Hoy desperté pensando en aquellos que intentan hacer lo posible para mostrar la mejor cara de la educación colombiana ante el mundo: los profesores. 

Aquellos que indudablemente son la fuente del conocimiento, el elixir del pensamiento, de la sabiduría y la esperanza en medio de un país que aspira, que sueña y espera un cambio profundo desde su proyecto Estado-Nación.

 Hoy, es el momento de agradecer eternamente a los maestros de Colombia que se suman a la tarea de educar desde la virtualidad. En este preciso instante, considero que cuanto más pienso en la responsabilidad que conlleva ser educador, más encarno el deber que tenemos los colombianos para hacer respetar esta profesión, porque si el profesor no es tratado con dignidad y decencia por la administración pública o privada de la educación, es prácticamente imposible que se cimente la calidad de este sector.

Creo que en medio de esta cuarentena, miles de profesores están en la inalcanzable labor de crear contenido pedagógico, organizar sus planes de estudio, preparar clases e incursionar en distintas plataformas o entornos virtuales de aprendizaje.

 Hoy, se ha quedado sola el aula física para estar constantemente inmersos en un mundo virtual que ha conllevado a que modifiquemos nuestra forma de ver, pensar y sentir la escuela. En la actualidad, paradójicamente el destino ha juntado nuevamente a tres sectores en Colombia, que de por sí han sido los más vulnerados, y una vez más, expresan su descontento al Gobierno Nacional.

 El campesino, el médico, y el profesor: los tres héroes de la transformación social. Pero, ¿será que esta crisis dignificará concretamente al profesor? Y de ser así, ¿La educación está preparada para afrontar estos cambios actuales?.

En este caso, quiero dar especial protagonismo a la educación, uno de los sectores más vulnerables actualmente. El escenario olvidado donde nace la fiesta del pensamiento. Exaltar la labor de aquellos buenos maestros es muy valioso, aquellos que transforman vidas, edifican almas y recrean el pensamiento para cambiar lo que se creía imposible.

 Precisamente, Thomas Eliot, poeta y crítico literario Británico-estadounidense expresaba que indudablemente, una parte de la función de la educación consiste en ayudarnos a escapar, no del tiempo que nos toca vivir, pues estamos atrapados en él, sino de las limitaciones emocionales e intelectuales de nuestro tiempo. 

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Lo anterior, me permite comprender la importancia que tiene el profesor en medio de esta crisis; en este preciso momento, muchos de ellos están asumiendo esta nueva responsabilidad y el compromiso que ha implicado adaptarse a nuevas prácticas educativas.

La humanidad es como es, porque hay educadores formando a las nuevas generaciones. Es por ello, que los buenos maestros inspiran, motivan, crean esperanza y encienden la imaginación. Pero todo esto es posible cuando se educa bajo la igualdad.

 Por tanto, los profesores de la actualidad tienen el reto de trabajar en medio de un desierto, para convertirlos en campos completos de acción, indagación y reflexión, porque todo aquel que recuerda su propia educación, recuerda a los buenos maestros. 

Por consiguiente, el proceso de enseñanza – aprendizaje es fundamental para la formación de personas que a futuro sustentarán cambios en sociedad, pues el educador es el núcleo de todo sistema educativo.

En medio del confinamiento de millones de familias que guardan una luz de esperanza, los profesores son esas personas que nos guían en nuestros pasos por la escuela, de quienes aprendemos y a quienes respetamos.

 Aunque no justamente reconocidos hoy en día, son una referencia en nuestras vidas. Los agradecimientos serán eternos para el profesional de la educación, aquel que hace de usted una mejor vida. 

Por último, dicen que el conocimiento no vale nada sino se comparte; así que gracias a todos los educadores de Colombia por compartir su vida con nosotros.

* Licenciado en Ciencias Sociales