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Un llamado urgente a abrir los ojos, tolimenses e ibaguereños

Un llamado urgente a abrir los ojos, tolimenses e ibaguereños

Por Renzo García

*Exdiputado-Excandidato Alcaldía de Ibagué


En medio de las procesiones, los silencios y las oraciones, deberíamos preguntarnos si nuestra fe está viva o dormida, si seguimos el ejemplo de Jesús con acciones concretas o si lo traicionamos cada día con indiferencia y conformismo.

La liturgia y la memoria del sacrificio de Jesús, inevitablemente interpelan nuestras conciencias. Sin embargo, al retornar al pulso cotidiano de nuestras calles, la persistencia de la miseria, la injusticia lacerante, el hambre silente, la apatía que adormece y la corrupción que gangrena nos asaltan con una pregunta punzante: ¿de qué auténtico valor son nuestras plegarias, si no se traducen en acciones transformadoras?

Resulta indignante ver cómo algunos políticos se escudan en una falsa religiosidad para cautivar incautos y encubrir sus actos corruptos. Esa misma hipocresía los lleva a exigir “tajadas” a los contratistas del Estado, como si fueran dueños de sus vidas. Conozco a muchos amigos talentosos que, por necesidad, aceptan esos contratos amañados. Saben que se trata de un delito, pero prefieren llevar algo a sus hogares antes que quedarse sin nada, aunque eso les arranque parte de su dignidad. ¿Dónde queda entonces la tan pregonada vocación de servicio, el espíritu de solidaridad que constituye la médula del cristianismo? En manos oscuras, la política se ha transformado en un negocio despiadado.

Por ello, es moralmente inaceptable seguir depositando nuestra confianza en gobernantes que ven la administración pública como un botín personal. Aquellos que distribuyen cargos por intereses politiqueros y electoreros, ignorando de manera flagrante el bienestar colectivo y la dignidad de nuestras comunidades, no merecen nuestro respaldo.

En el Tolima y en Ibagué, algunos políticos han olvidado que están para servirnos, no para servirse de nosotros. Prometen mucho, pero roban, compran votos y perpetúan la pobreza para que la gente dependa de ellos. Y no, no aceptemos que “así es la vida”. No tiene por qué ser así.

Debemos despertar, exigir honestidad y transparencia, y velar porque quienes nos gobiernan realmente se ocupen del bien común. La política debería ser la ciencia del ejemplo, el arte de hacer las cosas bien, una lucha disciplinada por el bienestar colectivo, no una vía para que unos pocos se enriquezcan a costa de los demás.

Como bien lo expresa el Papa Francisco, la fe verdadera nos impulsa a transformar lo que está mal. No podemos quedarnos callados mientras la corrupción corroe nuestras instituciones y nuestras vidas. La política debe estar al servicio de todos, no de unos cuantos. Es hora de abrir los ojos y gritar ¡NO MÁS! a la corrupción, al clientelismo y a la desvergüenza de los clanes politiqueros que solo piensan en sus propios intereses, no en el bienestar del pueblo tolimense e ibaguereño.

¿Cómo hablar de amor al prójimo cuando vemos a nuestros hermanos mendigando lo que les pertenece? ¿No advertimos que, por la falta de planeación, se nos escapa el progreso? ¿No sentimos cómo la escasez de agua nos enferma y nos quita calidad de vida? ¿No vemos cómo los huecos en las vías impiden que Ibagué crezca como ciudad para el comercio y el turismo? La improvisación y el reparto de cargos por favores políticos solo nos traen frustración y nos arrebatan la esperanza.

Invito a todos —jóvenes, adultos mayores, trabajadores, empresarios honestos, mujeres, a toda la sociedad— a despertar. No permitamos que la corrupción nos robe la esperanza. Alcemos la voz con valentía, unámonos, exijamos cuentas claras y demandemos que quienes nos gobiernan trabajen con integridad y compromiso.

Que esta Semana Santa no sea solo un tiempo para recordar, sino una oportunidad para renovar nuestro compromiso con la verdad, la justicia y el amor al prójimo. Que el sufrimiento de Jesús nos inspire no solo a contemplar, sino a actuar.

Porque solo cuando nuestra fe se convierte en servicio y en lucha por el bien común, podremos hablar de una verdadera resurrección de la esperanza para el Tolima y para Ibagué.

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