Columnistas
La poesía y el renacer del verbo en el festival del libro FELIT 2025
Por: Edgardo Ramírez Polanía
La poesía, ese fuego inextinguible del espíritu, ha sido desde los orígenes de la humanidad, la forma más elevada de resistencia frente al tiempo. Ninguna fórmula ni escuela consigue apresarla; porque ella, como la vida misma, se renueva en su propio misterio.
Lo sabían Daniel Arango y Javier Arango Ferrer cuando hablaban de la inmortalidad del arte como signo de la naturaleza de la existencia, ese aliento que sobrevive más allá de los siglos porque nace de la verdad interior del hombre y no de la fugacidad de instante o Juan Lozano y Lozano, cuando dijo que: La poesía es la más rigurosa de las disciplinas del espíritu y quien escribe versos busca en el lenguaje la verdad que huye del mundo”.
Hoy, cuando la prisa y la apariencia han querido sustituir el pensamiento, el Festival del Libro del Tolima, FELIT 2025, vuelve a recordarnos que el verbo aún tiene morada en los misterios del alma. Del 6 al 9 de noviembre, Ibagué será nuevamente la ciudad del espíritu, el recinto donde los poetas y narradores se reúnen para celebrar el milagro de la palabra.
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Allí, estarán autores consagrados como Mario Mendoza, Arancha Mellado, Laura Restrepo, Juan Gabriel Vázquez, Piedad Bonnett, Jorge Franco, Olga Behar, Pilar Lozano, José Luis Díaz Granados, Carlos Orlando Pardo, Alberto Santofimio Botero, Jorge Eliécer Pardo, William Ospina, e invitados internacionales Fernando Aramburu, Tracy Wolf, Elise Cova, y Kim Un. Sus voces que desde distintos ámbitos de la literatura mantienen encendida la llama de la belleza y la memoria.
Pero este festival no es solo un acontecimiento literario, es una resurrección de la palabra ancestral que ha definido la identidad del Tolima. En ese linaje se alzan los nombres que Carlos Orlando Pardo reunió en su monumental antología Poetas del Siglo XX, donde aparecen Juan Lozano y Lozano, Nicanor Velásquez, Martín Pomala, Carlos Martín, Jorge Rojas, Luis Vidales, Eliécer Gaitán Mahecha, Rafael Maya, Fernando Soto Aparicio y Víctor Manuel Patiño, entre otros. Ellos forjaron el tono y el temple de la poesía tolimense; una poesía que canta al paisaje y al alma, a la montaña que dialoga con el hombre, al amor y convirtió la inteligencia en música y la palabra en eternidad que se resisten entre el polvo de los años.
De esa raíz nacen los poetas contemporáneos, herederos de la tradición de Juan Lozano y Lozano, que supo hacer del dolor un motivo de belleza, William Ospina, con su voz de claridad y destino, es quizá el símbolo más visible de esa continuidad; en él se funden la historia, la contemplación y el pensamiento, como si la palabra fuese la forma natural del espíritu.
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Carlos Orlando Pardo Premio Gustavo Adolfo Bécquer y Jorge Eliécer Pardo, desde la narrativa y la memoria, han tejido una obra que rescata lo mejor del alma regional, uniendo el testimonio humano con la creación estética. Todos ellos conforman una constelación viva que mantiene al Tolima como cuna de la poesía y patria secreta de la palabra.
Decía Alberto Santofimio Botero, poeta, escritor y orador, en un prólogo que escribió en un libro de poesía de mi autoría en 1997 Fragmentos de Luz:
“Quien recorra estas páginas tendrá que reconocer un inmenso amor al prójimo, un hecho creativo zambullido en lo misterioso, en lo insondable que balbucea en silencio su particular visión del mundo, que cuando se le antojó tocar con su lúcida frente las estrellas, ya no fue dueño ni responsable de lo que dijo, ni de su valor o de su mérito”.
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Y que ningún milagro intelectual del hombre supera al milagro de la poesía. Y tenía razón: solo ella, con su fuerza interior y su gracia invisible, puede salvarnos del olvido. El FELIT 2025 es la afirmación de ese milagro, la demostración de que en medio de lo cambios, de las ruinas y del ruido, la palabra sigue siendo el más alto gesto de esperanza. El Tolima, tierra de música y de sueños, vuelve a levantar su voz para decirle al país que la inmortalidad no es un mito, sino una forma de fidelidad con el alma.
En el silencio de sus valles, en la música de sus aguas, en los versos que nacen del asombro, el Tolima sabe a poesía y música eterna. Y mientras haya un poeta que escriba y un lector que escuche, la poesía seguirá habitando el aire como un rumor de eternidad. “En el Tolima la palabra no muere. Se eleva en su canto y vuelve, a decirnos que la belleza de la poesía es la forma más pura del sentimiento”.
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