Los días 8 y 9 de junio de cada año se conmemora en Colombia el ‘Día del estudiante caído’, una fecha que trae a la memoria los estudiantes asesinados y las luchas estudiantiles que han emprendido a lo largo de la historia para reivindicar derechos, promover reflexiones y diálogos, y rechazar las violencias de las que han sido víctimas durante el conflicto armado en Colombia.

A lo largo de la historia, los estudiantes han tenido una visión crítica y han movilizado y organizado reivindicaciones sociales y políticas. En América Latina, desde principios del siglo XX se dio la irrupción del movimiento estudiantil. 

En el periodo de las dictaduras militares en Suramérica, los estudiantes fueron víctimas de fuertes represiones, tanto en Chile como en Argentina, donde se recuerda la "Noche de los Lápices" de 1976, cuando fueron arrestados, torturados y desaparecidos diez estudiantes de secundaria, todos menores de edad.

Al igual que en los demás países, Colombia no fue la excepción. El 7 de junio de 1929, en una manifestación de protesta contra el Gobierno del presidente Miguel Abadía Méndez, fue asesinado Gonzalo Bravo Pérez, un estudiante de derecho de la Universidad Nacional. Su entierro ocurrió al día siguiente y desde entonces, el 8 de junio se convirtió en el "Día del Estudiante Caído".

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25 años más tarde, el 8 de junio de 1954, en una manifestación en la que se conmemoraban 25 años de la muerte de Bravo Pérez, fue asesinado Uriel Gutiérrez, estudiante de la Universidad Nacional. Al día siguiente, el 9 de junio, en una nueva protesta en la que participaron miles de estudiantes de distintas universidades y colegios de la capital, cayeron, por lo menos, otros diez de ellos que recibieron el impacto de balas de fusil que portaban militares del Batallón Colombia en el Gobierno del General Rojas Pinilla.

Con los años, el movimiento estudiantil ha adquirido una significativa importancia en gran parte de los procesos de transformación social en Colombia. En 1971, lucharon por la autonomía universitaria, el retiro de miembros de la Iglesia en los Consejos Superiores de las universidades y se rechazó la presencia de la policía en los campus. En 1977, los estudiantes se conectaron con los sindicatos y el campesinado para oponerse al Gobierno de López Michelsen y sus políticas de ajuste. En 1990, el movimiento estudiantil propuso que para las elecciones legislativas y de alcaldes se incluyera la 'séptima papeleta', necesaria para convocar una Asamblea Constituyente que derivó en la Constitución Política de 1991. 

En este milenio, la importancia del movimiento estudiantil no ha cesado. En 2011, la MANE (Mesa Amplia Nacional Estudiantil), logró la derogación de la reforma de la Ley 30, que implicaba la irrupción del capital privado en la universidad pública y la inversión estatal en la universidad privada. En el estallido social de 2019 a 2021, los estudiantes tuvieron un papel destacado en los paros nacionales, apoyando las exigencias de distintos sectores sociales, pidiendo más recursos para la educación y solicitando educación gratuita en las universidades públicas del país. En aquellas protestas, se recuerda la muerte de Dilan Cruz, estudiante de 18 años asesinado por el Esmad en Bogotá.

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Según el informe ‘Ambos venimos de morir, susurros acechantes del estudiante caído’, desde 1929 hasta 2011 en Colombia fueron asesinados 845 estudiantes. Asimismo, relata que entre 1962 y 2011 fueron asesinados 603 estudiantes, siendo 1968 el único año donde no se registró la muerte violenta de un estudiante.

En Ibagué, uno de los asesinatos estudiantiles que más han conmocionado al movimiento estudiantil fue el de Norma Patricia Galeano, estudiante de Ciencias Sociales de la Universidad del Tolima. Norma fue asesinada el 7 de septiembre de 1994 en el campus de la Universidad del Tolima, durante una protesta estudiantil, aparentemente por efectivos del Ejército Nacional que dispararon contra la manifestación