Por Elí Zuleta

*Médico cirujano

El 7 de octubre surgió en los titulares de nuestro espacio que, nuevamente, el Federico Lleras —de ahora en adelante, el “Kiko Lleras”— no posee los presupuestos para adquirir insumos y medicamentos. Además de eso, la misma Gobernadora reconoce que la crisis de salud es tan grave que desde mayo no se les paga a los especialistas, y los sueldos del personal de planta se adeudan desde septiembre.

Nuestra mandataria ha señalado que se han establecido mesas técnicas para llegar a acuerdos de pago entre las EPS y el “Kiko Lleras”. Sin embargo, esas mesas —que en el papel suenan prometedoras— suelen terminar siendo un saludo a la bandera.

Hay que reconocerle a la Gobernadora su voluntad política y su disposición a enfrentar la crisis; eso es innegable. Pero el problema no está en su gestión, sino en que el diálogo se orienta hacia los actores equivocados.

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¿Por qué la gestión está mal dirigida? Bueno, eso podría explicarlo muy bien una canción de Silvestre Dangond: “La cadena de la deuda”:

“Ay yo le pago cuando me paguen,

 si es que le pagan al que me debe a mí,

 y yo te juro que si le pagan,

 cuando me paguen también te pago a ti.”

El asunto es serio, aunque parezca tragicómico. La salud en Colombia está atrapada en ese ciclo: hospitales que dependen de las EPS, EPS que dependen de los giros del Gobierno, y un Gobierno que promete desembolsos que nunca llegan a tiempo. Es el realismo mágico aplicado a la administración pública. —Digna gestión de nuestro “ultimo Aureliano”—.

Como comenté en mi columna de hace dos semanas, el problema de fondo no se encuentra en que la EPS no pague; el problema tangible está en que el Gobierno nacional no ha ajustado las tasas de la UPC, y, para atizar más la situación, no gira los fondos hacia las EPS.

Por eso, la crisis del “Kiko Lleras” no es un fenómeno local ni un error de la gobernación: es consecuencia de una política nacional clara, impulsada desde el alto gobierno, que pretende reestructurar el sistema de salud ahogando financieramente a las EPS. Y cuando las EPS se asfixian, arrastran con ellas a las IPS, a los hospitales públicos y, en última instancia, al personal médico.

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De nuevo, Silvestre lo resume con ironía:

“Ay esta es la cadena de la verdad,

 que tenemos que aceptarla así,

 que con un solo eslabón que deban

 se queda endeudado todo el país.”

Cualquier intento de solución desde lo regional, por bien intencionado que sea, terminará chocando con un muro de burocracia, normativas y omisiones nacionales. Pedir al Tribunal del Tolima que sancione a las EPS puede sonar contundente, pero sin la inyección real de recursos desde la ADRES, los fallos se quedan en papel.

Reconocer la crisis no es un gesto político, de hecho, es un diagnóstico honesto. Sin embargo, el problema no se resuelve culpando a los intermediarios, sino corrigiendo el flujo financiero y administrativo que depende del nivel central. De lo contrario, seguiremos escuchando promesas, mientras el “Kiko Lleras” precariza sus servicios y los profesionales de la salud sobreviven a punta de paciencia.

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Si se presiona más a las EPS, estas terminarán declarándose en insolvencia y disueltas. ¿Y la deuda?  —Pues que mi Dios te pague… —

La solución ya está dada: la Corte, en varias sentencias contra el Ministerio de Salud, ha ordenado modificar las UPC y ha solicitado el desembolso desde la ADRES hacia las EPS. Es más, el ministro —por cierto, muy amado y admirado por algunos ibaguereños— se ufana diciendo que giran directamente a los hospitales, pero, de momento, al viejo “Kiko Lleras” nada le llega.

Y como vivimos en el país del mesías reencarnado, en la potencia mundial de la vida… Y de la ignorancia, donde cualquiera con título comprado puede hacer parte del “gobierno”, pues dichas sentencias han sido ignoradas. Así que no nos queda más que vivir sabroso, fiar una fría y escuchar un buen ‘silvestrazo’.