Por: José Baruth Tafur G.

*Abogado
Especialista en Marketing Político y Estrategias de Campaña.
Maestrante Comunicación Política

Completamente desconectado con el pueblo, fueron las declaraciones del presidente Gustavo Petro, lo dijo sin titubeos: “El pobre no usa casi gasolina; el que más la usa es el del carro de cuatro puertas”. 

Con esa frase, que parece más un chiste de mal gusto que una verdad, pretende justificar un nuevo impuesto que golpeará directamente el bolsillo de los colombianos más vulnerables, pero esto no interesa en la agenda de los candidatos progresistas del partido verde y Pacto Histórico. 

Pero, ¿en qué país vive el Presidente, en qué país viven quienes aplauden como focas? Porque en el nuestro, en las calles polvorientas y las avenidas congestionadas, por cada carro circulan tres motos, y esas motos no son de millonarios ni de políticos son de domiciliarios que llevan el almuerzo a nuestras casas, son transportes que utilizan madres que van con sus hijos al colegio, de campesinos que traen la leche y las verduras desde las veredas, de obreros que trabajan de sol a sol. Son de los pobres a quienes, con toda desfachatez, se les dice ahora que “casi no usan gasolina”.

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El propio RUNT, Registro Único Nacional de Tránsito en Colombia lo confirma: el 62 % del parque automotor en Colombia son motos. Y la ANDI es clara: el 91 % de sus dueños pertenecen a estratos 1, 2 y 3. Es decir, los que menos tienen, los que cargan sobre sus hombros el peso de sobrevivir en un país en el que están acabando con la vida de quienes piensan distinto, sin importar que sean un actor veredal o candidato presidencial.

 ¿Cómo puede entonces el Presidente atreverse a decir que ellos no dependen de la gasolina? ¿Cómo puede minimizar así la realidad de millones de hogares que, sin una moto, simplemente no podrían trabajar ni comer?

La indignación es constante y en continuo crecimiento. Es consecuencia de ver cómo, con cada declaración del Gobierno Petro y su partido, nos pinta un país que no existe, un país de caricatura donde los pobres caminan y los ricos conducen. Nos pintan cifras que no son creíbles y/o posiblemente modificadas, pero que utilizan para lavar sus manos, como es el caso  del PAE que tratan de trasladar su responsabilidad a las entidades territoriales, ¡qué poca gallardía!.

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 Pero aquí, en la vida real, subirle el IVA a la gasolina no solo encarece el transporte individual: encarece el transporte público, sube el costo de la comida, golpea al campesino, al comerciante, al taxista, al domiciliario, al vendedor ambulante. En otras palabras, golpea al mismo pueblo colombiano que el presidente dice defender.

Señor presidente: los pobres sí usan gasolina, y la usan todos los días para trabajar, para sobrevivir, para no morirse de hambre. Decir lo contrario es ignorarlos, invisibilizarlos y, peor aún, convertirlos en víctimas de un nuevo golpe económico disfrazado de reforma justa.

La ciudadanía no puede quedarse callada. Este no es solo un impuesto: es un atentado contra la dignidad y el sustento de millones. Es hora de levantar la voz, de exigir respeto y de recordar que cuando un gobierno y su partido, el Pacto Histórico. Partido Verde, Comunes legislan contra su pueblo, el pueblo tiene la obligación moral de movilizarse.

Porque al final, la pregunta que queda en el aire es sencilla: ¿quién está más desconectado de la realidad, los ciudadanos que viven en la calle o el Presidente que gobierna desde un escritorio junto con sus aliados?.