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Elecciones y encuestas

Elecciones y encuestas

Por: Edgardo Ramírez Polanía


A propósito de las elecciones regionales que se realizarán el próximo mes de octubre, cabe recordar que en Colombia como en otros países se ha establecido la costumbre de dar por ciertos los datos estadísticos aproximados que publican las empresas encuestadoras, sobre los candidatos a cargos de elección popular, y amplifican las cadenas de radio y televisión conforme su conveniencia, a tal punto que esas cifras crean desconcierto popular que a veces altera el ánimo del votante y el verdadero resultado electoral.

 Se sabe que esos registros, son simples cálculos  sobre los posibles ganadores, que no consultan la realidad de las cifras, pero que los medios de comunicación televisivos que se han convertido en censores de la moral y defensores de quienes han llevado al país a la ruina económica, destacan la supuesta mayoría de los aspirantes que pagan la encuesta para influir en la voluntad de los votantes, creando un desconcierto que no pocas veces resulta en demandas judiciales.

La mentalidad estadística de las encuestas olvida casi siempre los juicios de estimación o los excluye. No valora sino describe. Y, a veces cuando valora, confía ciega, supersticiosamente, en sus propios índices, en sus coeficientes para establecer conclusiones que resultan ciertamente inútiles en la tarea de orientar, cuando son los votantes quienes con su cédula en mano rechazan esos asertos probabilísticos que se comparan entre pares y con el amarillismo noticioso para dar las apariencias de veracidad.

 Una cosa diferente es tabular la actividad cultural o política para deducir de ahí un diagnóstico sobre su calidad, previamente fijados los porcentajes, las frecuencias, las tendencias, pero queda pendiente el juicio sobre el valor que integran esas culturas.

Pues, la estadística no es un instrumento para la valoración, puesto que el único que existe para juzgar el valor o la calidad, en el caso del arte o la política es la crítica, que toma el riesgo consustancial de su tarea, de aprobar o de negar, de tratar de ser justa y clarividente en el acto de valorar.

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La estadística en que se fundamentan las encuestadoras para pronunciar sus presuntas verificaciones de los resultados sobre los candidatos de las distintas tendencias políticas no es  función de la cibernética ni de sus ciencias auxiliares, ni lo que digan las revistas y periódicos, sino del resultado fiel de la voluntad de los ciudadanos con el conocimiento de sus derechos en la sociedad y la información que puede clasificar del periodismo independiente y de los medios masivos electrónicos para elegir su conveniencia.

Las encuestas de registro dudoso y la propaganda influyen decisivamente en la información que se entrega a los medios de comunicación, la cual, es manipulada por las campañas y la prensa, que afectan la credibilidad y la confianza de las gentes por cuanto han sido evidente las tendencias de esos medios en favor de quienes representan el poder económico y político.

 Desde luego, la atmósfera cultural colombiana es propicia para los engaños estadísticos, los apellidos, el dinero y la fama, por su culpable benevolencia para con lo mediocre y lo falso y por la ausencia total de rigor crítico, por la carencia absoluta del sentido de las proporciones  y de las jerarquías, por la desconcertante facilidad con que la televisión, los periódicos y las revistas que son de propiedad de los dueños del sistema financiero, le dan curso  a informaciones que la mayoría de sus destinatarios no analizan más allá del criterio simplista donde se le confiere renombre y credibilidad a quienes no la tienen o la merecen, generalmente por falta de méritos y calidad y sin embargo son escuchados con desmedida atención porque sus nombres o apellidos le son comunes en la televisión.

En las elecciones regionales que se llevarán a cabo en el país el próximo 29 de octubre para gobernadores, diputados, alcaldes, concejales y ediles, sin las implicaciones que pueda tener en la agenda nacional del gobierno, es un acto de la mayor importancia para la democracia y la política nacional. De allí, se podrá saber, si perduran los caciques electorales o existe un verdadero sentido de cambio social.

 El Cronista hizo un análisis de qué le espera al Tolima en el 2023, con líderes locales de El Espinal, Mariquita, Líbano, Honda y Chaparral, y estableció la coincidencia que “Mientras no haya compromiso de la clase dirigente de cambiar la forma de hacer la política, un eventual cambio está lejano en el Tolima”.

Pero la mayor súplica de sus gentes es elegir un buen alcalde que logre ubicar a la ciudad en el lugar que le corresponde, donde no existe una buena malla vial, y solución a la seguridad y el transporte y además gestionar con las demás autoridades la ampliación o construcción de un aeropuerto internacional como existe en la vecina Armenia capital del Quindío fundado departamento en 1966, con tan sólo 57 años, para que se fomente ampliamente el desarrollo regional.

 

Es bastante ambicioso buscar la solución al desarrollo de las ciudades, si no se cuenta con los recursos y el personal idóneo para dirigir las entidades del gobierno. Y más aún, el sentido de participación en la democracia, dado el recorrido que se ha desarrollado en las sociedades este concepto usado para describir fenómenos de participación, en un país agobiado por la desigualdad y nuestro departamento por el desempleo, lo que la hace formal en su significado.

Según Konrad Adenauer, así no estemos de acuerdo con su ideología, dijo que la democracia es: “Un término que puede significar cualquier cosa para cualquier persona corre el peligro de no significar nada en absoluto”.

 Sin embargo, dadas esas circunstancias corresponde a los nuevos electores de los futuros  mandatarios regionales, examinar que éstos no pertenezcan a los mismos partidos políticos de la corrupción que han saqueado al país, que sean líderes nuevos, jóvenes, verdaderos representantes de la sociedad con sentido de cambio social y con el consejo desinteresado de quienes sí le han dado muestras de representar con decoro y resonancia por años al departamento.

 Y además, que sean seguidores de la paz, para que el país y el Tolima, progrese en empleo y obras, y no padezca, de las reuniones de odio bogotanas dizque para tumbar al gobierno, mientras existen problemas por deficiencias de servicios y seguridad que merecen mayor atención que hacer de jueces. Los tolimenses están todo derecho de trazarse su propio destino para lograr los cambios institucionales necesarios para su progreso, su sosiego y su bienestar.

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