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Sharit Alexandra Ciro Parra: homenaje a una joven artista tolimense

Sharit Alexandra Ciro fue una artista tolimense originaria del municipio de Cunday.
Por: Jhenifer Rodriguez
El 18 de diciembre del 2005 llegó a la familia Ciro Parra una risueña bebé de ojos claros y pestañas largas. Algunos decían que eran cafés como los de la mamá, había quien opinaba que eran color miel; sin embargo, nadie podía vislumbrar fácilmente el misterio de su mirada. Quizá porque tenía el toque casi mágico de las personas que nacen con el don de ver el mundo en colores y matices inverosímiles para el resto de los mortales, aquellas que tienen alma de artista.
Su hermano mayor había dejado de ser el consentido hijo único de la familia gracias a la llegada de Sharit Alexandra, pero él, como sus padres, se embelesó con la linda niña de tez clara y cabello castaño. No se había visto en Valencia, corregimiento de Cunday, unos hermanos más apegados que Luis y Alexandra. Ella era la niña de la casa, la artista de la familia, “ojos de burrito”, como le decía de cariño su hermano, quien la procuró sin descanso, hasta donde le fue posible.
Llegada la adolescencia, ella se convirtió en una joven alegre y sonriente que escuchaba música mientras pintaba tarareando canciones, absorta en el ejercicio creativo que era esencial en su vida. Su talento para el dibujo y la pintura se hizo cada vez más notorio, no solo entre sus familiares, sino también con los compañeros de colegio y los vecinos del pueblo. Sharit Alexandra pintó diferentes obras que quedaron plasmadas en varias casas del corregimiento de Valencia y dedicó muchas horas a apoyar en la iglesia con la decoración en distintas épocas del año.
El tiempo de colegio pasó a toda prisa y, aunque consideró varias opciones, terminó inclinándose por seguir su camino en el arte. En 2023, el mismo año en que su hermano recibió el grado de Ingeniero de la Universidad del Tolima, ella, con apenas 17 años, entró a estudiar en la misma alma mater, Artes Plásticas y Visuales. Aunque fue difícil para sus padres, la dejaron ir a vivir en Ibagué con el anhelo de que persiguiera sus sueños.
Una nueva vida
Ella se despidió con nostalgia de su familia y de su cálido pueblo, donde era muy querida por sus vecinos, para enfrentar el reto de estudiar en la capital del departamento del Tolima. “Era muy juiciosa, no recuerdo que haya dejado de entregar un trabajo y sus producciones tenían una calidad superior. Aunque era muy talentosa pintando, se le veía especialmente feliz en la clase de performance”, compartió uno de sus compañeros de carrera.
Alexandra Ciro había comenzado un nuevo camino con grandes retos, que la enamoró rápidamente porque estaba lleno de arte y belleza. Vivía con una amiga cercana y viajaba seguido a Cunday. Era su anhelo ayudar con sus propios gastos para restarles cargas a su familia, aunque ellos jamás se lo pidieron. “Le gustaba la clase de arcilla; de hecho, con ello se inspiró para comenzar a hacer cosas en arcilla y quería abrir un emprendimiento”, cuenta su amiga Sofía.
Sharit era una gran soñadora, solía hablar de cuánto le gustaría ver sus pinturas en una galería y se imaginaba siendo una artista que podía vivir de sus obras. Aunque eso pareciera imposible para muchas personas, Alexa, como le decían sus amigas, se tenía confianza. “Ella era arte, todo lo que hacía, todo lo que quería tenía un toque artístico y era valiente, si algo no le gustaba, lo decía”, explicaba con nostalgia una de sus amigas.
La última vez que habló con el párroco de su pueblo, acordaron que ella iba a pintar a la Virgen María en una pared de Valencia y él le ayudaría a gestionar los materiales. Un día, Sharit Alexandra Ciro Parra, se despidió de su amiga y salió de la vivienda que compartían las dos universitarias, en la ciudad de Ibagué, para verse con unas personas que le habían prometido ayudarla a conseguir trabajo, pero, como les pasa a diario a miles de mujeres en el mundo, a ella, nunca más se le volvió a ver con vida.
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