Periodismo de análisis y opinión de Ibagué y el Tolima

Opinión

La palabra extendida en el Tolima

La palabra extendida en el Tolima

Por: Edgardo Ramírez Polanía
*Abogado especializado en Derecho de Familia


La literatura colombiana ha demostrado en el último siglo, que no tiene nada que envidiarle a la extranjera, por cuenta exclusiva de sus escritores y artistas, quienes le han dado resonancia internacional.

Algunos creen que los premios y los festivales de la cultura han sido una manía inocente de nuestro tiempo, pues suponen que la realidad de un esplendor tácito de las artes y las letras se tornaría explícita al conjuro de ese estímulo. Pero no es así. Genios ignorados no existen, ni existe ignorada la riqueza de un arte.

Los tolimenses creemos en los festivales de literatura como una manera de intercambiar opiniones, analizar escritos y exposiciones orales para aprender y conocernos más, lo cual es esencial no solo en las relaciones humanas, sino también en las expresiones culturales.

La preexistencia de una jerarquía crítica, en cuanto al arte se refiere, debe acompañar a la literatura. Nada más natural y humano que exista el criterio del especialista, la opinión del crítico y los interrogantes que se plantea el lector.

Por esa razón, la gente no le critica los números a Einstein, pero sí las pinturas a Darío Ortiz, que son excelentes, o el estilo de los bellos sonetos de José Luis Díaz Granados, y no tienen ninguna duda en hacerlo con convicción.

Ese derecho potencial de las personas a participar en la percepción de los valores artísticos es esencial para la perfección de la literatura en su visión del mundo, la cual a veces contradice un determinado código de gusto establecido, estratificado y convertido en patrimonio común.

El FELIT 2025 será un verdadero festival del arte y la palabra, lejos de los dogmas y las imposiciones, lleno de estética y belleza frente a quienes desconfían de las celebraciones literarias, como si el arte solo pudiera florecer en la soledad o en la sombra. Ante esa percepción, el Festival del Libro del Tolima (FELIT) se levanta como una réplica luminosa y necesaria.

Entre los árboles del parque Murillo Toro, la biblioteca Darío Echandía y la Universidad del Tolima, la literatura abandona su clausura y se hace voz, rumor, latido colectivo. Los poetas y narradores no competirán sino ejercerán el diálogo franco y cordial.

El FELIT no busca confirmar talentos ni otorgar títulos de inmortalidad. Es la afirmación de que un pueblo que lee, escribe y conversa sigue respirando por el alma. Los antiguos poetas que desdeñaban los concursos quizá tenían razón, porque la poesía no se mide. Pero sí se celebra, y en esa celebración reside su fuerza más humana.

Por eso, este festival no es una competencia, sino una liturgia civil de la palabra. En sus días, el Tolima se vuelve territorio del verbo: las montañas, los ríos y las calles de Ibagué se llenarán de voces que restituyen el sentido de comunidad.

El FELIT demuestra, frente a quienes creen que la cultura se agota, que este festival responde con su presencia, con la multitud que escucha, con el libro que pasa de mano en mano. Porque nada hay más duradero que una palabra dicha con amor y oída con respeto.

Quienes residimos en el exterior regresaremos alegres, entonando nuestra música eterna, al reencuentro con nuestra identidad colectiva, que ha sido el camino seguro de nuestro desarrollo cultural.

Bienvenido el Festival del Libro del Tolima FELIT 2025, y continuemos creyendo en la literatura como la manera más cierta de adquirir mejores razones para vivir.

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