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La Titulitis: nuestra otra desgracia social

La Titulitis: nuestra otra desgracia social

Por: Luis Orlando Avila Hernandez

La Titulitis o el impulso por acumular cualificaciones, o mejor, en palabras del periodista español Ricardo Morales: “la gran mentira moderna” (Revista Democresía, sept 12/2018), hace furor entre la medianía tolimense, incluida obviamente toda su actual clase política (donde muchos, muchas y muchxs son dueños, socios o profesores de universidades) y todos sus mentores en por lo menos las dos últimas décadas.

Que las universidades en el Tolima (las raizales o las colonizantes), sean buenas, regulares o peores, es tema del libre desarrollo de la personalidad de quien (siendo senador o congresista) o quienes (siendo consorcio empresarial aliado con senador o congresista) se han enriquecido y se enriquecen gracias a y por sus estudiantes capturados en la Titulitis.

De hecho el asunto fuera mas sencillo: cuál es la mejor (rankings: entre universidades evaluadas bajo seis indicadores) o cual es buena en qué (ratings: donde cada una compite con su plus), desde 2004 hasta hoy, según la prestigiosa metodología internacional de la empresa QS Quacquarelli Symonds Limited, en la que participan voluntariamente las mas importantes universidades del mundo y sus egresados.

Para colmo ninguna de las raizales o de las colonizantes, figura ni siquiera en el QS Latin America University Rankings 2018, donde para nuestro desazón entre las primeras 20, están los Andes (8), la Nacional (11), la de Antioquia (17) y la Javeriana (20).

Y para la desazón nacional en el QS World University Rankings® 2019 entre las mejores 200 del mundo, ninguna de las anteriores, pero si la UBA de Argentina (73), la UNAM de México (113), la Sao Paulo en Brasil (118), la Católica de Chile (132), el ITESM de México (178), orgullosamente frente a solo tres españolas y una sola Israelí.

Las universidades tolimenses, raizales o colonizantes, haciéndole juego a la neo liberalización desde el señor Cesar Gaviria y de la pobreza que este y esta concitan, a mediados de los 90 dieron en explotar una nueva fuente de mercado para su negocio educador.

(Quizás quiera leer: Un tolimense en el Banco Agrario: ¿un tributo a la exclusión?)

Bajo la falacia capitalista que los pobres y la clase media baja, mientras más estudien, mejor compiten con sus pares de los estratos 4 a 6, llenaron de diplomados, especializaciones, posgrados, maestrías y doctorados sus feudos universitarios, y con ello se inventaron una más de la exclusión social: la certificación de calidad a manos de un instituto público manejado histórica y mayoritariamente por políticos del estrato 5 al 6, quienes tienen claro a quien certifican y a quien no.

Y como falacia es falacia, la movilidad social basada en la Titulitis (los pobres que supuestamente estudiando, abandonan su estrato para ascender al menos a clase media baja) tanto para el Tolima como para Colombia, ha sido inamovible, inmutable por lo menos en más de 30 años.

Y mejor que lo diga el estudio de 2012 Movilidad Social en Colombia: “la movilidad social no siempre está asociada de manera unívoca con la igualdad de oportunidades y mucho menos con la meritocracia” (Documentos CEDE Nº43 noviembre 2012, U. de los Andes).

En este juego comercial – porque no es mas – las universidades tolimenses que hoy rentan mayoritariamente sus ingresos de su mercado educador de posgrados, les debería importar o tan siquiera tener el mínimo decoro de preguntarles previamente a sus clientes, lo que oportunamente Morales le sugiere reformar allá en España a su partido Ciudadanos de su proyecto de ley por la Transparencia y Regeneración de la Universidad Pública Española: ¿de verdad necesita estudiar esto? ¿Para qué cree que le va a servir? ¿Son honestas sus intenciones para con este conocimiento?

(Quizás quiera leer: Periodismo y espionaje corporativo: la avanzada contra la soberania.)

O por lo menos que muchos, muchas y muchxs que incautamente caen en las ferias de universidades y dentro de estas en su mercado persa de la Titulitis, repensaran antes un poco con las palabras de una estudiante en su carta de retiro de un PhD en Inglaterra:    

 “Esta experiencia me ha enseñado mucho sobre cómo funcionan las universidades. He aprendido estas lecciones por las malas. El mejor consejo que puedo ofrecer a cualquiera que esté considerando un doctorado es investigar mucho antes de comenzar. Conozca el área de experiencia de su supervisor, la universidad y el departamento. Visite la universidad para tener una idea de las instalaciones disponibles. Haga todas las preguntas que pueda antes de comenzar. Conoce tus derechos. No confíes en que recibirás lo que te prometieron. Tenga cuidado con suscribirse a algo que parece demasiado bueno para ser verdad.”(Aterricé en el doctorado de mis sueños, y se me convirtió en una pesadilla, Blog Académicos Anónimos, theguardian.co.uk, enero 6/2017).

Dirán en su defensa los accionistas del mercado de posgrados, que es una exigencia para engrosar e ingresar a los feudos laborales del Estado y de vez en cuando a las empresas de los gremios, que se adueñaron de la educación superior.

Diré en mi defensa que precisamente por eso y por la inmovilidad social de 30 años, es que debemos empezar por el cambio del mismo Estado y de la sociedad que nos secuestraron los sobreformados de la Titulitis y que dicho por Morales: “ha generado en el destinatario de toda esta oferta una nueva neurosis que responde a la Titulitis. Tener por tener. Acumular por decorar. Apostar tiempo y recursos a una oportunidad difusa. Pelear el “Dr.” como si nuestra dignidad estuviera en juego”

 

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