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‘Happycracia’ o la obligación de ser feliz
Alberto Amaya es un couching colombiano, especializado en la felicidad. Inicia sus conferencias ahora por plataformas digitales diciendo: “¿a qué venimos a éste mundo? Y él mismo responde: “a ser felices”. Y de la noche a la mañana el concepto de ser felices se convirtió en un problema existencial.
Cada 20 de marzo se celebra en el mundo el día internacional de la Felicidad y hoy desde el Cronista.co retomamos el artículo publicado en Vanguardia.com de Justo Barranco quien hace un recuento del libro que desde hace tres años es la sensación en Europa y que con la pandemia reafirma la tesis de la socióloga israelí Eva Illouz y el psicólogo español Edgar Cabanas en Happycracia (Paidós).
El problema: La felicidad se ha convertido en una obsesión y un regalo envenenado
la ciencia de la felicidad, la psicología positiva, nació en 1998 en EE.UU. Su divulgación en el mundo se generó gracias a la financiación hecha através de universidades de alto prestigio, fundaciones y empresas, en pocos años ha introducido la felicidad en lo más alto de las agendas académicas, políticas y económicas de muchos países.
“Una ciencia quizá no tan sólida, más bien endeble, ni tan nueva, dicen los autores –bebe de la psicología de la adaptación o la cultura de la autoayuda–, alrededor de la cual florece una poderosa industria con terapias positivas, servicios de coaching o aplicaciones como Happify, que promete “soluciones efectivas y basadas en la ciencia para una mejor salud emocional y mayor bienestar en el siglo XXI”.
Una ciencia y una industria que venden una noción de felicidad, apuntan Illouz y Cabanas, “al servicio de los valores impuestos por la revolución cultural neoliberal”: no hay problemas sociales estructurales sino deficiencias psicológicas individuales. Riqueza y pobreza, éxito y fracaso, salud y enfermedad, son fruto de nuestros propios actos.
Estamos obligados a ser felices y sentirnos culpables de no sobreponernos a las dificultades. Los autores reconocen que poner la felicidad en cuestión es hoy hasta de mal gusto. Pero señalan que no escriben contra la felicidad sino contra la visión reduccionista de la buena vida que la ciencia de la felicidad predica.
Una ciencia en cuestión: la actual noción de felicidad está al servicio de los valores de la revolución neoliberal
Que la felicidad es hoy omnipresente es indudable. Si en Amazon había hace unos años 300 títulos con la palabra felicidad ahora hay 2.000. La ONU instituyó en el 2012 el día internacional de la Felicidad. Incluso florece una corriente de economistas como Richard Layard que se han propuesto sustituir un parámetro tan cuestionado como el PIB por índices de felicidad.
Unos índices que encabeza Finlandia, y en el que España está en el puesto 36 por debajo de Arabia Saudí. David Cameron, tras anunciar en 2007 los mayores recortes de la historia de su país, decidió que era el momento para adoptar la felicidad como índice: los británicos no debían pensar sólo en meter dinero en el bolsillo, sino en lo que les hace más felices.
Recordemos que Colombia está en el top 10 de los países más felices del mundo y perse a los indices de pobreza, sacamos pecho con este estudio que nos hace sentir orgullosos.
Cabanas, profesor de la Universidad Camilo José Cela, señala que se propone una felicidad que es “un estilo de vida que apunta hacia la construcción de un ciudadano muy concreto, individualista, que entiende que no le debe nada a nadie, sino que lo que tiene se lo merece.
Sus éxitos y fracasos, su salud, su satisfacción, no dependen de cuestiones sociales, sino de él y la correcta gestión de sus emociones, pensamientos y actitudes”.
Lo personal es político: Se afirma que el 90% de la felicidad son factores personales, como su lo social no importara Y advierte que “la psicología positiva lleva 20 años diciendo que han descubierto las claves de la felicidad, pero están por ver. Incluso dijeron que habían descubierto la fórmula de la felicidad como si fuera una ecuación.
Afirmaban que la felicidad en casi el 90% se debe a factores personales y las circunstancias no importan. Clase, nivel de ingresos o educativo, género, cultura, no importan. Las circunstancias no nos hacen felices, somos nosotros, es psicológico. Muchos se han desdicho de esa idea”.
Y el psicólogo señala que en esta nueva ciencia “no es suficiente con no estar mal o estar bien, hay que estar lo mejor posible, y por eso no sólo el que lo pasa mal necesita un experto, sino cualquiera para sacarse el máximo rendimiento, aprender nuevas técnicas de gestión de sí mismo y obtener nuevos consejos para conocerse mejor, ser más productivo y tener más éxito.
La felicidad así es una meta en constante movimiento, nos hace correr detrás de forma obsesiva. Y tiene que ver siempre con una mirada hacia dentro, nos hace estar muy ensimismados, muy controlados por nosotros mismos, en constante vigilancia. Eso aumenta la ansiedad y la depresión. Nos proponen ser atletas de alto rendimiento de nuestras emociones. Vigorexia emocional. En vez de generar seres satisfechos y completos genera happycondriacos”.
En el trabajo: Los trabajadores con estrés constante no la tienen por no gestionar bien sus emociones.
Luego, en el terreno ideológico, es una psicología conservadora. “Propone que las soluciones a problemas estructurales tienen soluciones individuales. Pero los trabajadores que viven en un estrés constante no lo tienen porque no gestionen bien sus emociones, es que la situación laboral es precaria, insegura y muy competitiva”.
Justamente por eso esta psicología positiva ha entrado con fuerza en la empresa y la educación. “En las empresas obligan a pasar cursos de resiliencia y mindfulness para aprender que eres tú el que ha de encontrar la forma de estar mejor en eltrabajo, de eso depende la productividad.
Y en la educación se dice que el objetivo es hacer que los alumnos sean felices. Habría que ver qué tipo de ciudadano queremos construir. Crítico y centrado en el conocimiento del mundo o un alumno emocional centrado en el conocimiento de sí mismo. Es complicado que la psicología en vez de ser una herramienta pase a dictar lo que debe ser la educación”.
Mirar afuera: De esta noción de felicidad se sale; la buena vida es justa, solidaria, íntegra
Además, desactiva el cambio social. “Admiten que las circunstancias algo influyen pero es muy costoso cambiarlas y no merece la pena. Debes cambiarte a ti mismo. Abogan poco porque la idea de buena vida esté relacionada con una buena vida colectiva”, dice Cabanas, y explica qué pasa cuando la psicología positiva ataca emociones como la ira. “Las emociones no son positivas o negativas. Tienen diferentes funciones según la circunstancia. Y son siempre políticas. La ira puede ser mala a veces y buena para luchar por reparar injusticias. Cuando dices que es tóxica, desactivas una emoción política muy importante. Cuando estamos indignados, nos ponemos las pilas.”
En ese sentido concluye que “hoy declarar que no eres feliz es vergonzoso, como si hubiéramos perdido el tiempo, hubiéramos hecho algo mal, podríamos hacer algo y no lo hacemos, somos personas negativas.
Pero el concepto de felicidad no ha sido igual en la historia. El actual tiene raíces norteamericanas. Y no tiene las claves para la buena vida. La única buena noticia es que de esta noción de felicidad se sale. Y hay valores más importantes:la buena vida es justa, solidaria, íntegra, comprometida con la verdad. No es estar preocupados por nosotros mismos todo el tiempo”.
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