Columnistas
Sin mujeres no hay transformación
Por Martha Alfonso
*Representante a la Cámara
Hace unos días, en medio del bullicio político que atraviesa Colombia, participé en la Cumbre Nacional de Mujeres Verdes. Allí, 500 mujeres de todos los rincones del país nos reunimos para conversar, disentir, construir y proyectar.
Fue imposible no sentir un nudo en la garganta al ver a lideresas jóvenes, campesinas, académicas, militantes, electas, afrodescendientes, indígenas y mujeres diversas, compartiendo sus experiencias y luchas. En ese espacio recordé algo que me acompaña desde que decidí participar en política: no hay transformación posible sin las mujeres.
Colombia ha avanzado, sí. Pero todavía arrastra una deuda histórica con las mujeres en política. Aunque la participación de electas en el Congreso aumentó diez puntos porcentuales, fenómeno en el que contribuyó de manera importante el Pacto Histórico con listas cremallera, en el ámbito territorial aún persisten muchos rezagos: en las elecciones territoriales de 2023, aunque el 61,8 % de las mujeres habilitadas para votar acudieron a las urnas, superando la participación masculina, las mujeres sólo representaron el 39.05% del total de candidatas y apenas el 18.75% de las gobernaciones y 13.3% de las alcaldías electas. Sólo una ciudad capital de departamento, Ibagué, está gobernada por una mujer en Colombia.
Las mujeres somos mayoría en el electorado, pero minoría en las decisiones, una desigualdad que no es casualidad, es estructural. A diario enfrentamos violencia política de género, techos de cristal, lógicas patriarcales enquistadas en los partidos, en los medios y en las instituciones. Muchas veces se nos exige más, se nos juzga distinto, se nos mide con varas desiguales. Pero también he visto la fuerza de las mujeres que no se rinden. Y ahí radica nuestra potencia.
El Tolima atraviesa por un interesante momento para la participación política de las mujeres: no solo la única alcaldesa de ciudad capital, sino la primera mujer gobernadora y la primera vez que la bancada parlamentaria es paritaria: 3 mujeres hoy representan a los tolimenses en la Cámara del Congreso. Ojalá esta no haya sido una particularidad de un momento histórico, sino que marque la senda de la política para lo que deviene.
El actual ciclo de reformas sociales presentadas por el actual gobierno, ha abierto una oportunidad histórica para transformar la vida de las mujeres en Colombia. La Reforma a la Salud, busca garantizar un acceso más equitativo a la salud, descargando en gran medida a las mujeres de la labor de cuidado que casi siempre recae en sus hombros. La Reforma Pensional reconoce por primera vez el trabajo de cuidado no remunerado como parte de la base para acceder a una pensión, dignificando la vida de millones de mujeres. La Reforma Laboral, ya ley de la República, incorpora un enfoque de derechos que puede reducir brechas históricas en el empleo femenino. Estas reformas no son solo técnicas: son apuestas políticas que ponen la vida de las mujeres en el centro de la transformación nacional y que nos van a permitir seguir avanzando.
Colombia se aproxima a un nuevo ciclo electoral, y es evidente que la discusión pública está marcada por una polarización profunda que no solo atraviesa a los partidos, sino también a los movimientos sociales y a la ciudadanía. En este contexto, las mujeres tenemos un papel crucial para tender puentes, romper inercias y proponer nuevos pactos sociales. Las dinámicas políticas actuales siguen reproduciendo formas patriarcales de ejercicio del poder: se prioriza la confrontación sobre el diálogo, la lógica de bloques sobre la construcción colectiva. Frente a ello, las mujeres —desde nuestras diversidades— hemos demostrado históricamente capacidad para tejer alianzas amplias, generar consensos y mantener la centralidad de la vida y los derechos en el debate público.
Este es un aprendizaje que la política tradicional necesita urgentemente si quiere estar a la altura de los desafíos que vive el país: la implementación de las reformas sociales, el cierre de brechas territoriales y de género y la garantía de derechos fundamentales. Además, la aparición de liderazgos femeninos en el debate nacional, con diversas candidaturas de mujeres de todos los espectros en la contienda presidencial como Carolina Corcho por el Pacto, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal por el Centro Democrático; Claudia López por firmas, entre otras, rompen inercias históricas y obligan a que la discusión política deje de estar monopolizada por los mismos actores de siempre. Hay un despertar de las mujeres en la política, es nuestro momento.
La democracia será verdaderamente sólida cuando deje de ser patriarcal. Las reformas serán sostenibles cuando reconozcan el trabajo de las mujeres en todos los ámbitos de la vida social y económica. La política será transformadora cuando deje de vernos como cuota y empiece a reconocernos como actoras políticas fundamentales, cuando deje de temerle y de odiar nuestros liderazgos.
Mi compromiso, como mujer y congresista, es seguir empujando las puertas que aún están entreabiertas para que las que vienen detrás, no tengan que empujarlas solas.
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