Por Juan Bautista Pasten G.

Las Palabras, tal como el razonamiento, caracterizan de manera fundamental a los seres humanos, constituyen cualidades medulares, especificas de las personas, de todos nosotros, por las cuales nos diferenciamos de otros seres vivos que habitan este planeta (animales y vegetales).

Efectivamente, mediante las palabras, podemos expresar cuánto sentimos y pensamos, comunicar nuestras ideas y sentimientos, además de intercambiar opiniones, cuestionar lo que acontece y recabar comentarios acerca de una diversidad de temas. En síntesis, las palabras representan el nexo fundamental de interacción humana, ya que posibilitan darnos a conocer a quienes nos rodean, así como descubrir, en mayor o menor medida, a nuestros congéneres.

Por lo pronto, las palabras pueden surgir tanto espontánea como premeditadamente, vale decir, pueden ser reacciones inmediatas ante los que nos acontece o bien ser fruto de reflexiones y análisis. Esto ocasiona que, no pocas veces, tengamos que disculparnos o lamentarnos por haber dicho palabras inapropiadas o, por el contrario, debamos argumentar mas clara y profundamente lo expresado escrituralmente.

Las palabras nos conectan, nos relacionan con el prójimo, con el mundo y con la realidad. Por ello, no basta con decirlas superficialmente, es necesario saber utilizarlas con mesura, criterio y sensibilidad.

Ahora bien, la etimología de la noción “palabra” nos conduce al griego “parabolé” (comparación, alegoría), de la cual se deriva al latín “parábola” (comparación, símil). Además, existen una serie de adjetivos que le otorgan mayor contenido y claridad; por ejemplo, palabras antónimas, sinónimas, parónimas y muchas otras.

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La Lógica aristotélica nos habla de una diferenciación entre “palabras habladas” y “palabras escritas “. Las primeras son aquellas que se emiten directamente, son inmediatas y acompañadas de expresión corporal. Las segundas son – o pueden ser - derivadas de las palabras habladas, en consecuencia, requieren de mayor desarrollo y fundamentación y se manifiestan a través de textos, documentos o libros.

La Palabra - instancia que usamos a diario y en todo momento - es una temática necesaria de examinar cada vez más, con el fin de darle uso adecuado y atingente, o sea, en consonancia a lo que esta describiendo, formulando o argumentando.

En el principal texto espiritual de Occidente, “La Biblia “, se asimila el concepto “palabra” al de “verbo”, el cual se enuncia como el principio de la Creación o – para mejor entendimiento - el Verbo (Palabra Primera) organiza la energía vital y las causas esenciales. El Verbo, la Palabra es la Luz que confiere sentido, fundamento y creatividad. Es un tema no fácil de comprender, pero imprescindible de examinar con altos niveles de Consciencia y Sensibilidad.

Por consiguiente, las palabras no son, simplemente, emisiones de sonidos o voces articuladas, sino que son expresiones de la voluntad de seres humanos que están interactuando y estableciendo instancias de comunicación y encuentro. Por esto, se requiere aplicarlas con tino, con solidez emocional y mental.

¡Permitamos que nuestras palabras no sean para herir y lastimar a quienes nos circundan, sino para sensibilizar positivamente nuestra realidad; solo así podremos evolucionar como personas y como humanidad!

El uso inteligente y verdadero de las palabras, propicia que se transformen en alimentos y aderezos que ayudan a levantar y fortalecer a los abatidos; del mismo modo, se convierten en faros que iluminan y orientan el sendero de los auténticos caminantes, aquellos que van, con esperanza activa, al encuentro de la libertad y la sabiduría.

“En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Juan apóstol

“Mas vale una palabra a tiempo que cien a destiempo”. Miguel de Cervantes, escritor español.

“Hay que poner palabras allí donde faltan las ideas”. Goethe, poeta y escritor alemán.

* Docencia e Investigación en Filosofía
Universidad de Chile.