Cultura
La lluvia, no solo es tragedia también es poesía
Un compás de descanso, necesario por lo demás, del agite político y de malas y falsas noticias que vivimos a diario, podría ser la poesía, es el alimento mental y espiritual adecuado, más cuando esta tiene trazos que alcanzan la expresión artística natural de un tiempo que de una u otra forma, es parte de la cotidianidad de la vida.
En esta ocasión, Santofimio se despoja de su ser natural de hombre y animal político, y nos adentra en los sentimientos íntimos y recónditos presentes en cualquier ser humano, utilizando la lluvia como motivo de verso y de creación.
El mismo elemento que ha causado tragedias y emergencias naturales, es llevado a ese secreto campo del corazón y del alma donde solo cabe la ternura y lo sublime, la pureza de la poesía.
Es este género literario otra de las fortalezas de nuestro coterráneo Santofimio, que quizá utiliza para salir de ese mundo cruel, infernal, mentiroso y falso que como nadie ha vivido. Es esta vena poética la vía de escape a todo ese mundo de mentiras y dobleces, pero también el camino para conquistar imaginarios que solo viven en nuestra mente.
Pero a la vez, también es ese atisbo a la escuela poética de Federico García Lorca, a ese grito de angustia y de rebeldía que lleva la belleza, el rito de amor, la naturaleza y la política mezclados, como un rechazo al franquismo, ese que lo asesinó cobardemente.
Este es el último poema de Santofimio, escrito en una noche lluviosa de marzo, y que sirve también de pretexto para celebrar hoy el Día de la Poesía.
Presencia de la lluvia
Por: Alberto Santofimio Botero
Amo la lluvia
con su inútil festival de lágrimas,
con su triste caricia desleída.
Amo la lluvia
que refresca caminos,
besa senderos
y lejanas colinas,
y alimenta la torrentera salvaje de los ríos.
Amo la lluvia que golpea los tejados de zinc
en la alta noche de la tierra caliente,
la que corre y serpentea sobre los trapiches, en las noches de luna plena.
La que moja impalpables las espigas del trigo,
en la madrugada mágica de las altivas montañas.
Amo la lluvia, confidente de los árboles, amiga de las flores y cómplice de las aves.
La que devuelve la alegría y el dulce encanto a la vida.
Amo la lluvia taciturna
que precede a la palabra amor,
en la melancolía presentida de la tarde.
La misma que toca tu frente estrellada,
esa lluvia silenciosa y enajenada,
que ilumina majestuosa,
la final ruta del sueño.
Ibagué, El Bunde, marzo 20 de 2021
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