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Vuelve al origen: una taza de memoria en Chaparral

Vuelve al origen: una taza de memoria en Chaparral

Píe de foto: Tomada de internet.

En las lomas de Chaparral, Tolima, cuando el sol apenas despertaba y el rocío humedecía las hojas de café, la abuela Bárbara encendía el fogón. Sobre la callana de hierro tostaba los granos que ella misma había trillado en el pilón. El aroma, profundo y tibio, se mezclaba con las voces de los nietos corriendo entre cafetales. Luis Mauricio era uno de ellos. Aunque entonces no lo sabía, ese olor quedaría tatuado en su memoria.

Pasaron los años. Luis cambió la montaña por el traje, los juegos por reuniones y la finca por oficinas. Se convirtió en gerente financiero y recorrió despachos fríos de grandes ciudades. Pero algo le faltaba. Lo descubrió en un diplomado de turismo rural, cuando le hablaron del valor agregado de transformar la materia prima. Y ahí volvió todo: el pilón, la callana, el molino, la abuela.

Así nació Abuela Bárbara, un emprendimiento familiar con alma de tributo. No es solo café: es un relato tostado lentamente, una historia servida en taza. “Mi abuela tenía el punto exacto”, dice Luis Mauricio. “Cuando molíamos el café, alguno metía granos de más y tocaba desbaratar el molino. Pero ella nunca se enojaba. Solo nos enseñaba”.

Hoy, Luis viaja por el país compartiendo su conocimiento. Enseña métodos como el chemex, la prensa francesa o el V60, pero sobre todo repite un mensaje con firmeza: “La ganancia está en transformar el café, no solo en venderlo en grano”.

Cada vez que vuelve a su finca, entre montañas y cicatrices de la guerra, su abuela le habla en silencio. Él la escucha en el crepitar del fogón, en el humo que sube lento, y en cada sorbo que le recuerda por qué eligió volver.

Su regreso a la raíz no ha sido solo personal. Abuela Bárbara se ha convertido en un punto de encuentro para campesinos que, como Luis Mauricio, buscan resignificar su historia. En talleres y encuentros, él no solo habla de métodos de extracción, sino de dignidad. Les recuerda que detrás de cada grano hay generaciones de saberes, manos curtidas por la tierra, y memorias que merecen ser contadas.

Porque al final, Abuela Bárbara no es solo una marca, es un acto de resistencia. Es la decisión de un nieto que eligió contar su historia desde la tierra, en lugar de olvidarla entre cifras. Es la certeza de que el café colombiano no se mide solo por su sabor, sino por la memoria que lo acompaña. Y en cada taza, la abuela vuelve.

Historia adaptada de Radio Nacional de Colombia.

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