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Miguel Merino: el visionario emprendedor, y el gran arquitecto de la Amistad

Miguel Merino: el visionario emprendedor, y el gran arquitecto de la Amistad

Por:  Alberto Santofimio Botero 


Por los limpios antecedentes de su saga familiar, Miguel Merino Gordillo estaba destinado a seguir la huella de emprendimiento y laborioso esfuerzo de los suyos. La estirpe de los Merino se distinguió por la creación de prósperas empresas en el siglo anterior.

Sus actividades de comercio, producción y exportación tuvieron fortuna y éxito indudables. Sin embargo, paralelamente algunos de ellos mostraron su interés por causas cívicas y políticas, particularmente en la etapa de la república liberal y de la Revolución en Marcha.

Al haber tenido esta familia la sede principal de sus negocios a la orilla del río grande de la Magdalena, en el legendario puerto de Honda, y la amistad de sus mayores con el gran protagonista de esos tiempos, el expresidente Alfonso López Pumarejo, oriundo de esa espléndida ciudad colonial, explican, a la luz de la historia, estos nexos y cómo se fue labrando la vocación familiar.

La firma Merino hermanos tenía compras de café en Ibagué, Líbano y la Palma y trilladoras en Honda, Útica, Armenia, Tuluá y Buga, y desde Honda, en épocas del transporte fluvial, salían hacia el puerto, en la búsqueda del Mar, para llegar a los mercados de los Estados Unidos y Europa. Fue tal su éxito como exportadora que logró ser contratada para proveer al ejército norteamericano.

Así mismo, por aquella época, los hermanos Merino compraron a la familia Espejo la conocida fábrica de jabones Azul K, en la que Miguel, aún de estudiante, y recién casado con su virtuosa y leal compañera de la existencia, Patricia Maldonado, comenzó su actividad de ágil y afortunado vendedor.


La febril actividad económica no fue impedimento para que varios miembros de la familia Merino participaran activamente, y comprobando interés y éxito en justas electorales de aquel tiempo, y en posteriores episodios de la vida democrática regional.


Germán Merino fue diputado a la Asamblea del Tolima, cuando la Constitución Política, vigente en la época, le daba a las asambleas el privilegiado encargo de elegir los senadores de la república. Por esta razón, quienes allí llegaban tenían una enorme importancia en la vida de los partidos políticos y en el escogimiento de los miembros de la más alta corporación de elección legislativa del país.

Otro pariente suyo, conocido popularmente como “el negro Merino” fue protagonista de los acontecimientos del 9 de abril en Honda. Fue, desde entonces, polémico líder cívico, concejal en varios periodos y exigente crítico de los alcaldes y de los políticos de turno. En las manifestaciones en la época de la resistencia liberal, sus arengas se caracterizaban por un sello de inconformidad, protesta y valor civil.

Por el lado materno, los Gordillo tuvieron una activa presencia en la defensa de la democracia. . Gustavo fue senador de la república, en momentos cruciales de la república liberal, amigo del doctor Eduardo Santos y opositor a la reelección de López Pumarejo en 1942. Sus actividades económicas y políticas tuvieron como eje principales ciudades de Rovira e Ibagué. La hermana de éste, doña Rosa María Gordillo de Céspedes Vargas, insigne pedagoga, caracterizada líder del magisterio y de las organizaciones femeninas en la época del frente nacional, persona muy cercana y de toda confianza del ex presidente Darío Echandía. Ocupó, a nombre del liberalismo, la Secretaría de Educación del Departamento, y, además, cargos directivos de las organizaciones femeninas que dirigían en ese entonces Esmeralda Arboleda de Uribe, María Currea de Aya y Pepíta Calderón de Lozano Agudelo, entre otras.

Además, de 1966 a 1968, ocupó, con autoridad y brillo, una curul como diputada a la Asamblea del Tolima, impulsada por el Maestro Echandía, Rafael Parga Cortés y Alfonso Palacio Rudas. Fui colega  suyo en esa corporación donde iniciaba mi carrera política, y aprendí de ella, valiosas lecciones de exquisito liberalismo. Sabía enseñar, era su determinante vocación. Y, los jóvenes diputados supimos aprenderle la lección.

