Opinión
Internet y democracia
30 de Sep, 2018
El aparente disfrute democrático de una serie de logros técnicos y tecnológicos alcanzados durante los dos últimos siglos, nos presenta la idea más reconocida del progreso y la civilización. Sin embargo tras esta publicitada visión positiva se oculta una criminal paradoja: Ese orgulloso racionalismo técnico-científico que nos asombra, coexiste con la más profunda irracionalidad que opera en las relaciones sociales y en la administración política. Esta contradicción, esta “extraña mezcla de barbarie y humanitarismo”, es una de las principales características de las contemporáneas sociedades del capitalismo liberal que, por una parte, promueve la retórica del confort y el consumismo ilimitado, la búsqueda de la “paz perpetua” bajo la tutela de organismos supranacionales y la supuesta plena realización de los derechos humanos en un polo de la estructura social, mientras, simultáneamente, extiende y diversifica, en el otro polo, la miseria, el dolor, el hambre, la explotación y la marginalidad.
La moderna idea de individualidad con las expresiones, sentimientos y sensibilidades de carácter singular, ha desaparecido, eclipsada por la imposición de un uniformismo gregario que cubre todos los gustos y opiniones, en gran medida como resultado de dichos desarrollos científicos y tecnológicos, en particular de los llamados “medios masivos de comunicación”, que paulatinamente fueron conduciendo a los ciudadanos hasta la administración total y el pensamiento único.
Ya Ernst Jünger en su ensayo Sobre el dolor preveía a comienzos de los años treinta del pasado siglo -antes del ascenso del nacional-socialismo en Alemania, del fascismo en Italia y, por supuesto, antes del irrefrenable triunfo de la “democracia” en el unipolar mundo de hoy- que “detrás del carácter de diversión de los medios totales, como la radio y el cine, se esconden formas especiales de disciplina”.
Vivimos el disciplinamiento generalizado de las masas. La marcha triunfal del “progreso” consumista ha generado el total acomodamiento de los seres humanos a los intereses del poder. El imperio tecnocrático que nos apabulla ha logrado suplantar los viejos ideales ilustrados de la democracia, por su virtualidad. El apartamiento ciudadano de los quehaceres políticos y del activismo participativo, ha sido sustituido por la navegación ciberespacial.
El apoliticismo, la apatía, el desencanto de las masas frente a los asuntos públicos y ciudadanos ahora se compensa, resignadamente, por parte de algunos académicos e intelectuales de izquierda, mediante el placebo de la “participación virtual”.
No es gratuito, en estas condiciones de precariedad democrática, de despolitización, de abstencionismo, del enorme desprestigio de los líderes y de la fatuidad de esas llamadas “sociedad civil” y “comunidad internacional”, que se proponga como una nueva opción de rescate de los lazos solidarios y de reencuentro de la comunidad perdida en medio de esta fragmentación universal, el apoyo “revolucionario” a la Internet y a la World Wide Web, con la esperanza de que sus plurales perspectivas logren superar las ya marchitas movilizaciones populares.
Se trata de una especie de terapias personales, de encuentros anónimos de descarga emocional, no de esfuerzos tendientes a la construcción de un movimiento de repudio a la razón instrumental que pesa sobre los humanos. Navegar en la red le permite a este nuevo tipo de “demócratas” y “revolucionarios”, mantener viva la ilusión de una socialización fantasmagórica -del tipo facebook-, creen estar contribuyendo desde el cómodo espacio de sus hogares, oficinas o café-Internet, a generar procesos organizativos de oposición o de aceptación a determinadas políticas.
Zizek ha dicho que las principales actitudes que perviven en la actual izquierda son:
1. Aquella que solamente quiere una tibia confrontación al poder (ecologistas, feministas, sexistas, multiculturalistas...) como política exclusiva y central, abandonando la esfera de la economía, reformistas superficiales que buscan una especie de consenso social.
2. Una segunda tendencia es la de los que simplemente desean restablecer el llamado “Estado de Bienestar”, sin tener en cuenta que variaron las circunstancias históricas y sociales que hicieron “factible” ese fenómeno.
3. Luego están aquellos que venimos analizando, quienes creen que las nuevas tecnologías -como la internet- abrirán caminos expeditos hacia una especie de socialismo virtual ya preanunciado.
4. Otros asumen que manteniendo ortodoxias, válidas quizá en los años treinta del pasado siglo -como el trotskismo- se puede confrontar el capitalismo y aplican mecánicamente análisis ya anacrónicos a las circunstancias, fenómenos y condiciones actuales. Hablan entonces de “la vanguardia de la clase obrera”, y por ahí mismo de “traiciones”, y de “tergiversaciones”, etc. Como creyendo que siguen poseyendo la “línea correcta”
5. La otra representación de la “izquierda” contemporánea es la de los seguidores de “las terceras vías”, que en última instancia no es más que la claudicación de las opciones revolucionarias, en favor del liberalismo.
Todos ellos, según Zizek, son revolucionarios que no desean la revolución, sino el conformismo y el acomodamiento.
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