Opinión
Flandes por los cielos
Por: Edgardo Ramírez Polanía
Se ha afirmado que las vías y la comunicación fueron esenciales en el progreso de la civilización, porque ampliaron el concepto de territorio, más allá del simple señalamiento del horizonte y la ubérrima llanura.
El progreso de las naciones que se acogieron a la reforma protestante es una muestra de ese proceso de civilización, porque no hicieron la plaza y la iglesia sino la vía para el comercio y la expresión de la individualidad.
Nuestros municipios en su mayoría, han sido una expresión del colonialismo en las plazas formadas por casas de adobe con balcones y geranios florecidos, que han dejado caer en espiral la historia secreta de sus tapias pisadas.
El municipio de Flandes ha sido producto de esa costumbre con sus plazas que sirvieron para el comercio por el río Magdalena y estuvo en una época ligado como corregimiento a El Espinal en el proyecto de la irrigación de los distritos del río Coello con el que colinda, pero el egoísmo de los cultivadores de arroz no permitieron que los canales y sus aguas llegaran a sus tierras para que hubiera sido distinto su desarrollo agroindustrial y su destino.
Su privilegiada ubicación con el río Magdalena, hizo que Flandes estuviera presente en el inicio de la aviación en Colombia con el primer vuelo en el país por la aerolínea fundada por alemanes SCADTA, hoy Avianca, desde Barranquilla hasta Flandes sobre el río Magdalena y más tarde, se construyó el aeropuerto Santiago Vila que desde el pasado 3 de diciembre entró a operar con el servicio de pasajeros a través de Satena para el centro y sur del Tolima.
La hazaña de poner en funcionamiento el aeropuerto de Flandes no se pudo lograr con tres directores de la Aeronáutica Civil, de origen tolimense: Yesid Castaño González quién estuvo dos periodos frente a ese organismo, Abel Enrique Jiménez y Alfredo Bocanegra.
La gobernadora Adriana Magaly Matiz, dijo que pondría en funcionamiento ese aeropuerto y lo cumplió antes de lo previsto, como una muestra de tenacidad y esa actitud imperiosa de la mujer cuando toma sus decisiones que asombran o causan temor como La Gaitana.
La gobernadora llegó a cumplir su cometido con honradez y capacidad y lo está logrando como lo hicimos en las décadas del 80 y 90 quienes tuvimos cargos de dirección departamental y nacional sin corrupción administrativa que estaba legal y políticamente prohibida.
Ibagué, la capital Musical de Colombia con 500 años de fundación no tiene un aeropuerto internacional como lo posee Armenia fundada en 1966, porque estamos acostumbrados por la molicie heredada de los españoles a que nos llegue el desarrollo con la misma parsimonia de nuestra voz.
Existe una extraña simbiosis cultural que acompaña a la raza tolimense, donde se funde el valor, el arte y la música para expresar los más altos valores del espíritu que sirven de imitación y ejemplo, y la ejecución de sus obras, que se realizan por épocas y con aplazamientos por la moderna corrupción y la falta de una estricta planeación.
Las grandes obras de expansión quedan en el lindero de los cultivadores de arroz. Sin embargo, el desarrollo se ha venido imponiendo en la cultura, la hotelería, el turismo, los imponentes centros comerciales y de salud que hacen del Tolima, un lugar atractivo para vivir.
El Tolima ha tenido resonancia nacional por sus reconocidos músicos, oradores, pintores, escritores, políticos, presidentes de la República, que han dejado un legado histórico imborrable en el alma nacional.
Hoy, persisten en menor medida esas costumbres, con excepción de la existencia de famosas editoriales como Pijao Editores, centros culturales, museos, conservatorio de música, universidades, que sirven de sitios de reunión y conferencias de entidades de otras ciudades, que le ofrecen al visitante comodidad, atención y seguridad.
El corazón de Colombia necesita más aeropuertos, vías, zonas francas e industria, para ampliar su desarrollo y para ello, se requiere empeño y voluntad de una raza pujante y valerosa representada en sus gentes decididas y capaces, que solamente requieren de la atención del asfixiante centralismo para realizar sus obras con prontitud y no como el aeropuerto de Flandes, que duró casi 100 años de soledad, para que una mujer sin pedirle permiso a ningún político lo hubiera hecho una realidad.
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