Dirigir durante casi 60 años el Conservatorio de música del Tolima, instaurar su bachillerato musical, levantar el Instituto Bolivariano que le da carácter de institución superior o Universidad, institucionalizar concursos internacionales de composición, entregar al mundo desde Ibagué el evento polifónico con siete versiones exitosas, ser alma y nervio para que los famosos coros del Tolima realizaran sus giras por Europa, convierten a Amina Melendro de Pulecio en una autora de hazañas por las que entre otras razones podemos ostentar el título de Ciudad Musical de Colombia.

La prestigiosa entidad, su casa desde niña, ha visto la forma en que ella levantó el monumento al espíritu con una tenacidad envidiable y es así como logra instaurar el bachillerato musical en 1.960, impartir educación gratuita durante muchos años, levantar el Instituto Bolivariano que le da carácter de universidad, organizar los cursos de postgrado, institucionalizar concursos internacionales de composición y entregar al mundo el famoso evento Polifónico que lleva hasta 1.995  siete versiones exitosas. Pero esto es sólo parte de una labor amplia a la que puede agregarse la creación del Centro de Documentación de Tradiciones Populares del Tolima y de los centros regionales de Extensión Cultural y Musical, a más de su programa Nuestra música en el campo  con el que el Conservatorio del Tolima llegó hasta la base misma de la sociedad,  ubicada en la zona rural.

Mientras atiende al cuidado de sus orquídeas, la alumna aventajada del maestro Alberto Castilla, fundador de ese templo de cultura, evoca cómo él tenía un amor sin límites por la entidad y de qué manera ella siguió su ejemplo. Desde cuando era niña encontró en el Conservatorio su posibilidad de servir y es así como vendía sus cosas para regalárselas a los niños de la escuela que no tenían cuadernos ni colores.

Proveniente de una familia en verdad ilustre, sus antepasados, encabezados por Juan Manuel Melendro, llegaron provenientes de Palencia,  España y al ser testigos de las injusticias contra los indígenas y los patriotas, acogieron su causa como propia. Por eso su bisabuelo, Eugenio Martín Melendro, refrenda en 1.809 el famoso Memorial de Agravios, obra de Camilo Torres y en 1.810  es uno de los firmantes del Acta de Independencia, para más tarde llegar a ser secretario del cabildo y de la Junta Suprema de Gobierno, a más de simpatizante de Antonio Nariño, su compañero en la campaña del sur.

Vinculada al Conservatorio como profesora en 1.934, fue la primera mujer que llegó a la Secretaría del Conservatorio, justamente por los años en que se realizó la semana musical y el primer Congreso Nacional de la Música.

La institución del bachillerato musical, modalidad estudiada por especialistas y músicos de América Latina, le dará una de las mayores satisfacciones de su vida, comparable sólo a la visita que hiciera al Papa Pío XII.

Los triunfos de los Coros del Tolima, la brillantez de sus egresados que sobresalen en muchas partes del país y del exterior, el sueño de ver, ahora en su retiro, siempre más allá a la institución construyendo nuevos espacios para la universidad de hoy y del futuro, dejan en Amina Melendro la satisfación, sin soberbia, de un deber cumplido y la seguridad de un sueño realizado durante toda su productiva y eficaz existencia al servicio de la sociedad y de la música. Sin su persistencia, su tenaz e irreductible temperamento para sortear épocas difíciles, saltar escollos surgidos por la incomprensión de algunos frente a una obra ambiciosa, no tendríamos en Colombia algo parecido. Ella y Alberto Castilla son las dos columnas portentosas que han sostenido  desde su labor y su ejemplo este templo al servicio del arte y las figuras excepcionales que  pueden ostentar el título de haber logrado realizar un trabajo verdaderamente descomunal.

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