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La Constituyente de Petro: el último clavo del ataúd democrático

Por Felipe Ferro
*Diputado Asamblea del Tolima
Por más que se disfrace de "consulta popular", lo que Gustavo Petro quiere y siempre ha querido es una Asamblea Nacional Constituyente. No por capricho, sino por cálculo. Porque la Constitución del 91 no le sirve para su proyecto autoritario. Le estorba. Le incomoda. Es el cinturón de seguridad que lo impide lanzarse por el abismo del poder absoluto. Por eso ahora amenaza: si las cortes no le avalan su consulta, irá por la Constituyente. En otras palabras, si la democracia no le da la razón, él se encargará de reescribirla.
Petro actúa como el jugador que, al verse perdiendo, quiere cambiar las reglas del juego. Y si no puede, rompe el tablero. Su "decretazo" para convocar una consulta popular no es más que un truco, una cortina de humo, un sofisma de distracción. El verdadero plan es otro, y es mucho más grave: reemplazar el marco constitucional para abrirse paso hacia un régimen personalista. Como Chávez en Venezuela. Como Ortega en Nicaragua. Como Castro en Cuba. La historia se repite, primero como tragedia y luego como costumbre.
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El presidente jura que no busca la reelección. Pero ¿cómo creerle a alguien que juró literalmente en mármol que no convocaría una Constituyente? ¿Cómo confiar en quien ha hecho del engaño una estrategia de gobierno? El mismo que prometió que no subiría los precios de la gasolina. El mismo que dijo que lucharía contra la corrupción y hoy dirige el gobierno con más escándalos en décadas, incluido el de la UNGRD, en el que se desvió dinero de ayudas a los damnificados para comprar votos en el Congreso.
Ahora se escuda en la reforma laboral. Dice que es por el bien de los trabajadores. Pero en el Senado, su propio partido, el Pacto Histórico, votó en contra de la ponencia. Si realmente les importara la clase trabajadora, habrían dado la discusión. Pero no. Lo que quieren es instrumentalizar a los sindicatos y a las centrales obreras como carne de cañón de su proyecto constituyente. Porque lo único que los desvela es perpetuarse. Lo demás, es puro decorado.
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Lo que está en juego no es una reforma más. Es el Estado de Derecho. Es la independencia de poderes. Es la democracia misma. Petro sabe que no tiene los votos en el Congreso ni el apoyo ciudadano para avanzar en sus reformas, y por eso quiere reescribir la Constitución a su medida. Según una encuesta de Invamer de mayo de 2025, el 68% de los colombianos rechaza la idea de una Constituyente. Pero eso no lo detiene. Porque Petro no escucha, impone. No convence, intimida. No gobierna, arremete.
La Asamblea Constituyente es el caballo de Troya con el que busca destruir desde adentro nuestra democracia. Si se lo permitimos, mañana despertaremos en un país irreconocible, con un Petro omnipresente, sin límites ni contrapesos. Colombia debe reaccionar ahora, antes de que sea demasiado tarde. Porque cuando el poder se arrodilla ante un solo hombre, la libertad se convierte en ceniza.
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