Región
La novena empieza
La alborada comienza el 16 de diciembre. En muchos municipios del país, las bandas papayeras despiertan la Navidad desde las cinco de la mañana. Los vecinos se levantan, se saludan y hacen el primer compartir de los nueve días en los que más se reza, más se canta y, por supuesto, más se come durante todo el año.
La Novena de Aguinaldos es una tradición nacida en Colombia en el siglo XVIII, escrita por fray Fernando de Jesús Larrea y difundida por la madre María Ignacia. Hoy también se reza en Ecuador, Venezuela, Perú, Panamá, Costa Rica, México, España y en comunidades latinas de Estados Unidos. No es exclusiva, pero sí profundamente colombianísima en su forma, en su afecto y en su manera de convocar. El pesebre, por su parte, trasciende fronteras: está presente en más de 80 países del mundo, especialmente en América Latina, Europa —Italia, España, Francia, Alemania y Polonia—, así como en regiones de África y Asia, como una expresión universal del nacimiento de Jesús. Fuente GPT.
En el Tolima, las novenas están marcadas por las viandas: bizcochos, tamales, pataconas, natilla, buñuelos, dulce de brevas, papayuela y espejuelo. Todo acompañado de masato, avena y, para algunos, el fiel Tapa Roja. Aquí la novena se cocina, se canta y se conversa sin afán.
Aunque muchas celebraciones siguen siendo familiares, en varios barrios de la ciudad la novena se organiza de manera colectiva, convirtiéndose en una verdadera fiesta comunitaria. En no pocos casos, los regalos que se recogen durante estos días se transforman en presentes para familias con menores recursos. En el Tolima se vive un momento mágico que recuerda por qué habitar las pequeñas poblaciones aún hace la diferencia. Diferencias que se notan, por ejemplo, cuando se pinta la cuadra y se adorna de manera especial.
Un recorrido por distintas regiones de Colombia deja claro que el punto de partida siempre es el encuentro: con los seres queridos, los vecinos y los amigos. Incluso en las empresas, la novena se convierte en ese espacio donde las jerarquías se diluyen y todos comparten en igualdad de condiciones.
Ven a nuestras almas
En La Guajira, la novena se reza al atardecer, entre cantos suaves, comidas tradicionales y un fuerte sentido comunitario que mezcla la fe católica con los saberes del pueblo wayuu.
En Cúcuta, especialmente en barrios fronterizos, la celebración es ruidosa y alegre, con villancicos, juegos para niños y abundantes buñuelos y natilla.
En Nariño, el tono es más solemne y profundo, acompañado de música andina, coplas y rezos largos que reflejan una espiritualidad íntima.
En Boyacá, la devoción se vive con recogimiento alrededor del pesebre, combatiendo el frío con aguapanela, chocolate, almojábanas, mogollas, arepas boyacenses, buñuelos y natilla.
En Antioquia, la novena se canta a varias voces, con juegos, padrinos y vecinos, y mesas llenas de buñuelos, hojuelas y chocolate; aunque allí persiste como lunar el uso de la pólvora, una tradición que aún desafía las campañas de prevención.
En el Valle del Cauca, la novena se vive entre música decembrina, pandebonos, abrojal, manjar blanco y refrescos típicos, en paralelo con la alegría desbordada de la Feria de Cali.
Colombia es ese país que, durante nueve noches, se detiene para rezar con devoción y esperanza. Un país que se reúne para pedir que el mayor regalo del año que comienza sea seguir juntos. Y aunque la modernidad, las familias cada vez más pequeñas o las distancias creadas por diferencias ideológicas amenacen con volver estos encuentros un recuerdo, la novena nos recuerda que compartir —mirarnos a los ojos, cantar juntos y sentarnos a la misma mesa— sigue siendo el acto más revolucionario y necesario de la Navidad.
(CO) 313 381 6244
(CO) 311 228 8185
(CO) 313 829 8771