Historias
La pareja de tolimenses que recorre Sudamérica en una casa rodante
Por: Alejandro Hernández
La aventura que Kevin David y Lizeth Cortés empezaron en la avenida Ferrocarril con calle 37 de Ibagué, los llevó hasta el extremo sur de Sudamérica, hasta el denominado “Fin del mundo”. En su casa rodante, los dos tolimenses han recorrido cinco países, conocido lugares de ensueño y personas inolvidables.
A bordo de su furgón convertido en una casa rodante, la pareja ha viajado durante año y medio por Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Desde comienzos del 2024 se lanzaron a cumplir el sueño de recorrer el mundo sin las prisas que implica el turismo. Sueño que muchos tienen, pero que pocos se atreven a cumplir.
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Junto a su perro Jacobo, un imponente pastor alemán, Kevin y Lizeth han llegado a lugares tan extraordinarios del continente como Machu Pichu, Chimborazo, el Salar de Uyuni, Las Torres del Paine o La Patagonia. Sin embargo, cuentan que ni los lugares más hermosos han representado tanto para su viaje, como las personas que han conocido y el crecimiento personal que han conseguido.

Kevin y Lizeth en Machu Pichu, Perú.
Dos vidas, un destino
Lizeth es oriunda de Murillo, en el gélido norte del Tolima. Kevin es de Ibagué, ciudad donde se conocieron. Ella de origen campesino, él de una familia citadina. Sus destinos se encontraron en el año 2019, cuando Lizeth, siempre inquieta por la fotografía, se inscribió en un curso que precisamente dictaba Kevin.
Para esa época, los dos jóvenes tolimenses perseguían los propósitos convencionales de la mayoría. Un título profesional, un trabajo estable, un carro, una casa, para eso trabajaban; pero en el fondo de sus almas anidaba el deseo de viajar por el mundo y zafarse de una vida mecánica, rutinaria, trivial.
Lizeth es profesional en Salud Ocupacional de la Universidad del Tolima. Kevin ingeniero de sistemas de la Corporación Unificada de Educación Superior (CUN). Antes de emprender la aventura, Kevin y Lizeth cumplieron múltiples oficios. Ella trabajó en restaurantes, casas de familia y supermercados, a la par que estudiaba. Él se hizo fotógrafo y también daba cursos. Hasta que llegó la pandemia del covid en el 2020. Ese fue el primer despertar.
“Con el covid cada uno tuvo que reinventarse, yo cambié de trabajo. La pandemia hizo que nos transformáramos. Nos dimos cuenta de lo frágiles que podían ser los empleos. En cualquier momento uno se podía quedar sin trabajo, y siento que eso influyó mucho para lo que después quisimos hacer”, relata Lizeth.
Desde el principio de su historia juntos, salieron a relucir los gustos y anhelos compartidos. La fotografía, la naturaleza y los viajes les hicieron ver que parte de su alma también se proyectaba en la del otro. Kevin no solo le enseñó a Lizeth de fotografía, sino también el maravilloso mundo de los viajes. Primero viajes cortos, en el mismo Tolima, luego uno más largo por el Pacífico colombiano en moto. Se preparaban para lo que después sería un estilo de vida.
“En febrero del 2021 fue que empezamos ese viaje por la Costa Pacífica. Nos dimos cuenta que había algo más, aparte de estar todos los días yendo a un trabajo tradicional”, recuerda Lizeth sobre ese segundo despertar.
Por su parte, para Kevin ese viaje consistió en mostrarle a Lizeth lo que es la “cultura viajera”, el estilo de vida que adoptan los nómadas contemporáneos, quienes dedican su existencia a recorrer el mundo. “La cultura viajera es encontrar a otras personas que hacen lo mismo y le tienden la mano a uno, lo dejan quedarse en casas, sin ningún tipo de retribución económica. Ella me decía que eso no era posible, que no era lógico, pero le enseñé que sí”, explica él.