Podríamos decir entonces, que, por un imperativo categórico de sus antecedentes familiares, Miguel Merino Gordillo estaba llamado a moverse entre el trabajo laborioso y la inescapable vocación, en algunas etapas de su existencia, por la política, el gobierno, la diplomacia y la actividad legislativa.


La antigua amistad de nuestras familias facilitó el encuentro con Miguel Merino Gordillo y el nacimiento de una amistad franca, íntima, generosa y leal, que ha permanecido imbatible lo mismo en tiempos de gloria que en los de sufrimiento, por más de cincuenta años.  


Merino venía de su brillante experiencia académica en la Universidad de los Andes, claustro en el cual se distinguió por su sed de conocimiento, su talento, su ánimo en adentrarse en áreas del conocimiento tanto en su profesión de arquitecto como en las complejas disciplinas de las humanidades; del arte, la historia y la cultura.

En esa Universidad fundada por un grupo de jóvenes intelectuales liderado por el tolimense Mario Laserna Pinzón, contando con el decisivo apoyo del ex presidente Alberto Lleras Camargo y del filósofo y escritor de los célebres “Escolios”, Nicolás Gómez Dávila, entre otros, Merino tuvo la fortuna de contar con un selecto grupo de valiosos profesores cómo Abelardo Forero Benavides, Martha Traba, Germán Samper, Daniel Arango, y Rogelio Salmona.

En ese ambiente de ebullición cultural y de grandes cambios sociales, su trasegar universitario estuvo acompañado por el aprecio de sus compañeros de la fraternidad “Upsilon Alpha”, entre los cuales sobresalían Guillermo Perry, Roberto Junguito, el genial Pintor Luis Caballero y el actor Kepa Amuchastegi.  

En 1968, habiendo llegado yo por primera vez a la Cámara de Representantes, tuve un primer encuentro personal con Miguel, sobre el tema de los Novenos Juegos Nacionales, a celebrarse en Ibagué. El estaba vinculado a ese sueño de los Ibaguereños liderado por Enrique Triana Castilla y Roberto Mejía Caicedo, entre otros, y que todos unidos, políticos, gobierno y empresarios apoyamos con febril y decidido entusiasmo.

Otra de las actividades que guiaron su ruta vital por Ibagué, fue el salvamento de la empresa constructora COLSUIZA de Walter Rothisberger, que presentaba serios problemas económicos. Con gran acierto, Miguel se empeñó en construir viviendas para clase media y popular, logrando el salvamento exitoso de la empresa, con la construcción de los barrios Irazu, La Granja y Las Palmas.

Siguiendo la huella progresista de Pedro Gómez Barrero, creador de la gran superficie comercial Unicentro, en Bogotá, Merino se empeñó en la idea, poniendo sus ojos en el centro histórico de Ibagué. Así logró construir el Centro Comercial Combeima, el primero de su género en el Tolima y uno de los más importantes en la región. Fue una iniciativa prospera, que le dio, además, de manera visionaria, aires de progreso y de modernidad a nuestra amada ciudad de antaño, la cual fue calificada por Germán Santamaría en la revista Diners como “una audacia de provincia”.

Consciente de la condición visionaria y ejecutiva de Merino, y de la manera talentosa como sabía moverse entre los protagonistas de la empresa privada, los partidos políticos, los clubes sociales, los medios de comunicación, los profesionales jóvenes, resolví encomendarle la tarea para que, en asocio con mi tía Mariela Albarán de Santofimio, coordinará el llamado “Voluntariado de la Esperanza”, que le dio un aire fresco, significativo y renovador a la política de Ibagué y del Tolima, contribuyendo a un despertar democrático de gentes que era ajenas y distantes del acaecer electoral. Por esas mismas virtudes y ejecutorias, tomé la decisión de incluirlo en las listas para el Concejo de Ibagué, para que allí aportará sus novedosas y valiosas ideas de urbanista y planificador.

Más adelante, de una lista de importantes y representativos voceros del liberalismo unido del departamento, lo escogimos, el presidente Turbay Ayala y yo, para dirigir con ecuanimidad, prudencia, espíritu realizador y decidido acierto, los destinos de nuestro departamento.

