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La cocina de Juan Camacho, un arte con impacto social
El chef Juan Camacho durante su participación en el Ibagué Festival, donde ha sido invitado especial en los dos últimos años.
Por: Jhenifer Rodriguez
Lo que para muchos universitarios era un oficio tedioso que evitaban a toda costa, para Juan Camacho, quien siendo muy joven se fue del Tolima a estudiar ingeniería en Bogotá, era un momento de conexión y alegría.
Cocinar implicaba rememorar las calurosas tardes ibaguereñas preparando galletas o pasteles con su abuela paterna, sin imaginar que un día sería uno de los chefs más reconocidos del país. Gracias a la calidad y originalidad de su cocina se ha dado a conocer al mundo desde Cartagena de Indias, donde se radicó hace más de 20 años, cuando regresó de estudiar cocina en España.
La travesía comenzó en Ibagué
Juan Felipe, el menor de tres hermanos, apenas tenía 2 años y sus hermanos 4 y 6, cuando su padre falleció y a su madre le correspondió sacarlos adelante.
“Cuando yo tenía 7 años recuerdo que, mientras mi mamá estaba trabajando y mis hermanos mayores jugaban, yo cruzaba al apartamento de mi abuela, que quedaba enfrente del nuestro, porque me gustaba cocinar con ella”, contó con una alegría nostálgica.
Su padre había sido médico, y Juan heredó la disciplina de los galenos, el espíritu de sacrificio y la pasión de quien trabaja por una motivación más grande que el dinero. Pero pronto supo que no sería médico, y fue su hermano mayor quien eligió mantener vivo el legado familiar, estudiando medicina.
Un viaje que lo cambió todo
Juan suspendió sus estudios de ingeniería y se fue durante unos meses a vivir a Canadá para aprender inglés. Fue allí, estando solo, dónde entendió que para ser feliz debía aceptar que su verdadero amor no era la ingeniería, sino la cocina.
Así que retornó a Colombia solo para informar a su familia que no sería ingeniero, sino chef, y que se iría a España para estudiar en la Escuela Luis Irizar de cocina en la ciudad de San Sebastián.
Esto, por supuesto, generó un impacto en su familia, sobre todo en su mamá, que estaba costeando sus estudios de ingeniería. Pero al final, su familia —amorosa como siempre— lo apoyó incondicionalmente. Entonces, el futuro chef cruzó el mar a finales de la década de los noventa para formarse.
Aunque su familia tenía los recursos para apoyarlo en algunas cosas, él sabía que no podían darle todo. Por ello, al llegar a la Escuela Luis Irizar, lo primero que hizo fue pedir a sus profesores que lo ayudaran a buscar trabajo en un restaurante, porque de otro modo no podría quedarse.
Mientras sus compañeros se dedicaban solo a estudiar y disfrutar su juventud, Juan trabajaba día y noche, de domingo a domingo, pero lo que al principio parecía una desventaja se convirtió en su mayor fortaleza, porque ganó suficiente experiencia para posicionarse entre los mejores de la clase. Llegado el momento, tuvo el privilegio de elegir en qué restaurantes hacer sus pasantías.
Antes de retornar a Colombia en 2005,Juan ya había pasado por restaurantes de renombre internacional como Bodegón Alejandro, Arzak, Kukuarri, Larzabal, Kursaal y Zuberoa, entre otros. En 2006, cuando apenas comenzaba su carrera, recibió en Popayán el premio a ‘Chef Revelación’ como una muestra de lo que sería su intachable trayectoria profesional en el país.
Un emprendedor
Decidió radicarse en Cartagena, porque durante su estancia en San Sebastián, una ciudad costera de España, se había enamorado del mar. Consiguió los recursos con inversionistas y préstamos tanto familiares como bancarios, y abrió su primer restaurante. Pero, inicialmente, no lograba conseguir la calidad que quería en los insumos.
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“La calidad de los ingredientes es más del 70 % del éxito de un plato, por lo que decidí hacer un trabajo pedagógico con los proveedores. Les expliqué lo que necesitaba y les dije que si me conseguían esas características, yo siempre les iba a comprar”, recuerda Juan, quien además consolidó un equipo de trabajo con las capacidades idóneas. Entonces su nombre comenzó a resonar entre lo más granado de la sociedad colombiana.
Con el tiempo decidió emprender solo y abrió Don Juan, posteriormente pudo inaugurar otro restaurante. Se había casado, tenía dos hijos y había logrado acumular éxitos, al punto de ser elegido para cocinarle al príncipe —hoy Rey Carlos de Inglaterra— durante una visita a Colombia.
Camacho había cocinado para la crema y nata de este país y para turistas que llevaron su nombre más allá de las fronteras colombianas. Pero nada impidió que la pandemia lo hiciera quebrar, y terminó cerrando sus dos restaurantes y guardando en una bodega todo el mobiliario que ambientó sus mejores días.
Fue un golpe duro, porque la mayoría de su personal había estado con él desde sus inicios. Y es que la buena cocina requiere disciplina y constancia.
“Yo les dije que esto iba para largo. Los colegas decían que no, pero yo sabía que sí, y tenía deudas, así que le dije a mi personal, que era mejor anticiparnos y que en cuanto pudiera los iba a volver a llamar. Gracias a Dios logré cumplirles a la mayoría. Muchas de esas personas que estaban conmigo antes de la pandemia aún hoy trabajan conmigo”, contó el afamado chef.
Pandemia
Durante la pandemia, Juan, junto con otras personas, creó una iniciativa que llamaron La Caja Mágica, en la que, quienes estaban un poco mejor económicamente, donaban 4.000 pesos para que ellos prepararan cajas de almuerzos, que luego eran entregadas a la Arquidiócesis de Cartagena para distribuirlas entre niños, niñas y adultos mayores de escasos recursos: "2000 pesos costaba hacer la Caja Mágica y los otros 2.000 se destinaban a sostener el trabajo de los 5 empleados que estuvieron conmigo durante pandemia" contó Juan Felipe, quien con su equipo de trabajo, logró producir más de 100 mil Cajas Mágicas.
Y es que su cocina, también está atravesada por su conciencia social: no compra en supermercados de cadena donde las verduras son maduradas artificialmente, sino en las plazas de mercado, donde es más seguro encontrar productos de los agricultores locales. Por eso, cuando viene a Ibagué, visita las plazas de La 14 y La 21.
En Cartagena, a través de un proyecto social, logró incentivar la consolidación de una red de mujeres productoras, a quienes les compra sus verduras, asegurándose no sólo de favorecer las economías locales, sino de disminuir el impacto ambiental de su negocio.
Actualmente su hijo mayor estudia para ser médico como lo fue su abuelo y su tío, algo que ha enorgullecido profundamente a Juan Felipe, el segundo, que aun es un adelecente, es quien parece mirar con entusiasmo la cocina. Aunque prefiere no apresurar la decisión de su hijo, le enseña con esmero los trucos de los cocineros, por si algún día él elige este camino.
A Juan, su éxito, su compromiso social y su origen tolimense, le han valido ser, durante los dos últimos años, el chef invitado al Ibagué Festival. “Es muy bonito volver a Ibagué, yo amo el Tolima”, expresó el afamado chef, quien ha dejado en alto el nombre del departamento, no solo por la excelencia de su cocina, sino también por la generosidad de su corazón.
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