Para Kevin, ese viaje por el Pacífico también fue una especie de despertar. “Nunca me han gustado los trabajos de oficina, cumplir horarios, hacer todos los días lo mismo”. Tras ese viaje, alumbró con mayor intensidad en su interior la idea de recorrer Sudamérica en una casa rodante.
Recuerda su último año de bachiller en el colegio Nuestra Señora de Fátima de la Policía en Ibagué, que mientras escuchaba a sus compañeros hacer planes de estudios y de trabajo, él pensaba que inicialmente su destino era viajar, conocer el mundo. Nueve años después ese sueño lo está cumpliendo.

La casa rodante de Lizeth y Kevin en el Salar de Uyuni, Bolivia.
Un sueño posible
Al primero que se le ocurrió tal vez fue a Kevin. Ver a otros nómadas contemporáneos como Charlie Sinewan lo inspiró a querer recorrer el mundo. Sin embargo, fue Lizeth quien aterrizó la idea, despejó temores y le hizo ver que no se trataba de ninguna utopía.
“Liz me dijo que dejáramos de viajar y empezáramos a ahorrar. Dejemos de viajar más de un año, las salidas a cine quedaron canceladas, sin salidas a comer. Solo era trabajar y ahorrar. Liz fue quien propuso ahorrar para una casa rodante”, reconoce Kevin.
Cuando se percataron del precio de las casas rodantes en el mercado, el sueño se hizo todavía más lejano. Hasta 200 millones de pesos costaban. Su presupuesto era mucho menor, por lo que decidieron construirla desde cero. Vendieron su moto y completaron lo que costaba el vehículo, un furgón Kia K3000 del año 2006.
“El carro era una caja vacía, y con cucarachas. No se veía por dónde se podía convertir en una casa rodante. Ahí vino la otra parte del proyecto, que era ‘camperizarlo’. Todo fue por YouTube, buscando ideas, ahorrando y haciéndolo con nuestras propias manos”, apunta Lizeth.
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Por un tiempo, Kevin y Lizeth trabajaron los fines de semana como fotógrafos, y los demás días los dedicaron a las adecuaciones de su casa rodante. “La construimos en seis meses, trabajando de lunes a viernes. Nos ayudaron amigos, familiares”.
En total, la casa rodante les costó alrededor de 80 millones de pesos, que los ahorraron o consiguieron paulatinamente. El resultado, un hogar itinerante con cama, nevera, cocina, horno, televisor, inodoro, ducha. Es decir, todo lo necesario para vivir lo más cómodos posible.
“Primero vino la emoción por ya emprender el viaje y vivir en la casa rodante, pero después vinieron las dudas: de qué íbamos a vivir”, admite Lizeth.
El viaje a otro estilo de vida
El primero de marzo del año 2024, Lizeth y Kevin emprendieron su viaje por Sudamérica. Todavía recuerdan ese día que comenzaron la aventura desde la calle 37 en la avenida Ferrocarril de Ibagué. Partieron cargados de sueños, anhelos, temores, sin un rumbo definido y con un “colchoncito” de ahorros para los primeros meses del viaje.
Su primer destino fue Ecuador. Allí hicieron su primer “voluntariado”, una de las principales fórmulas que hay en la “cultura viajera” para sobrevivir. Consiste en trabajar en hoteles, restaurantes o casas a cambio comida u hospedaje. Una suerte de trueque.
“Trabajamos un aproximado de cuatro a cinco horas diarias, y nos dan comida. Con eso nos ayudamos un poco. Igual hacía falta dinero para ir a lugares turísticos o combustible”, explican, sobre una de las maneras de sobrevivir en la vida nómada de la presente época.
Luego vinieron los videos con dron, también en Ecuador. Con su dron les hacen videos a los turistas en lugares muy concurridos. “Nos funcionó, hicimos ahorros sin dejar acabar nuestro colchoncito, y empezamos a bajar hacia Perú”, narra Kevin.
