Cultura
Los trenzadores de sueños, sabiduría ancestral
En el municipio del Guamo, Tolima, reposa un legado que se ha transmitido de generación en generación, por lo menos "los últimos 200 años".
Así lo cuenta y demuestra la familia Quintero Bríñez, fundadores de la Asociación de Artesanos de la Palma Real del Guamo -Asopalguamo-.
De la capital al Guamo: una historia de amor
Sol Ángel Bríñez es una mujer bogotana, que a sus 19 años encontró el amor de su vida y la vocación por las artesanías. Nacida y criada en la sabana capitalina, pasa ahora sus días trenzando palma real, en compañía del reverberante sol en el sur del Tolima.
"Por mi cabeza nunca pasó que yo fuera artesana, pero sí me gustaba el oficio, las obras manuales. Conocí a mi esposo en unas fiestas folclóricas y ya estando juntos, él me enseñó a trenzar la palma para después elaborar el sombrero. Además, tengo raíces tolimenses; mi mamá es nacida en Purificación y mi papá es de acá del Guamo", cuenta Sol Ángel.
Se conoce al derecho y al revés el proceso que conlleva la elaboración de este accesorio típico. "No es simplemente hacer un sombrero y ya, viene mucho trabajo detrás, es una cadena productiva", aclara.
Los primeros en intervenir son los palmeros, quienes se suben a las plantas y obtienen el recurso natural: "Extraen los cogollos de la palma, que cada una tiene cinco, pero solo utilizamos tres y le dejamos el resto para que ella siga produciendo".
En el siguiente paso los palmeros comercializan los cogollos a las diversas familias artesanas del Guamo: "Ahí se junta toda la familia a desorillar, quitarle una vena gruesa que tiene. Después de eso se cocina unos diez minutos y luego se ponen al sol durante tres días, y se le da uno de sereno".
Sol Ángel enseña que la palma en un principio es de color amarillo, y tras procesarla se torna de un color beige o blanco: "En ese momento se ralla en los diferentes calibres que se van hacer los tejidos, que son 27 clases de trenzados que tenemos. Luego de tener el corte, que son 17 metros y medio, se pasa a la máquina donde hacemos el producto final, que es el Sombrero Tolimense", explica ella.
Además, agrega Sol Ángel que, "es un proceso que se hace con mucho amor. Mientras elaboramos el Sombrero, vamos trenzando sueños, y así llegar más allá, trascender fronteras y dar a conocer nuestras artesanías".
Un revolucionario de las artesanías
Tal como relata, fue su esposo, Ulises Quintero Flórez, quien le enseñó la sabiduría centenaria que hay el acto de moldear un sombrero con sus propias manos. Él es guamuno, y afirma que nació "como el niño Dios, entre las palmitas. Yo crecí en ese ámbito. Mi mamá toda la vida ha sido artesana, y cuando se paraba de la máquina a preparar la comida, yo me sentaba a aprender".
Su abuela sacó adelante a su mamá gracias a la fabricación del Sombrero Tolimense, a su vez, ella lo crió a él con el trabajo honrado que aprendió. Décadas más tarde, fue su turno de prosperar junto a Sol Ángel. "Le doy gracias a Dios por este don, de poder transformar el recurso natural que nos da día a día. Mi mamá me levantó con estas palmitas, y mis hijos también han tenido educación con base en los trabajos artesanales. No cuento con fortuna, pero conseguí para vivir tranquilo", señala Ulises.
Recuerda que a los 16 años, tras graduarse de bachiller, se fue para Bogotá a probar suerte. Sin embargo, ante la falta de oportunidades, al poco tiempo decidió regresar a su pueblo, cuidar de su madre y revolucionar las artesanías en palma real.
"Yo siempre he sido muy inquieto. Me ponía en los zapatos del turista: "siempre el mismo sombrero, no hacen nada más". Entonces me dediqué a innovar, agregarle cositas, sacar otros productos en palma real. En una navidad hicimos Papás Noel y otros accesorios así con mi mamá", rememora él.
Ulises Quintero Flórez, trabajando la palma real.
