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La historia del Almanaque Bristol
Todos los hemos visto acertar las fases de la luna para saber qué días son buenos trabajar la tierra, los días propicios para pescar, el santoral del catolicismo, los horóscopos y su comedia a ocho cuadros; dentro de sus hojas hay consejos hasta de cuándo es buen día para cortarse el pelo. Parece que ese librito pequeño, color zapote, tiene influencia en algunas partes del mundo.
Cuando pequeños lo veíamos en la mesa de una tía o una abuela, al lado de camándulas y los velones; al terminar diciembre y lo veíamos nos daba la sensación de que un hombre muy sabio gastaba un año de su vida recolectando los datos curiosos, las frases célebres y todo ese cúmulo de sabiduría. Una magia, y cierto respeto, rodeaba ese libro en el que tanto confiaban nuestros mayores.
A pesar de ser un símbolo colombiano, el Almanaque Bristol no es un producto nuestro. Es más, ni siquiera se imprime en nuestro país o tiene mano de obra nacional. No son nuestros eruditos los que lo escriben, ni nuestros astrólogos son los que miran a las estrellas buscando el futuro. Se imprime en Nueva Jersey, EE.UU., por la empresa Lanman & Kemp-Barcalay & Co. Inc.
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El famoso librito, que desde hace muchos años es un símbolo de las creencias y cultura colombiana, lleva en circulación 186 años ininterrumpidos. Se distribuye no solo en Colombia, sino en países como Perú, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Ecuador, Bolivia, Panamá, México, Brasil, zona del Caribe y en la costa este de los Estados Unidos, donde hay una gran cantidad de latinoamericanos.
El Observatorio Naval de los Estados Unidos realiza la predicción del clima, de las mareas y los cálculos astronómicos para cada país de los muchos en los que se distribuye. Para el año 2018 se imprimieron 1,5 millones de cuadernillos en español, de los cuales casi medio millón se envió exclusivamente a Colombia.
Pocas personas saben quién está en su portada: se trata del químico y farmaceuta Cyrenius Chapin Bristol, quien lo ideó para promocionar un jarabe tónico de "zarzaparilla" y divulgar consejos que él creía que le hacían falta a la gente.
En Colombia, inclusive, le sacaron una copia al Almanaque Bristol: El Almanaque Leonor. Una señora de Cali sacó su propio almanaque, con ella en la portada, de perfil. El almanaque colombiano no es zapote, sino amarillo, y trae un contenido similar.
En casa de los campesinos no falta el Almanaque Bristol. Por el librito saben que hay 15 días de luna menguante y 15 días de luna creciente. Con el almanaque saben qué días cortan, por decir algo, la guadua. Cuando hay luna creciente la guadua se dañar más rápido y cuando la luna es menguante la guadua dura más. Así mismo lo hacen con todos los cultivos. Y si les da resultado, ¿por habrían desconfiar del almanaque?
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Es difícil recordar un inicio de año sin un Almanaque Bristol por algún rincón de nuestra memoria. Tanto han cambiado los tiempos que ya no solo se encuentra el Almanaque Bristol en las esquinas del centro de Ibagué y las cacharrería y tiendas de barrios, sino que también se vende por Internet. En MercadoLibre lo pueden encontrar. Vale $25.000 y se lo envían a su casa.
Incluso por $500 se lo envía a su correo en PDF. Tanto han cambiado las cosas que el Almanaque Bristol ya se puede consultar en el computador. Mucha es la gente que aún le cree a los pronósticos de lluvias de de esta obra del conocimiento popular, especialmente campesino, incluso más que los pronósticos de la televisión.
El librito zapote no solo ha acompañado a las personas con sus consejos y pronósticos. Fue también un medio para que muchas personas que no podían asistir a una escuela se ayudaran a aprender a leer. Por eso existen un vínculo sentimental con esa reliquia que hace parte de los conocimiento y de la sabiduría popular de colombianos.
El Almanaque Bristol seguirá estando presente con sus notas sueltas, con sus acertijos, poemas, diccionario humorístico, con sus comedias a 8 cuadros y con los muchos otros secretos que hay en sus páginas.
Texto de: Camilo Jiménez
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