Aldea
La deprimente carrera 3a. de Ibagué
Que se recuerde nunca antes la carrera tercera de Ibagué y estos escenarios, habían estado tan atiborrados de ventas ambulantes donde se dificulta, incluso, hasta el ingreso a centros comerciales, almacenes, restaurantes, droguerías, bancos y todo tipo de establecimientos comercial formal instalados sobre esta arteria.
Igual cosa sucede con el parque Murillo Toro y la plazoleta Darío Echendía.
Se podría decir que hasta los transeúntes tienen dificultades para desplazarse entre las calle 10 a 18. Es tal el mercado persa y de venta de productos alimenticios y básicos de la canasta familiar, que quienes viven en el centro o por razones de trabajos tiene que caminar por esta vía lo piensan dos veces.
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No se sabe el número exacto de ventas ambulantes o de comercio informal que tienen invadida la tercera. Lo que se palpa es la congestión, tropel y el gatuperio, donde casi no existen espacio para transitar.
Pero además de eso, el riesgo y peligro que representan algunas ventas como este vendedor de chicharrones que le tiene un cilindro de gas de 20 libras incorporado a su puesto, ubicado cuando se tomó la foto, frente a la entrada de Frisby.
Así mismo, existen refrigeradores tan grandes como este de la foto, donde se venden carnes embutidas, localizado frente al teatro Tolima, de donde también toma la energía eléctrica, al para su funcionamiento.
A esto se le suman los culebreros, los adivinadores de la suerte, los vendedores de pomadas y jarabes para todas las dolencias, y no faltan obviamente, los cosquilleros que aprovechan la congestión y el desorden para desocupar los bolsillos de los confiados espectadores.
No se desconoce el problema social que existe detrás de cada vendedor ambulante, el que por diversas razones tiene que acudir a la economía del rebusque para asegurar su sustento y el de su familia, pero no hay excusa para que las autoridades municipales no establezcan sitios adecuados para estas ventas en temporadas como los fines de año, tal y como se había hecho en anteriores ocasiones.
No se justifica de ninguna manera que las autoridades municipales, a las que les compete el control del espacio público permitan este muladar que no tiene antecedentes en la historia de Ibagué, muchos menos en esta icónica arteria que fue transformada en peatonal precisamente para brindar mejoramiento del mobiliario urbano y hacerla más agradable a la vista de propios y extraños, además como un lugar de encuentro y de tertulia de los ibaguereños.
Los reclamos y protestas de ciudadanos, como de comerciantes no han tenido eco hasta en las autoridades municipales, y el despelote se prolongará quién sabe hasta cuándo.
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