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IRRACIONALIDAD, SEXO Y FASCISMO

IRRACIONALIDAD, SEXO Y FASCISMO

Por: Julio César Carrión Castro

Las permanentes denuncias y señalamientos acerca de comportamientos considerados inmorales o pervertidos en las diversas instituciones del acontecer político y social (Iglesias, cuarteles, escuelas y otros establecimientos y comunidades) nos permite entender cómo funcionan las estructuras del poder bajo las relaciones sociales del capitalismo tardío.

Ya Wilhelm Reich  en su obra "La psicología de masas del fascismo", advirtió que la represión sexual, realizada desde la más temprana infancia, cumple una función política de regulación, ordenamiento y aseguramiento de las relaciones políticas establecidas por los grupos hegemónicos. Función que se complementa y amplia mediante múltiples procesos familiares, pedagógicos y educativos, y que provocan formas de pensamiento convenientes para la preservación del statu quo.

Así se ha logrado no sólo la constitución de una ideología farisea, pormenorizada, detallista y rencorosa, que  caracteriza a esas masas amorfas, apolíticas,  conformistas, proclives al escándalo, la farandulería y el chisme, que se deleita con el falso moralismo moldeado por las telenovelas y el periodismo banal, sea lo que orienta y gobierna la llamada “opinión pública”. Y se ha prohijado el ocultamiento tramposo de los gustos y deseos sexuales, que lleva a la formación de camarillas, grupos encubiertos y mafias de maniobreros e intrigantes, hermanados por sus vicios y virtudes sexuales y morales, que campean entre esos colectivos y, particularmente, entre las entidades de gobierno (como la llamada "comunidad del anillo" que funciona al interior de la "patriótica" Policía Nacional).

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La intromisión en la privacidad de los individuos, mediante la manipulación mediática, y el consecuente escándalo alrededor de esos “descubrimientos”, es quizá una de las características fundamentales para la extensión y fortalecimiento de este tipo de mentalidades colectivas que hacen su agosto en nuestro medio. Para todos es claro que esto se expresa de manera fehaciente entre la llamada clase media o pequeña burguesía, y como lo aclarara Wilhelm Reich, la pequeña burguesía fascista, que apoyó y enalteció personajes como Hitler y Mussolini,  con ese tipo de alardes y posturas moralistas,  es idéntica a la pequeña burguesía liberal de la actualidad, que apoya y enaltece personajes como Uribe Vélez o Alejandro Ordoñez, con la sola diferencia de que pertenecen a épocas distintas...

Los momentáneos escándalos, suscitados por las denuncias mediáticas contra las prácticas inmorales que los sectores políticos, judiciales, policiales o académicos,  emplean  cotidianamente, nos permiten, precisamente, poner en evidencia estas taras, que constituyen algo así como el velado quehacer de todas estas beneméritas instituciones, cobijadas por el misterio y el silencio que imponen sus jerarquías.

Pier Paolo Pasolini con su película "Saló: los 120 días de Sodoma", mediante la puesta en escena de la obra del Marqués de Sade, también mostró las estrechas relaciones entre estas formaciones colectivas, su estructura de rebaño y la humillación sexual y psicológica que pueden llegar a generar sus jefes y caudillos.

Ya el Maestro Estanislao Zuleta lo advertía en su "Elogio de la dificultad":  "El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se embriagan con la promesa de una comunidad humana no problemática, basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la indecisión y la duda, la necesidad de pensar por sí mismo, otorgan a sus miembros una identidad exaltada por la participación, separan un interior bueno –el  grupo– y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más espantosa facilidad".

 

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