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Marzo luctuoso

Marzo luctuoso
Por Julio César Carrión.
 
Debe servir la memoria, la lucha contra el olvido, para que la izquierda sobreviva, tanto a los embates de sus tradicionales enemigos de clase, como para afrontar los “argumentos” de sus tránsfugas y renegados, quienes con sus abandonos y reacomodamientos cotidianos la han venido desprestigiando, como un complemento a las muertes administradas que le dispensa el poder. Es preciso entender, como lo exigía Estanislao Zuleta, que “se debe pisar sobre huellas antiguas y no inventar una vida sin antecedentes”.
 
 
Marzo es un mes de dolorosas remembranzas para quienes aún creemos tercamente en la validez del socialismo. No sólo porque el 18 de marzo de 1871 fue violentamente derrotada la Comuna de París, ese portentoso ensayo de control popular sobre el Estado al que se compararía con un “asalto al cielo”; también porque el 8 de marzo de 1857 ocurrió el levantamiento y posterior masacre de 129 obreras de textiles en Nueva York, fecha que hoy nos permite conmemorar con aflicción el día de la mujer. El 14 de marzo de 1883 el cerebro de Carlos Marx dejaría de pensar. Y fue en marzo, el 28 de marzo de 1942, a las cinco y media de una sombría mañana cuando, carente de alimentos y tuberculoso, falleció en la cárcel de Alicante el poeta del “Viento de pueblo”, el poeta mayor de la España antifascista, Miguel Hernández.
 
 
 
Hace ya 29 años, en estas tierras consagradas por siempre al corazón de Jesús y a la virgen María, el 22 de marzo de 1990, fue asesinado Bernardo Jaramillo Ossa, bastión del socialismo democrático en Colombia. Este premeditado crimen político de Estado permanece en la más terrible impunidad, pero no falta el intelectual “integrado”, el reinsertado pragmático de hoy que, graciosamente, asevera que fue la anónima y difusa “mano artera de la intransigencia” la que segó su vida y así, de alguna manera, exonerar de responsabilidad directa a las élites gobernantes, mientras se imputa el magnicidio a una izquierda “sin futuro y sin opciones”.
 
 
Nos queda la rabia y la tristeza para reclamar con el grito de León de Greiff a esa “Señora muerte que se va llevando, todo lo bueno que en nosotros topa”...
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