Periodismo de análisis y opinión de Ibagué y el Tolima

Columnistas

Ser celios como acto creador: una oda a la “pereza” tolimense

Ser celios como acto creador: una oda a la “pereza” tolimense

Por Daniel Felipe León
*Sociólogo-docente


Ser celios de profesión, como comúnmente dicen los cachacos, pareciera un madrazo en la cara para la tradición productiva de muchas regiones del país. Y es que se puede considerar lo improductivo como inculto, falto de voluntad y carente de aporte al desarrollo de un país que, irónicamente, es de los que más horas trabaja en el mundo. Aun así, lo que habría que considerar es si esa pereza tan mal vista —la que alarga las palabras al final y se expresa en movimientos lentos— es realmente improductividad.

El filósofo chino Byung-Chul Han, en su célebre libro La sociedad del cansancio, ya viene alertando sobre esa fábula infantil de tan buena moraleja: la liebre y la tortuga. La liebre, jactándose de su condición, corre tan velozmente que, confiada, permite que la tortuga gane. “Hoy en día, uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose” (Han, 2012, p. 25), dice en su libro, poniendo en evidencia el carácter conflictivo de la productividad.

Por otra parte, este mismo autor ofrece una visión crítica de la capacidad de aburrirse, de tal manera que “el aburrimiento profundo es un signo de una auténtica presencia del ser. (…) Es necesario para la creación, para la contemplación” (Han, 2012, p. 35). Así las cosas, la “celietud” tolimense podría aproximarse a una manifiesta vocación creativa, que, confundida por el ser productivo que se explota a sí mismo, no es más que no hacer nada.

El Tolima grande está repleto de gente más que productiva. Sin entrar en los pormenores de explicar lo evidente: en las montañas del cañón del Combeima se levantan en la madrugada y se acuestan hasta que el frío cae de la montaña; mientras que, en el valle de Purificación, andan en bicicleta y cultivan los campos hasta que el sol quema al mediodía y se oculta en la cordillera. El problema es que seguimos siendo celios para el resto del país, como una suerte de condena que no se nos quita de encima.

Por suerte, Chul Han y la teoría económica del decrecimiento nos respaldan: esta vocación que, por humor capitalino, nos tocó —este carácter celio— nos avoca a ser una población con un estado de ánimo sereno y contemplativo, pero, al final del día, creativa.

Esa mirada reduccionista del progreso lineal, que impide entender lo valioso del saber popular lento y rezagado, puede jugar a nuestro favor. ¿Y usted, se considera celio?

Siguenos en WhatsApp

Artículos Relacionados