Salud
Vigilancia comunitaria, eslabón que sostiene la respuesta del Tolima frente a la fiebre amarilla
Vigilancia comunitaria, el componente más decisivo de la respuesta del Tolima frente a la fiebre amarilla.
La vigilancia comunitaria se ha convertido en el componente más decisivo de la respuesta del Tolima frente a la fiebre amarilla, especialmente en zonas rurales donde la presencia institucional es limitada y los riesgos epidemiológicos se mantienen activos. Esta estrategia, impulsada por la Secretaría de Salud del Tolima en articulación con la Gobernación del Tolima, ha permitido fortalecer la observación permanente del territorio y mejorar la capacidad de reacción ante cualquier señal de alerta.
De acuerdo con el epidemiólogo Faid Alarcón, el éxito de esta línea de acción radica en un modelo que descentraliza la vigilancia y la pone en manos de quienes habitan y conocen el entorno. Los líderes comunitarios, formados por las autoridades de salud para identificar síntomas, reportar oportunamente y promover prácticas preventivas, se han convertido en un puente fundamental entre la institucionalidad y la población rural, especialmente en veredas de difícil acceso.
La labor de estos vigías ha permitido anticiparse a escenarios críticos. No solo reportan eventos sospechosos o comportamientos inusuales en animales silvestres, sino que monitorean cambios ambientales, patrones de movilidad y factores que puedan aumentar la presencia del mosquito transmisor. Esta lectura cotidiana del territorio, explicó Alarcón, ha fortalecido un sistema de alerta temprana que antes dependía exclusivamente de brigadas de salud con menor capacidad de permanencia. Según el epidemiólogo, “la sensibilidad comunitaria para reconocer riesgos ha sido determinante para actuar antes de que los casos se disparen”.
La vigilancia comunitaria también impulsó transformaciones sociales significativas. Alarcón señaló que las comunidades han asumido un papel más activo y responsable frente a la prevención, lo que ha favorecido la aceptación de intervenciones, la eliminación de criaderos y la identificación de viajeros no vacunados. “Cuando la comunidad entiende el riesgo, la respuesta se vuelve más ágil y la protección más sólida”, precisó.
Durante la temporada de fin de año, cuando aumenta la llegada de visitantes, este modelo adquiere aún mayor relevancia. Los líderes, en coordinación con la Secretaría de Salud del Tolima, refuerzan el seguimiento en las veredas, alertan sobre movimientos poblacionales y orientan a quienes requieren vacunación. Su intervención complementa la labor técnica de entomólogos y equipos vacunadores, permitiendo cubrir zonas donde las distancias y la topografía dificultan el acceso.
Para Alarcón, la vigilancia comunitaria no es solo una herramienta operativa, sino un proceso de corresponsabilidad que demuestra que la prevención de la fiebre amarilla es más efectiva cuando la comunidad es protagonista. “El territorio habla, y son sus habitantes quienes mejor pueden interpretarlo. Gracias a ellos hemos logrado sostener una vigilancia activa, sensible y cercana”, afirmó.
Con un escenario epidemiológico que aún exige atención, la Gobernación del Tolima y la autoridad sanitaria departamental insisten en fortalecer este engranaje social, que hoy se proyecta como uno de los pilares más sólidos para enfrentar la fiebre amarilla y otros eventos de interés en salud pública.
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