Fue después que se juntó con Sol Ángel, y ambos se capacitaron con Artesanías de Colombia. Empezaba el sueño de Asopalguamo. El primer intento fue infructuoso, hasta que, en el 2010, 30 familias guamunas creyeron en la iniciativa y se unieron con la intención de mantener viva la tradición, darla a conocer y generar mejores ingresos económicos.
"Queríamos innovar, pero no perder la esencia del Sombrero Tolimense. Ahora jalamos todas para un mismo lado. Ya somos reconocidos en la región, queremos que también sea así a nivel nacional y exportar a otros países. Sabemos que tenemos con qué hacerlo", segura Sol Ángel, quien es la presidente de Asopalguamo.
Ella, a sus 44 años de edad, lidera a matronas del Guamo, de manos cuarteadas, por toda una vida dedicada a las artesanías. Una de ellas es su suegra, Aurora Flórez, madre de Ulises.
- El origen del Sombrero Tolimense viene desde nuestros tatarabuelos. Es cierto que han salido otros, como el chino que lo dan demasiado barato. Está el sombrero costeño, que ha traspasado fronteras. El de nosotros no ha tenido esa misma acogida, y no sabemos porqué, si somos personas muy curiosas, que nos gusta trabajar y hacer bien las cosas. Nos parece que hace falta que nos tengan un poco más en cuenta y nos apoyen, expresa Aurora.
Aurora Flórez, artesana de toda la vida en el Guamo.
- Mi suegra tiene toda la razón. Nos falta quizás un poquito de empuje, y apoyo. El sombrero de nosotros no desmerita nada. Gracias a eso tenemos la Ordenanza 014 por Asamblea Departamental, en la que se hace el Día del Sombrero y se establecen las especificaciones para crear identidad cultural. Aquí en el Tolima, hasta hace diez años, la gente utilizaba los sombreros costeños, sintéticos, y lo que nosotros pretendemos es que todos porten el Sombrero Tolimense con mucho orgullo, responde Sol Ángel.
Precisamente, ellos reconocen la importancia que tuvo la decisión política que se tomó en el gobierno de Óscar Barreto Quiroga. "Nuestro oficio cambió. Años atrás al sombrero lo llamaban de combate, sombrero quince días, 'arrancamechas', ahora no, ya es el Sombrero tradicional tolimense".
Un legado que se niega a morir
Y es que, más allá del dinero, el orgullo de saberse artesanos, es el motivo más fuerte para persistir en el oficio. "Me siento muy contento y orgulloso de crear artesanías. Es como cuando un cantante saca una canción y a la gente le gusta. Así me siento.
También me pone triste la juventud que hoy en día no le presta mucha atención a sus tradiciones. Uno como padre espera que ellos tengan un futuro mejor, pero, sin que olviden nuestras raíces. En mi caso espero que al menos un hijo venga con ese don que Dios me dio a mí", indica Ulises Quintero.
Tiene tres hijos con Son Ángel. Miguel Ángel de siete años, Kevin Estiben que ahora mismo presta el servicio militar y Astrid Carolina de 23 años, quien hace poco se graduó como contadora pública, gracias a las 'palmitas' de sus padres.
"Me siento muy orgullosa de ser hija de artesanos. Yo también tejo, desde que tengo conciencia me han inculcado la importancia de nuestras tradiciones", dice Astrid, que espera en un futuro ayudar en la contaduría de Asopalguamo y aportar su granito de arena en la proyección nacional e internacional que anhelan.
Ahora mismo, a causa de la pandemia, el panorama se ha tornado cuesta arriba. Subrayan que no han vendido ni el cinco por ciento de lo que en otros años en esta misma fecha. Saben que será un golpe fuerte en su economía, pero confían en que no dejarán caer a Asopalguamo.
- ¿Qué han hecho en la cuarentena, han parado la producción?
- Nosotros seguimos produciendo sombreros, nuestras artesanías. En la cuarentena antes hemos aprovechado, el encierro desespera a cualquiera. ¿Qué más puede hacer uno encerrado en cuarentena? Seguir tejiendo, finaliza Sol Ángel Bríñez.
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