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Ocho reuniones al año que condicionan el ritmo del mercado
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En la economía y las inversiones, hay pocas fechas marcadas en rojo en el calendario, dada la gran variabilidad del sector. Sin embargo, hay algunas que siempre están con todos los ojos puestos en ellas: los días en los que los grandes bancos centrales se sientan a decidir el precio del dinero. Entender qué se decide en esas citas, cómo se preparan los mercados y qué implicaciones tienen para los tipos de interés y los diferenciales de crédito es fundamental para obtener los mejores resultados invirtiendo.
Un calendario de ocho reuniones que marca el compás del dinero
En Estados Unidos, la referencia es el FOMC. Si te preguntas FOMC qué es, la respuesta está al desglosar sus siglas: Comité Federal del Mercado Abierto. Este órgano de la Reserva Federal, formado por miembros de la Junta de Gobernadores y los presidentes de bancos regionales de la Fed; es el que decide la orientación de la política monetaria y dirigen las operaciones de mercado abierto.
Este se reúne ocho veces al año, donde se decide el tipo de interés que sirve de referencia al sistema financiero global. Sus reuniones, programadas con mucha antelación, se dan cada seis u ocho semanas. Son auténticos eventos mediáticos y de mercado: durante días, los analistas especulan si habrá subida, bajada o pausa, y sobre el matiz del comunicado que acompañará a la decisión.
En la zona euro, el equivalente lo juega el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo. El Consejo se reúne con frecuencia, pero las decisiones de tipos de interés se concentran en unas reuniones específicas, también espaciadas alrededor de cada seis semanas. Aquí se fijan los tipos oficiales y, a menudo, se presentan proyecciones macroeconómicas que reorientan las expectativas de inflación y crecimiento.
A estas dos grandes referencias se suman las otras autoridades monetarias de países desarrollados y emergentes, como el Banco de Inglaterra o el Banco de Japón, que han convergido hacia un esquema muy similar. Estos encuentros siguen siendo el mayor generador de sorpresa de política monetaria en los mercados, donde los discursos del presidente de la Fed tienen tanto o más peso como un comunicado del FOMC.
El resultado es que, aunque cada día hay datos, declaraciones y titulares, el ritmo de fondo del mercado lo marcan esas ocho reuniones: son los puntos donde se recalibran las expectativas de tipos y, con ellas, el precio de casi cualquier activo financiero.
Qué pasa realmente en esos días
En la práctica, la reunión empieza mucho antes de entrar en la sala. Semanas antes, los mercados de futuros sobre tipos ya especulan con ciertos escenarios. Esa “quiniela” se ajusta casi a diario, pero encuentra su desenlace en las fechas del FOMC o del BCE.
Por lo general, el día de la reunión sigue un guion estable. Primero, se publica la decisión de tipos a una hora concreta. Minutos después, se difunde el comunicado con la evaluación de la economía. Además, en algunas reuniones clave, se añaden proyecciones de inflación, crecimiento y tipos a futuro. Más tarde, el presidente del banco central da una rueda de prensa donde responde preguntas.
Muchas veces, los mercados no saltan por el movimiento de tipos, más bien por el tono del comunicado y de la rueda de prensa. Los estudios sobre ruedas de prensa del BCE, por ejemplo, muestran que las palabras del presidente pueden tener incluso más impacto en los precios de los activos que la propia decisión numérica sobre los tipos.
Además, el efecto no se limita al mismo día. Los mercados suelen reposicionar las carteras en torno a estas reuniones:
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Algunos gestores reducen riesgo justo antes, para no quedar atrapados en un giro inesperado.
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Otros buscan aprovechar la volatilidad típica de esos días, operando intradía en otros productos.
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Muchos inversores largoplacistas usan las reuniones para revisar sus hipótesis de base.
Lo relevante es entender que estas ocho citas no son solo decisiones técnicas de política monetaria; son momentos de coordinación de expectativas. Lo que diga el FOMC sobre cómo ve la inflación en los próximos trimestres, o lo que sugiera el BCE sobre cuánto tiempo mantendrá los tipos en cierto rango, influye en la prima de riesgo que exigen los inversores para comprar deuda pública, crédito corporativo o acciones de sectores cíclicos. Y esa prima de riesgo, al final, se traduce en el coste de financiación de empresas y hogares.
Cuando hablamos de bonos y crédito, la palabra clave es “diferencial” o spread. Si no sabes el spread qué es, se puede resumir en una frase: es la diferencia de rentabilidad entre dos activos de renta fija.
Las ocho reuniones al año de los bancos centrales influyen directamente en estos spreads de varias formas:
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A través de los tipos oficiales: una subida de tipos inesperada encarece la financiación a corto plazo, lo que puede tensar los diferenciales de crédito, sobre todo en emisores más débiles.
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Mediante las previsiones y la “guía futura”: aunque no se muevan los tipos, un mensaje que apunte a una política más dura durante más tiempo suele empujar al alza los rendimientos de los bonos más largos y puede reabrir la brecha entre deuda de mayor y menor calidad.
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Por el canal del riesgo macro: si el banco central muestra preocupación por el crecimiento o por la estabilidad financiera, el mercado tiende a penalizar los activos percibidos como más arriesgados, lo que también se refleja en los spreads.
En la renta variable, el impacto se ve en la valoración de los beneficios futuros. Unos tipos más altos implican una tasa de descuento mayor, lo que puede presionar a la baja las cotizaciones. Al mismo tiempo, si la reunión transmite que la inflación está controlada y que el ciclo es sólido, ciertos sectores pueden beneficiarse de una curva de tipos más empinada y de spreads más contenidos.
Para el inversor particular, todo esto se traduce en algo práctico: tener las fechas de las reuniones del FOMC, del BCE y de otros bancos centrales relevantes en el calendario, igual que se anotan resultados empresariales o vencimientos importantes. No se trata de convertir cada reunión en una apuesta táctica, más bien de entender que esos días pueden cambiar la narrativa de mercado durante semanas.
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