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Gabriel Anchique Bernal: 33 años de su asesinato
El columnista Víctor Sánchez, no recuerda esta época cuando: “La esperanza derrota el miedo como tantas veces la vida ha derrotado la muerte/ aquí cayó abatido el médico Gabriel Anchique Bernal, el 14 de enero de 1986”
Bajando por la carrera sexta con avenida quince, en Ibagué, en un consultorio de Urgencias Santa Martha un hombre se registró como paciente, hizo cola, esperó que lo llamara la enfermera y cuando le correspondió el turno, entró y disparó la carga completa de su arma contra el médico que lo iba a atender.
En este lugar, ahí mismo en una placa de piedra está uno de los pocos registros del suceso, sus amigos del movimiento Amplio y Democrático dejaron para la memoria de la ciudad esta inscripción:
Consternación causó en la ciudad la noticia de este asesinato, pues se trataba de un médico y dirigente social, especialista en medicina interna y salud pública uno de los primeros residentes de la especialización en cirugía oral y maxilofacial de la Universidad Nacional de Colombia y la Sociedad de Cirugía de Bogotá, ejercía su profesión como coordinador técnico del hospital Federico Lleras Acosta, en donde colabora con la organización administrativa y en el diseño e implementación del internado del más importante centro asistencial en salud del departamento.
Algunos actos de memoria histórica se realizan para conmemorar los treinta y tres años del crimen; sus más allegados conocidos y amigos se reunieron en el centro cultural de Corcultura en el barrio Interlaken a recordarlo, no solo como profesional de la medicina sino como el dirigente social disciplinado y meticuloso que estimuló la defensa de la salud pública, la movilización contra el desalojo de las familias que ocupaban con sus viviendas el área libre de la línea férrea, en donde hoy es la Avenida del Ferrocarril y los cobros del Plan Maestro de Alcantarillado, que nunca se concluyó en la ciudad.
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Las manifestaciones violentas y crueles contra los dirigentes sociales y políticos tiene una expresión siniestra en este territorio, no solo los matan o desaparecen sino que luego en el colectivo se dibuja la idea de que algo debía, por algo será, por andar en esas, reclamando cosas para los más pobres,” por amar demasiado a su gente, por buscar bienestar a la patria“ escribió una señora a quien todavía le duele cuando se toca el lugar de las ausencias. Y otro participante puso en la pared una frase de Álvaro Mutis que ilustra el caso de Gabriel Anchique“ Lo más triste de la muerte es el olvido.”
Una cultura de paz debe llevar a que “la vida y la individualidad se conviertan en valores supremos y el Estado es el encargado definitivo de velar por nuestra seguridad ”, si hemos sido capaces de inventar e implementar practicas brutales para castigar y de eliminar al enemigo o al contradictor político, “… hemos de ser igualmente capaces de inventar la paz, de construirla, de fortalecerla” y que “ si las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la Paz” reza en un documento de Icaria/Nesco, “Cultura de paz y gestión de conflictos”.
Este territorio ha sido el escenario de movimientos sociales y procesos políticos de trascendencia histórica del país, existe una beta sin explotar , la mayoría de casos son muy pobres en registro documental, como a la mayoría de muertes le han echado tierra y el miedo, la tristeza, y la desesperanza de su familia y allegados acaba de enterrarlos en el frío olvido.
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El entorno siniestro de esos años apenas registró el suceso en el periódico El Derecho, el viernes 31 de enero, veinte días después del asesinato, cuando mediante un comunicado la Asociación Odontológica Sindical seccional Tolima hizo sentir su voz de protesta “por la forma vil y cobarde como fue segada la vida a tan distinguido galeno”.
En este como en otros casos, existe un proceso judicial abandonado, nadie sabe, pocos recuerdan. La comunidad con la que compartió una época de ideales y luchas civiles contra hegemonías excluyentes como la alianza narco política, o el movimiento ambiental en el sur del Tolima contra la Pala Draga de Ataco del río Saldaña; demanda romper el silencio, iniciar o profundizar en la investigación histórica con memorialistas para que la sociedad tolimense contemporánea conozca y reconozca su pasado , es una obligación histórica de contar con un Centro de Memoria Regional que disponga de mecanismos de registro, divulgación y apropiación de esa memoria silenciada.
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