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Restaurante El Cural Parrilla, ejemplo de calidad y atención
Preámbulo:
Es universalmente conocido el adagio: "El cliente siempre tiene la razón, aunque no la tenga". Sin embargo, en el mundo real, los reclamos justificados suelen ser recibidos con las ya famosas y repetitivas "DISCULPAS" de empleados y dueños. Estas excusas, conocidas por todos, solo evaden la responsabilidad. Un reclamo debe ser siempre verificado y, sin entrar en controversias ni "herir egos", debe ser el punto de partida para corregir, mejorar o cambiar lo que generó la insatisfacción.
Si bien los clientes son "cómplices" de las falencias al no reclamar cuando la situación lo amerita, lo más desalentador ocurre cuando sí lo hacen. Con frecuencia, el mesero recibe la queja, pero la excusa para evadirla es que "el administrador o dueño no están", haciendo que el reclamo simplemente se esfume.
La falla del menú: Otra falencia frecuente se presenta en la carta. Es inaceptable que siempre haya platos que "ya no venden", "no preparan ese día" o de los que "no consiguen la materia prima". Si un plato no está disponible de forma permanente, debe suprimirse del menú. Si es temporal, debe taparse e informar de antemano. Un restaurante que constantemente vende "NO HAY, SE ACABÓ" está destinado al fracaso. Señores dueños: un restaurante vive y perdura por sus clientes.
Dicho lo anterior, dejando atrás estas frustraciones recurrentes, pasemos a manteles.
Recordando la grata experiencia de mi viaje a Honda y el restaurante Los 40 Puentes, en esta ocasión decidí salir a la zona rural, donde me informan hay una buena gastronomía. El Totumo fue el lugar escogido. Allí visité el restaurante El Cural Parrilla, un sitio de ambiente campestre que destaca por su amplio parqueadero y una buena zona de recreo y juegos para niños.
El restaurante es tipo cabaña, grande y abierto, con ventilación total. El recibimiento fue muy cordial y amable por parte de las empleadas (solo vi mujeres atendiendo), quienes estaban bien puestas en su indumentaria, y me invitaron a seguir y me acompañaron a la mesa.
La decoración es sencilla y muy artesanal. Las mesas, bien dispuestas y limpias, contaban con sus utensilios básicos y los cubiertos en bolsa de papel. La carta es sencilla, bien presentada y con pocos platos, pero variados: pescados (4), parrilla (6), platos fuertes (4), menú infantil (2), bebidas, postres y adicionales.
Estos restaurantes con pocos platos, pero variados, ofrecen seguridad de calidad, frescura y, sobre todo, no presentarán agotamientos (al menos no el día de la visita), gracias al fácil manejo de inventarios. La cocina, totalmente abierta hacia los clientes, es mediana, está bien dispuesta, y destaca por su excelente manipulación de los alimentos y su aseo impecable.
De bebida, pedí un refajo (cerveza y colombiana), servido en jarra de vidrio con su respectivo vaso. Tardó 7 minutos en llegar. (Advierto que, como de costumbre, cronometro los tiempos desde la llegada hasta la salida).
En el lugar estábamos aproximadamente unas treinta personas: había mesas con cuatro, con doce y la mía.
Ordené mi pescado favorito: Bagre Marinero. Le pedí a la empleada que me informara su contenido, dándome una sencilla, pero clara descripción: Bagre bañado en salsa marinera criolla (tomates, cebolla, pimentón, condimentos, etc.) con productos de mar (camarones, ostras, calamar, etc.), acompañado únicamente de arroz blanco.
Fue un acierto del chef acompañar este plato solo con arroz, pues un plato Marinero (al igual que la cazuela de mariscos) solo debe acompañarse con este ingrediente. ¡Buen punto! Tardó 22 minutos en llegar. La presentación fue sencilla, pero sobria, y la cantidad moderada, pero suficiente. El pescado mostró frescura total, y la salsa, aunque suave, resaltaba todos los ingredientes.
Mi opinión muy personal (y lo reitero siempre) es que uno debe pararse de la mesa "con un poco de hambre", no con esa llenura que perdura todo el día. Por el contrario, con porciones justas, se percibe una sensación agradable y se resalta el sabor de la comida ingerida. No pedí postre, pues la sensación placentera que me dejó el plato no merecía ser perdida con un dulce adicional.
Solicité la cuenta. Antes de irse, la empleada me preguntó por mi estadía: "¿Cómo le pareció el pescado?". Al ver mi plato vacío, sonrió y obtuvo su respuesta. "¿Desea incluir el servicio? Lo esperamos nuevamente y fue un gusto atenderlo".
Lo sencillo, pero bien puesto; la educación y atención respetuosa, y la calidad de la comida, todo esto con dedicación y esmero, hacen de este restaurante su sello de calidad y garantía. La vivencia fue muy agradable. Ojalá que perdure para bien, pues llegar a la cima es fácil; lo difícil es mantenerse en ella.
Calidad/Precio: Excelente
Calificación (1 a 5): 4.5
Volvería: Sí
P. D.: Como de costumbre, siempre visitaré nuevamente estos restaurantes que obtienen buena calificación para verificar su continuidad o desmejoramiento.
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