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La realidad del Skate Park en Ibagué

La realidad del Skate Park en Ibagué

 Poco frecuento el sector del Centenario y sus alrededores, a no ser que alguien invite a almorzar o celebrar el cumpleaños de una persona conocida en los restaurantes del sector.

Oh sorpresa al enterarme de que el Skate Park o parque de los patinadores y chicos que montan tabla ubicado en la calle once con carrera octava, tiene más de un año de funcionamiento.

Llegue a este parque y me sentí en la onda Hippie de los años 60, y no precisamente por las camionetas pintadas con flores. La infraestructura del parque demuestra la cultura de unos jóvenes que muchos tildan de delincuentes porque entre montada y salto se echan su “soplada”, la limpieza del sitio y la conservación del área es algo que se evidencia a primera vista.

La percepción de inseguridad se fue desvaneciendo cuando poco a poco fui saludando y entablando conversación con los jóvenes, entre ellas una señorita de no más de quince años que traía en sus manos una caja plástica, -¿Señor desea comprar arroz con leche? Acepte la compra siempre y cuando me explicará el funcionamiento del parque. La joven con ese aire de vendedora novata pero con la frescura propia de  su edad empezó a relatarme sus ventas diarias, que iban desde empanadas, hasta bolis y arepa  con queso los fines de semana.


Fue una entrevista al revés, empecé preguntándole hasta qué horas estaban estos chicos haciendo sus maniobras y malabares, ya que me encontraba allí un domingo a las siete y treinta de la noche. Ella me decía que habían dos factores, el primero era el clima, apenas empezaba a llover todo el mundo se echaba a perder, o la otra opción es que a las nueve de la noche las grandes y altas luces que iluminan el parque se apagaban en señal de que no había más funcionamiento.

A los alrededores del parque se ubica una zona residencial, familias que buscan después de las nueve de la noche la tranquilidad que no pueden tener, ya que el parque durante el día y todos los días de la semana es muy frecuentado.

Cesar  un joven de 20, con el porte físico que caracteriza a los jóvenes de hoy en día, delgado y alto montaba su bicicleta en una depresión de cemento que tiene de hondo unos dos metros aproximadamente. Manifestaba que el parque era su vida, y la de muchos jóvenes que como el venían a hacer sus prácticas de acrobacia. Esto más que ser deportes es un estilo de vida, afirmo.

Son ellos mismos los que asean el sitio, lo barren, recogen la basura, escurren las aguas lluvias de sus pistas para su uso y promueven la conservación y protección a los nuevos que llegan, ya que este Skate park no es visitado por juventudes de barrios aledaños. El jardín, Protecho, el Topacio, Gaitán, también hacen presencia en este lugar.

Cesar es albañil y se destaca de los demás porque tiene un empleo, hay muchos jóvenes que no tienen un ingreso, y se pasan el día entero allí lejos de sus familias para no estorbar en casa, otros van por ratos, porque son jóvenes universitarios, también hay bachilleres pero no todos meten vicio, según nuestro amigo el cincuenta o sesenta por ciento lo hace, de la misma forma que tan solo el noventa por ciento de los visitantes a este parque acuden con la protección ideal al momento de darle rienda suelta al placer de volar por los aires en sus aparatos, uno de veintidós años voló al cielo y no volvió a la tierra.

De repente una fuerte alarma sonó. Están activas en cada casa aledaña a la pista y suena cuando los habitantes observan que están fumando demasiado. Cesar decía que con la apertura del parque se limpió la plaza Murillo Toro, la plaza de Bolívar, el Parque de la Música y el centenario.

Todos hasta los vendedores de estos nocivos se han echado su pasada por allí para ver que pueden vender, otro de las chicos me decía que nunca se veían, cada quien traía su paquetico.

 El problema de la gente es que los tildan de delincuentes, piensan que porque tienen una patineta o van en una bicicleta están listos para robar, es una actividad más, quizá un deporte; aunque ellos no lo ven así. Es una pasión que llevan por dentro, pasión que no obtiene los millones de pesos como en el caso de los futbolistas y que, al igual que ellos, dejan el alma, el empeño, esfuerzo y perseverancia en la pista de cemento teniendo como resultado un impecable trabajo por los aires que a los ojos del espectador resulta asombroso, aquí no se grita ¡goool, sino wao!

Economía y marihuana

En medio de la admiración y de los gritos, se abre un comercio y activación económica del sector. Hay habitantes que miran con odio el parque, los que saben sacar lo positivo de las cosas malas han puesto en su casas tiendas, venta de gaseosas, peluquerías donde marcan esos nuevos cortes urbanos, puesto de arepas, y ven como clientes a aquellas personas que echan a rodar las ruedas de sus aparatos en las pistas.

Los de BMX y los SKATES se han organizado para impedir que las personas que solo van a echar humo no estén en el parque, ya que consideran que dañan la imagen. Y si, algunos de ellos lo hacen pero el parque es de Skate’s no de marihuaneros, y antes de que se evidencie que de vez en cuando se fuman algo, prima en ellos la habilidad y el talento de hacer con sus juguetes maniobras que pocos hacen, están luchando junto con su tabla o bicicleta caer en situaciones más paupérrimas.

Hay instituciones que promueven la cultura del Skate, organizan torneos, competencias y brindan el premio o ayudan a conseguir patrocinadores. Por otro lado, los muchachos empoderados de este escenario, y digo dueños porque las cosas son de quien las necesita y las cuida, han dado un ejemplar comportamiento de cultura, pese a sus adicciones o consumos eventuales y frente a las duras críticas de personas que quizá son aficionadas de tirar papelitos desde las ventanas de sus autos y se atreven a dar “fuetazos” de doble moral.

Texto y fotos: Julio Tovar

 

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