Más allá de un viaje físico, para ambos tolimenses esta aventura ha sido un viaje de autodescubrimiento personal. Las circunstancias y la necesidad de encontrar formas de subsistencia, los llevaron a dejar atrás sus zonas de confort, salirse del molde, descubrir nuevas facetas, que ni siquiera sospechaban que tenían.
“Es una aventura que se la recomendaría a cualquier persona. Viajar siempre va a ser una experiencia enriquecedora por los lugares que se conocen, culturas diferentes, formas de ver la vida, gastronomía. Aprendes a valorar el tiempo y a vivir con poco”, resalta Lizeth.
El viaje también ha tenido momentos difíciles. El principal, en Perú, donde las llantas de la casa rodante explotaron. Llegaron a pensar incluso en desistir de la aventura. Tuvieron que pedir prestado dinero, hacer rifas o vender tortas para aferrarse a su viaje, para evitar la debacle. “Pensamos que la vida nos estaba diciendo que hasta ahí debía llegar el viaje”.
Pero no, la vida quiso que continuaran. “Hasta Bolivia teníamos una noción muy general de lo que queríamos. Con Salares de Uyuni ya hubiera podido devolverme feliz”, acota Kevin. Allí vivieron un mes, en las salinas más grandes del mundo, un lugar místico, considerado por algunos como el ‘Cielo en la Tierra’. “La estrategia es llegar a un país y adaptarse. En Bolivia hicimos también lo del dron y otra vez generamos un ahorro, para continuar a Argentina”, acota Lizeth.
Una vez más, tuvieron que reinventarse. En Argentina no funcionó el dron y tampoco los voluntariados. “En Ecuador una amiga nos antojó de hacer pulseritas, algo muy común entre los viajeros, pero no nos gustaba por tener que salir a venderlas, nos daba pena. Pero en Argentina, sorpresivamente, se comenzaron a vender”, remarca Kevin.
Con esos ahorros llegaron a otro lugar mágico, que ni siquiera estaba en sus planes: Ushuaia, una ciudad de La Patagonia, considerada el “Fin del Mundo”, por su ubicación en el extremo sur de Sudamérica. “El recorrido por Argentina lo hemos hecho a punta de pulseras y sahumerios”.
Mas allá de esos lugares exóticos y mágicos, que tantas personas anhelan conocer, la vida nómada les regaló a Kevin y Lizeth un puñado de amigos regados por el continente. “Podemos decir que tenemos amigos peruanos, bolivianos, ecuatorianos, argentinos. Personas que siempre vamos a recordar y vamos a tener en nuestro corazón”, expresa Lizeth. Y Kevin agrega: “Más que los lugares, el compartir con personas de otros países es lo más grato”.
Ahora Kevin, Lizeth y hasta Jacobo viven más despacio. Atrás quedaron sus vidas convencionales cargadas del vértigo cotidiano. “Hemos aprendido que vivir más lento, porque la ciudad te acelera la existencia”, revela Kevin. “Deja uno de ser materialista, ambicioso. Viajar en casa rodante es un antes y un después en la vida”, añade Lizeth.

Kevin y Lizeth en Las Torres del Paine, sur de Chile.
¿Y ahora qué?
Kevin y Lizeth se encuentran actualmente en la provincia de Córdoba, Argentina. A sus 30 y 32 años, respectivamente, Kevin y Lizeth pueden decir que ya recorrieron la mitad del continente. Ahora enfilan baterías hacia el norte. Todavía les queda por recorrer Uruguay, Paraguay, Brasil y tal vez Venezuela.
“Por ahora pensamos en terminar bien la primera etapa, Sudamérica. Tomarnos el tiempo que se merecen esos países. Después veremos si Europa, Centro América o el mundo entero”.
Al final del actual periplo, ambos tolimenses anhelan volver a casa, a las majestuosas montañas verdes, a los particulares frailejones y a los ríos caudalosos.
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