En mi empeño de aportar, desde la vida pública, en construir y hacer obras para la comunidad, acordamos traer a su solar nativo al profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia, humanista y liberal puro, el también arquitecto Carlos Martínez Silva. Merino Gordillo y Martínez Silva jalonaron el progreso del Departamento y sus gestiones fueron subrayadas con la opinión francamente favorable de las mayorías ciudadanas. Eran tiempos felices y virtuosos, donde los hombres llegaban a dirigir los destinos públicos no buscando usar el poder para enriquecerse o ascender en la escala política, sino para servir con profunda dignidad, y manejar con impecable decoro el patrimonio público para el desarrollo social.

Ajeno a cualquier asomo de ambición política, lo convencí un día de que aceptara ser mi suplente en el Senado de la República. Por la trágica y temprana muerte de Juan Tole Lis, mi “compañero del alma, compañero” como diría el poeta Miguel Hernández, Merino permaneció durante un tiempo importante en la más alta corporación legislativa del país.

Luego tuvo un breve periplo diplomático en Boston el que aceptó por su voluntad de continuar con sus estudios de planeamiento urbano y regional en la prestigiosa Universidad M.I.T. Allí mismo, su espíritu emprendedor abrió los ojos hacia el mundo prometedor de la comida rápida y fue así como logró conectarse, con acierto y fortuna, con los dueños de la reconocida marca Dunkin Donuts, para luego, convocando voluntades familiares, dentro de las que destacaron la de Jorge Rothisberger, su amigo personal y el reconocido empresario Gregorio Maldonado, consiguió la exclusividad de la franquicia para Colombia, la cual ha mantenido con gran éxito por más de 38 años, consolidando una admirable grupo familiar, al lado de sus hijas María Lucía, Ana María y María Fernanda, generando importantes oportunidades de trabajo para jóvenes de diversas ciudades del país, continuando con su aporte al progreso de Colombia, y gozando de merecido prestigio por la calidad de sus productos y la seriedad de su empeño empresarial.

Alguna vez refiriéndose a los honores y distinciones que, merecidamente, logró en la vida pública este amigo esencial, el inquisitivo periodista regional Arnulfo Sánchez López, en su famoso programa radial de ”Eco Noticias”, le preguntó que cuántos votos tenía para haber sido elegido concejal de Ibagué, Gobernador, Senador y Ministro de Desarrollo, a los cual respondió, de forma serena y ocurrente: “tengo un solo voto, el de Santofimio y ese me ha bastado”.

Lo anterior, tiene una merecida salvedad, cuando el presidente Virgilio Barco, agradeciendo haber teñido su candidatura del encendido rojo popular del Tolima, y haberle aportado un resultado de entusiasmo numérico significativo y trascendental para su triunfo, ofreció darle la oportunidad a un amigo mío de llegar a su gabinete ministerial. Fue así como me reuní con él en la casa de su asesor y consejero Gustavo Vasco, y allí le presenté las hojas de vida de importantes figuras del Tolima y del país, que me estaban acompañando en mi ardorosa batalla política, Barco las fue mirando en silencio, minuciosamente. Iba subrayando con un lapicero de color verde y otro de color rojo aspectos de cada una de ellas que le llamaban su atención. Y yo las había presentado en estricto orden alfabético. Cuando le tocó el turno a la M, leyó con rapidez la hoja de mi paisano y amigo, y dos veces vi que subrayaba una parte de la hoja de vida, la cerró con fuerza y dijo, tráeme a este amigo, porque si es bilingüe, formado en la escuela de M.I.T y además tiene condiciones de empresario y de político, es precisamente a quién necesito para que me acompañe en el gobierno.

Volviendo la mirada atrás, recorriendo en la memoria el camino que juntos hemos transitado, yo mismo me sorprendo, de la circunstancia excepcional que significa una amistad verdadera. Difícilmente encuentro en los años vividos, algunos en que no nos hayamos comunicado Miguel y yo, estando en disímiles circunstancias de nuestras actividades y nuestros destinos. Yo le comento, como pan diario, mis escritos y mis sueños, y él, desde su óptica de líder del sector privado, me comunica las vivencias de sus empresas y, las resonancias del sector económico colombiano. Intercambiamos opiniones y criterios leales a la sentencia del profesor Gregorio Marañón, del infinito respeto por la opinión del otro, en las pocas veces en las que no coincidimos en aspectos esenciales.

