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El color de la tradición: las casas se vistieron de fiesta en Ibagué

El color de la tradición: las casas se vistieron de fiesta en Ibagué

Por Óscar Viña Pardo

Así como en Barranquilla es costumbre adornar las casas con marimondas y motivos del Carnaval, en Ibagué, poco a poco, se ha venido consolidando una tradición similar durante las fiestas de mitad de año. Se trata de una manifestación cultural que se expresa desde las fachadas y que rinde homenaje al folclor tolimense.

Ya hace más de una década, entidades como la Cámara de Comercio, Fenalco y la entonces denominada “Vitrina Sanjuanera” impulsaron iniciativas para incentivar esta expresión de identidad. Hoy, los resultados se hacen visibles en centros comerciales, instituciones educativas, locales de la carrera Tercera, conjuntos residenciales e incluso en moteles que se suman a la celebración decorando sus espacios con motivos folclóricos.

Esta semilla sembrada ha germinado especialmente en conjuntos cerrados y barrios, donde las porterías y balcones se llenan de colores que evocan los ocobos, los matachines, la música de rajaleña, los trajes típicos, el sombrero “pindó” y, por supuesto, la gastronomía con el tamal y la lechona como protagonistas.

Este año, al recorrer las calles de mi ciudad, me llenó de alegría ver cómo muchas casas se han unido a esta fiesta visual. En medio del Corpus Christi, San Juan y San Pedro, sentí que la ciudad celebraba con más entusiasmo, más sentido de pertenencia y mayor amor por sus raíces.

Una de las iniciativas que más llamó la atención fue la primera edición del Concurso de la Cuadra Sanjuanera, organizada por la Gobernación del Tolima a través de su Secretaría de Cultura, con el respaldo de la marca Tapa Roja. Esta propuesta premió la creatividad, el trabajo comunitario y el orgullo por lo nuestro. Los vecinos se unieron, investigaron, compartieron saberes y celebraron juntos, fortaleciendo los lazos del barrio y el sentido de identidad cultural.

Ojalá esta iniciativa se mantenga y se fortalezca año tras año. Que más ibaguereños —y por qué no, espinalunos también— se contagien de esta actividad que trasciende lo decorativo para convertirse en un acto de memoria, unión familiar y reafirmación de nuestras tradiciones. Porque cuando nuestras casas se visten de fiesta, el alma del Tolima florece.

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