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Murillo, el municipio encanto de Colombia
Las casas de madera con colores cálidos a la entrada de Murillo nos hacen pensar en esas campiñas donde se siente la magia desde el primer instante que pisas esa población. Su recorrido desde Ibagué es breve, gracias a la nueva carretera que desde Armero y hasta Murillo ofrece garantías a los pasajeros que tienen como misión observar los paisajes cafeteros antes de llegar a Convenio.
El Líbano es un paso obligado, su plaza central con las dos torres blancas son especiales, su fachada se conserva muy bien, y quienes tienen la costumbre de pedir los tres deseos cuando entran a una nueva iglesia pueden apreciar desde adentro la arquitectura gótica.
El Líbano es ciudad de escritores. Por eso, continuando por la vía central se encuentra la Casa de la Cultura, otro emblemático lugar donde puede apreciar de primera mano los más de 500 títulos escritos por los suyos: esoterismo, poesía, cuento, novela corta, ensayos, entre otros, hacen parte de esa colección, que no tienen en muchos municipios de Colombia.
A la salida del Líbano ya para coger camino a Murillo que está a solo 20 minutos, los paisajes cambian. Se deja la vieja y descuidada plaza de toros, se deja el café y los cultivos de tomate de árbol. En sus verdes, la papa toma protagonismo recordándonos que los Murillunos tienen en su sangre mucho de cundiboyacenses.
La concesionaria responsable de la vía está haciendo el mantenimiento, terminando unas obras de arte, siente uno que el peaje que se paga en el cruce de Armero vale la pena. Aunque no entiendo porque solo los tolimenses o los que transitamos desde el Tolima tenemos que pagar la vía. ¿Por qué en el tramo de Manizales a Murillo no colocan otro peaje que permita que los que visitan esta nueva joya del turismo colombiano también aporten a su mantenimiento? Al fin y al cabo, visitan más Murillo los paisas y vallunos que los mismos tolimenses.
Los operadores turísticos de Murillo le solicitan a la gobernadora del Tolima que desde la secretaría de Cultura y Turismo se generen los mecanismos necesarios para que quienes atienden a los turistas tengan mayores ingresos, porque dicen, son las empresas del eje cafetero las que se llevan el mejor trozo del pastel. El secretario de Turismo y Cultura del Tolima, Alexander Castro, ya está haciendo la tarea.
Me acordé que en días pasados había entrevistado a la gerente de la Fábrica de Licores, con ella hablé sobre la Ruta Tapa Roja, por eso, haciendo una auditoría a su narrativa ingrese a un supermercado y allí estaba el Tapa Roja en sus diferentes presentaciones. Lo compramos para la noche, ya a 2.950 metros sobre el nivel del mar se empieza sentir un frío que me arropó y me hizo sentir más vivo entre copa y copa.
En el parque central se encuentran buenos restaurantes y para todos los gustos, teniendo la trucha como uno de los platos favoritos a ofertar. Acompañan esta demanda de productos algunas tiendas de cafés especiales y establecimientos comerciales con ropa de lana, que créame si no lleva y se va a quedar en Murillo, es mejor que compre, sobre todo ruana, guantes y gorro. Los calzoncillos son incomodos.
Con el grupo de amigos buscamos la finca agro turística donde nos íbamos a quedar, ubicada a 12 kilómetros vía Manizales, 3.850 metros más cerca de las estrellas. Al llegar y hablar con su propietario recordé a la familia Hartman, protagonista del libro El Jardín de las Weismman o Estrella de las Baum del escritor nacido en el Líbano, Jorge Eliécer Pardo, publicado en los años 80, un referente de la violencia en Colombia. Fue uno de ellos quien nos recomendó el lugar, pero se quedo corto en su narrativa.
“Señores, bienvenidos a la finca Tabuchía. Un espacio para disfrutar desde que se llega”. Nos habló del trabajo que adelanta desde hace más de cinco años, todo orgánico, una apuesta donde el hombre se acondiciona a la naturaleza y no lo contrario. Su gente solo a través de la observación hace pequeños cambios en el entorno y desde la producción cíclica se nota el arduo trabajo en la finca.
“Si quieren buscar oro, los invito a que me acompañen a la cueva que está dentro de la finca a media hora de donde estamos; aunque no les prometo que encuentren algo del preciado metal. Dicen que el espíritu del minero que habló por primera vez del oro, lo mueve, lo esconde y se burla de los curiosos. Otro símil de la novela de Germán Santamaría, también del Líbano, que nos recrea esos monólogos del protagonista, donde desde la palabra hace que la imaginación vuele. Le faltó en ese fragmento rematar su guión diciendo: Quieta Margarita.
“Para los amantes de los extraterrestres, les quiero contar que algunos de los que visitaron esta finca dijeron que vieron platillos voladores y que fijo los pueden ver de cerca cuando visiten el sub páramo del Parque Nacional de los Nevados, con solo levantar la mirada usted puede apreciar casi alineados los nevados del Tolima, Santa Isabel y Ruiz. Son 4 horas a caballo hasta el lugar, pero les advierto que toca acampar, porque regresar el mismo día es imposible”
Nos toco una noche fría, muy fría. Uno de los amigos hipertensos se le olvidó preguntar al médico qué hacer si le daba soroche o mal de las montañas. Solo recordó que debía acurrucarse. Cada caso es particular y en la mañana cuando al abrir los ojos pudimos encontrarnos de frente con el nevado del Ruiz, el club de hipertensos que me acompañaban contó desde sus vivencias qué deben hacer en caso de pánico.
Las fincas de Murillo son mágicas. No solo por tener la oportunidad de sentir ese aire helado que recorre nuestro cuerpo, o, vivir de pequeñas cosas como el ordeño de vacas o chivas. De caminar por esos tapetes verdes que tienen la bendición de contar unos metros más arriba con el protagonista del territorio, los frailejones, esos que se pueden apreciar, pero no tocar.
Antes de irnos de la finca, nos quedamos observando por quizás más de 10 minutos el nevado. Nos despedimos de quienes cuidan la finca, otro valor agregado de Murillo, gente desprevenida que solo quiere hacer que la estancia por este terruño sea mágica.
Nuestro próximo destino está muy cerca, 4.350 metros más cerca de las estrellas. Pero esa es otra historia que compartiré la próxima semana, porque el Nevado del Ruiz tiene mucho que contar.
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