A nuestros años, ya en el “alegre atardecer de nuestras vidas”, como diría nuestro paisano el ilustre ex presidente Alfonso López Pumarejo, nos ha tocado sortear el manejo providente de esa selva compleja de la red digital. Suelo comentarle opiniones diversas sobre la “civilización del espectáculo” de textos de Sartori, Vargas Llosa, y Hannah Arendt, la genial escritora de “la Pluralidad del mundo”. Y remató casi siempre, repitiéndole con Carlos Ruiz Zafón, el escritor más vendido en lengua española después de Cervantes, cuando en “La Ciudad del vapor” afirma que cuanto "más inteligentes son los móviles más tonta se vuelve la gente”. Me duele el destino de gente de todas las edades que dejaron a un lado los libros, y quedaron atrapadas en ese extraño y repugnante mundo de mentiras, sesgos, y verdades a medias de Google, Facebook, Twitter, los senderos más fáciles y expeditos para caer en el túnel oscuro de la mediocridad sin regreso.


La pandemia del Covid-19 ha castigado cruelmente, de una y otra forma, la vida de todos los seres humanos en el universo. Por su cuenta, todos hemos perdido parte de la libertad, el sosiego, la comunicación personal, la movilidad, la salud, la tranquilidad, y lo peor, el derecho humano a la felicidad. Incontables familias han perdido alguno de los suyos, en el extravío de este maldito virus, y hemos visto caer, cerca de nosotros, en brazos de la muerte traicionera, a amigos y amigas de todo nuestro afecto y personalidades de las más diversas extracciones en el mundo civilizado.


Merino y yo, la hemos enfrentado, cada uno a su manera, siguiendo el eco de la canción que hizo famosa Frank Sinatra, cantante emblema para nuestra juventud del amor y la alegría.

Para mí, ha sido este inaudito aislamiento forzado, algo que decidí hacer propicio para sublimar mi tarea de leer, releer, escribir, corregir y romper, la fascinante enseñanza que Julio Cortázar le recomendaba a sus discípulos en París. Evocando a Don Francisco Quevedo y Villegas, me he entregado en la paz de mis actuales desiertos “con doctos, pero pocos libros juntos”. En un itinerario deslumbrante en la historia, la novela y la poesía. Hundido en mis raíces, afincado en mí “residencia en la tierra” haciendo con este gesto un homenaje al título del libro de Pablo Neruda, uno de los más importantes poetas de dos siglos, en lengua española.

En esa dulce “Terra Patrum”, a la sombra protectora de Ocobos y Cámbulos floridos, cuento estrellas en las noches fascinantes de Luna Llena y he soportado con alivio este dolor irreparable de la humanidad, al lado de Liliana, mis hijos y mis amigos. En los amaneceres, mientras va asomando su rostro encendido el “Padre Sol” que cantara nuestro paisano el poeta Martín Pomala, oigo el canto dulce de las aves y el rumor de la inquieta quebrada que pasa por mi lado, camino a alimentar la torrentera de los ríos que proveen de agua las arroceras de la fértil meseta del Tolima.

En tanto, parejamente mi amigo Miguel Merino Gordillo ha enfrentado con coraje y ánimo positivo los embates de la pandemia en medio de ese desafío arrasador. Lo ha hecho con gran entereza, preocupado especialmente por mantener tanto el empleo de sus servidores, como la ilusión de su próspera empresa, y la tradición de su núcleo familiar.

Mi amigo Miguel, espera con ansiedad que se abran de nuevo los cielos y las fronteras del mundo civilizado para continuar su periplo de gozador de la vida contando también estrellas, pero las Michelín de los mejores hoteles y restaurantes. Ambos, a la serena espera de la llegada, inexorable del último viaje, y del encuentro con el Dios de nuestra fe y de nuestras firmes creencias. Ambos tenemos derecho, en este instante de nuestra existencia, a contar aciertos, a reconocer errores, y a mirar con empinado orgullo, el legado de todo lo vivido, con honradez y esfuerzo.


*ExMinistro de Estado, ExSenador de la República.

Cartagena de Indias, 20 de junio de 2021.

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