido en  Planadas, están amenazados. Así lo sentenció  un productor  en una pancarta en  la pasada Marcha Carnaval en Ibagué: Sin agua no hay tinto, y otro fulano  fiestero le confirmó, tampoco habrá guaro.

 

El informe de la Plataforma Interamericana  de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo sobre el derecho  humano al agua lo define como   el derecho  que tenemos todos “a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico”.

 

Las industrias extractivas, llámense  pequeñas  hidroeléctricas, explotación de hidrocarburos o de minerales como el oro o el cobre, y los monocultivos agrícolas, la ganadería extensiva; entre otros, son una desastrosa amenaza  para el cabal cumplimiento  de los Derechos Económicos Sociales y Culturales  según se deriva de la Observación General No. 15  relativa al “derecho humano al agua” emitida por el Comité DESC de las Naciones Unidas en el 2002.

 

El investigador británico Philip Ball  en un libro  titulado “ Una biografía del agua”,  afirma que el agua químicamente hablando no es un elemento sino un compuesto natural del planeta, que el 70% de la superficie de la tierra es agua y que el cuerpo humano está compuesto en general  por un 60% de agua; que hay más de  mil doscientos millones de   personas en el mundo sin acceso al agua potable y que dos mil cuatrocientos millones carecen de instalaciones sanitarias adecuadas, razón por la cual estamos  en un mundo moribundo.

 

El agua es prácticamente la savia de  la madre tierra, está presente en los componentes de nuestro cuerpo como la sangre, la leche materna,  o en las secreciones como nuestro sudor, en las lágrimas o en la saliva. Es sustento para la preparación y proceso de  los alimentos, elimina los desechos de nuestro organismo y también lleva los nutrientes hasta donde son necesarios.

 

Al escuchar expertos en geología como el profesor Julio Fierro, sobre los impactos  y los pasivos ambientales de las industrias extractivas en la región, nos enteramos que las montañas no son tan sólidas , que están llenas de agua, que  los proyectos de minería  en cualquier parte del mundo requieren  cantidades excesivas de agua, desde la fase de  prospección, operación hasta el cierre de las minas;  en procesos  como  la supresión  del polvo, el enfriamiento de  taladros y perforadoras, la construcción de infraestructuras hasta  la disposición de residuos  sólidos, se requieren  grandes cantidades de agua.

 

Además nos cuenta,  que al perforar estas montañas para extraer el oro, se pueden encontrar  minerales de roca como la pirita que  al entrar en contacto con el aire produce sustancias venenosas, que sumado al proceso de la cianuración   envenenan  el agua tanto superficial como subterránea y que  no es  probable que  un proyecto  de minería de oro recicle  el preciado  líquido y menos que el agua envenenada  se pueda devolver purificada luego de un proceso  químico y que tengan la capacidad estas empresas de  controlar  la contaminación de las aguas que se filtran en el suelo y van a parar al acuífero de la meseta de Ibagué.

 

El uso del agua para estos lucrativos fines privados  es muy grave, no solamente nos van a quitar el agua limpia y pura que está en los páramos y es un bien común de la humanidad, sino que además  la van a  contaminar  y de ñapa,  a perpetuidad,  nos dejan un enorme desastre ambiental, con daños irreversibles en estos ecosistemas  únicos en el mundo. Son consumos  de agua que no van a pagar  y daños por   contaminación por los cuales   no van a responder.

 

El proyecto minero que piensa iniciar en La vereda La Colosa de Cajamarca  Tolima, una  multinacional africanizada es un proyecto inviable e insostenible, porque trae daños irreparables  a un frágil ecosistema estratégico del país como es la  Reserva Forestal Central, declarada  como tal por la Ley  2 de 1959.

 

Allí en  el cerro La Bolívar,  brota la quebrada Chorros Blancos que surte de agua a la zona urbana de este municipio. Quiere decir  que los habitantes que toman agua en Cajamarca están en competencia desigual y desleal  con la multinacional.

 

Y no solamente los que viven allí, quienes vivimos en la parte media y baja de la cuenca mayor del  río Coello también.  Si queremos tener  agua potable  y limpia para consumir o para producir alimentos, nos toca obligatoriamente, tomar conciencia, averiguar por el principio de precaución, preguntar y reclamar al Estado colombiano por lo que está sucediendo.

 

Como en este caso, por todo el departamento desde Planadas hasta el  Fresno  se presentan  conflictos ambientales, porque las comunidades en su cultura popular y ancestral son sabedoras  de los riesgos que se corren. Por eso se oponen  a las explotaciones metálicas, de hidrocarburos e hidroeléctricas a filo de agua. Han padecido y sufrido por  su escasez o por su abundancia. Para mal o para bien, con los fenómenos  del  cambio climático han aprendido y por eso hoy se manifiestan, reclaman , hacen oír su voz y  su exigencia, y no es para menos, reclaman un derecho fundamental que  hace diez  años  se  vio frustrado por quienes recolectaron firmas en todo el país  impulsando el Referendo por el Agua.

 

Hoy  de nuevo cursa en el Congreso un proyecto de Ley   que   busca elevar a norma constitucional  el derecho fundamental de todo ser humano  al agua, comprometiendo al Estado no solo a cuidar  y recuperar ecosistemas estratégicos, sino también a garantizar el agua para consumo humano  antes que para otras actividades productivas.

 

Se dirá entonces  que toda actividad humana  deja una huella ecológica, es cierto y vale aclarar  que  los cultivadores de arroz  pueden  disminuir sus costos haciendo un uso más eficiente del agua que utilizan en sus riegos, que como dice Guillermo Rudas del Consejo Académico del Foro Nacional Ambiental, las empresas deberían hacer una mayor contribución  para cuidar las fuentes naturales que nos abastecen de agua; que hay que tomar decisiones políticas, porque no puede pagar la misma Tasa por el Uso de Agua un finquero de Anaime que produce un alimento como la  arracacha,  que una multinacional petrolera que  contamina y  evade el pago de la TUA en Ortega o en Purificación.

 

Ante este panorama  los planes de desarrollo de los municipios del Tolima, deberían tener como el  de Ibagué, el agua como pilar fundamental, para  preservarla y protegerla,    al lado de la cultura ciudadana, la seguridad integral y la paz.

 

Y como habitantes de este territorio, estamos en el  deber de indagar y preguntar: ¿Qué hacen en nuestra Casa Común  esos señores?

 

Si nos vienen a quitar el agua que está viva en el  paisaje y  en nuestras culturas, el agua que está presente en la sangre  de  nuestros mártires,  el agua que está en las lágrimas de los huérfanos y de  las viudas, el agua que estará presente en el  sudor y  en la alegría  de las próximas marchas  en defensa del agua, del territorio y de la vida.

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