Por: Carlos F. Forero Hernández 

María Cristina Solano de Ojeda es una gran jurista y amante del derecho penal. Ella ama a la autoridad no por su poder sancionatorio sino por su ordenamiento dinámico. Admira todas las cosas bellas de la vida: la amistad, el arte, la literatura, el buen vino, las esculturas, la música, la poesía, entre otras. Posee un don de contagiar a los demás el entusiasmo. No conoce el cansancio, sino la perseverancia, la vitalidad y la alegría. De hecho, su inteligencia lúcida alumbra con claridad los más complejos temas de la criminología. Es de admirar.

Por su ética profesional, capacidad y creatividad ha sido juez penal de Honda, fiscal superior de Ibagué, procuradora, docente de pregrado con el módulo de criminología. Es una gran jurista. Ella siempre difunde que la columna vertebral del derecho procesal penal corresponde al derecho probatorio y los que tenemos preferencia por el litigio penal nos enorgullecemos del hecho consistente en que el campo criminológico han salido los más sustantivos avances en la técnica probatoria.

Ella ha escrito una cantidad de textos y el material de consulta obligatoria para el curso de derecho penal general corresponde al libro “Lecciones de introducción a los principios del derecho penal, procesal penal y fines de la pena” publicado el año pasado por la Universidad de Ibagué. Actualmente dicta clases en la prestigiosa especialización en derecho penal con el módulo de derecho penal y su relación con el derecho de familia. La presencia de esta docente en dicho posgrado es garantía de éxito y de acierto.

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Por su don de humildad, exigencia, solidaridad, vocación jurídica y sobre todo: contagiar a los demás por la pasión del derecho penal, sea esta la oportunidad para rendir nuevamente un homenaje a la doctora María Cristina Solano de Ojeda. De hecho, desde la academia, la admiración tanto de los estudiantes como de los docentes hacia ella ha sido evidente y creciente. Dra. María Cristina, mis respetos.

* Columnista invitado