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El Tolima, la guerra ajena y López Pumarejo
Por: Luis Orlando Ávila Hernández
Para empezar, es más que frustrante saber que el Tolima, como la Nación, sufre y sufrirá las consecuencias de haber caído alucinado de nuevo por los cantos de guerra – ayer la propia que creímos superada y hoy, la ajena – de un presidente como ese señor Duque que con su partido Centro Democrático y acompañados entre otros de eso que hoy se autodenomina partido Liberal, representan lo más parecido a lo que en toda su vida combatió (con ideas) y de lo que nos defendió (con más ideas, sin ejércitos paralelos ni gringos), Alfonso López Pumarejo, ese si nuestro paisano raizal (Honda, enero 31 de 1886).
El próximo 20 de noviembre habrán pasado 60 años desde su muerte (Londres, 1959), y desde su tumba, con igual frustración, nos mirará a todos, todas y todes atados de pies y manos a los herederos del fascismo ultrareligioso que comenzó a brotar desde la Colombia de 1934, una vez llegó a la presidencia superando las tres décadas de la primera hegemonía conservadora y un primer intento de Frente Nacional en manos de Olaya Herrera (Alfonso López Pumarejo y la Revolución en Marcha, Revista Credencial Historia Nº192)
Y sí, López Pumarejo dista mucho de lo que hoy es un político tolimense, que a fuerza o por la impostura, tratan de quedarse con todo lo público, como su última y única idea.
Baste como ejemplo (para no entrar a analizar los otros partidos que desde, con y sin Santofimio se reparten Alcaldía y Gobernación, de tanto en tanto), el espectáculo de ocho u once dizque precandidatos – no se sabe con certeza cuantos porque no los dejaron hablar – reunidos esta semana a la fuerza en un “taller” en Ibagué ordenado desde Medellín.
Casi todos los medios de comunicación de Ibagué y el Tolima (los de los hipsters, los de los millenials y los de los carga ladrillos de siempre), dieron un estratégico eco a un planeado dilema que surgió de dicho conciliábulo milimétricamente diseñado, como todo lo que hace ese partido del señor que tristemente ocupa el lugar que por dos ocasiones ocupó con dignidad y soberanía nuestro, ese sí, paisano.
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Qué si el empresario periodista, qué si el empresario académico (bueno, porque al final a Ibagué y el Tolima, como a Colombia, se lo repartirán entre empresarios pues para eso tienen presidente y fiscal).
Que en últimas, desde Medellín, la mano invisible, decidirá.
Lo que decida esa mano que todo lo ve y vigila como cual mundo de Aldous Huxley, es asunto de la guerra ajena en que nos metió irresponsablemente ese señor Duque y es asunto también del renacer de la guerra propia de la que creíamos haber salido, las cuales pudieron haberse decidido unos meses antes del pasado 7 de agosto en otro “taller” en Tel Aviv, Miami, Madrid o Buenos Aires.
En consecuencia los políticos de hoy en el Tolima que creen reemplazar a López Pumarejo, son de la guerra. Del odio, como sus predecesores de la hegemonía conservadora y de los ejércitos de Cristo Rey, que entre 1934 y 1938 creíamos ingenuamente superar.
O que entre 1942 y 1945 en el segundo gobierno del paisano López Pumarejo, con la esperanza del negro Gaitán, volvimos a creer que lo superábamos.
Pero no. La Nación y el Tolima de entonces (de hoy, de siempre), subyacen al odio heredado, a la fe religiosa en destruir al otro, a aquel distinto a nuestro seguro “yo” político.
Y eso lo saben bien los gringos y el aparato de la inteligencia militar y del corporativismo sionista que les gobierna y decide también por ellos.
De ahí la Misión Kemmerer, la Alianza para el Progreso, el Plan Laso, la Revolución Verde, la Escuela de las Américas, la Guerra contra las Drogas, el Plan Colombia, el Plan Consolidación, la Guerra contra el Terrorismo y hasta el más reciente plan: el Cerco Diplomático.
Al escribir esta nota, seguramente estará por iniciar o habrá iniciado la Invasión a Venezuela, tras haberles fracasado el “Taller” de la “ayuda humanitaria”, desde la tierra que en dos ocasiones gobernó con ideas y con soberanía, López Pumarejo a nombre del Tolima.
Y eso que al paisano le tocó ver el auge y el aplauso inicial del mundo con aquella otra mano invisible: el nacionalsocialismo alemán (inspirador de mucho de lo que hoy se jacta la mano criolla).
Como también ver y vivir lo que fue la génesis ideológica de los recientes Cercos Diplomáticos: la Segunda Guerra mundial.
Y ni así, como tolimense integral y humanista, el paisano dobló la cérvix, acunó la guitarra o reclinó la rodilla ante el entonces poder corporativo gringo-sionista que financió inicialmente al nacionalsocialismo para luego repartirse Europa, África y Asia, en el negocio que es la guerra. Lo de ellos.
Y esa actitud digna y soberana se la cobraron por y desde entonces los políticos del odio, no a él, sino a los que lo apoyaron en Colombia y en el Tolima liberal.
Los chulavitas, los pájaros, la corbata colombiana, los empalamientos, las decapitaciones, las masacres, son apenas algunas de las herramientas de la mano cuando ésta no quiere ser invisible, sino por ratos “negra”, xenófoba, anticomunista, anti-docentes, homofóbica, excluyente.
El empresario académico, el empresario periodista más los otros empresarios que les enfrenten por no haber sido invitados al “Taller”, son solo una de las similares causas que se repiten, que junto a la masacre de las bananeras y al surgimiento del ideal de las razas puras y de los pueblos elegidos por supersticiones, le sirvieron al joven liberal empresario hondano para enfrentar a la semilla de la mano que hoy nos lleva hacia un camino sin retorno: Invadir militarmente a un país soberano como Venezuela.
López Pumarejo hizo lo que pudo, lo que le dejaron hacer, que fue mucho en un país con dos periódicos, dos partidos y 70% de analfabetismo.
Pero nunca dobló la espalda al saludar de igual a igual, porque no tenía cuentas pendientes con la justicia. Ni con la de acá, ni con la gringa, ni con la sionista, ni con la divina, que tanto lo atacó.
De eso aprendimos muchas, muchos y muches que no somos raizales del Tolima, pero nos duele la mano invisible, que junto a la Nación, les lleva al cadalso.
De ese aprendizaje, López Pumarejo como estadista y humanista que fue, nos legó el poder de subvertirnos contra los imbéciles e ignorantes que gobiernan, primero con ideas, por ahora. Luego, el curso de la guerra ajena nos lo dirá.
Inevitable e imprevisible como fue nuestra guerra y más cómo será la ajena a la que nos empujaron sin preguntarnos, le sobrevienen a los, las y les votantes del Tolima muchas ideas en contra del empresariado gobernante o por gobernar decidido por la heredada mano invisible que desde 2002 está secuestrando nuestra tierra: la de López Pumarejo.
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