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El Servicio Social Obligatorio, un ataque a la autodeterminación del profesional de la salud

El Servicio Social Obligatorio, un ataque a la autodeterminación del profesional de la salud

Por Elí Darío Zuleta

*Médico Cirujano.


Este proceso no es un rito de iniciación ni un logro; es, para muchos, el inicio de una pesadilla. Es la coacción ejercida por un Estado que, en su "divina providencia", decide coartar la libertad del profesional para ejercer su vocación, decidiendo por él cuándo y dónde iniciará su vida laboral.

Esta obligatoriedad imposibilita la libre práctica de la profesión y somete a los jóvenes a un sorteo donde el único "beneficio" real es la exoneración, mientras que el perjuicio implica ser asignado a una plaza indeseada o, peor aún, ser eximido sin plaza, quedando en un limbo profesional que trunca su capacidad de trabajar hasta el próximo ciclo de sorteo. Sin duda esto no es más que: ¡Una desfachatez administrativa!

Este proceso es percibido por sus participantes como un ataque directo, un chantaje emanado nada más y nada menos que desde el Ministerio de Salud, el cual exige a cada profesional casi con pistola en mano la realización del año rural. La premisa es clara y categórica: “Si eres profesional de la salud, nos debes.” Sin importar si provienes de una universidad privada o pública, la deuda impuesta es la misma.

Pero, ¿quién inventó esta camisa de fuerza que coarta los sueños de los jóvenes profesionales?

La iniciativa surgió en 1949 con el Dr. Jorge Gómez y fue implementada por el presidente Mariano Ospina Pérez durante los años más álgidos de "La Violencia", con el objetivo de mitigar la falta de servicios médicos en las zonas olvidadas del país. Con el tiempo, este "buen gesto" se perfeccionó hasta llegar a la Ley 50 de 1981, promovida, curiosamente, por un idealista que buscaba la dignidad humana: el Dr. Héctor Abad Gómez.

Abad promovió el Servicio Social Obligatorio bajo la premisa de que el servicio no era un castigo, sino parte del aprendizaje ético y social. Hoy, esta visión sienta discretamente las bases para los padecimientos que sufre el profesional por parte del sistema y el paciente. Su idea de una vocación médica con compromiso social degeneró la práctica profesional a esa nefasta frase que hoy se usa para justificar la explotación: "Es que usted no tiene vocación, usted carece de humanidad."

La ética médica, el humanismo y la vocación no se construyen bajo la base de un servicio obligatorio. Al contrario, la imposición atrofia el objetivo humanista. Los servicios se hacen de manera voluntaria, no bajo amenaza de no poder ejercer. Nadie cree firmemente en un proyecto social y benéfico si se le obliga a participar, y mucho menos cuando los riesgos físicos, económicos y emocionales están latentes.

El Servicio Social Obligatorio para los profesionales de la salud es tan nefasto como el servicio militar. Obligar a nuestros jóvenes a ejercer un compromiso que no pidieron y que muchos no están dispuestos a hacer es una violación flagrante a la autodeterminación personal y profesional. Puesto que la vocación se deteriora cuando se coarta la libertad.

Servir obligatoriamente a la patria, a menudo en regiones olvidadas y de alto riesgo, es implícitamente una sentencia a muerte, cargada de retos que sencillamente nadie está obligado a vivir.

No es justo para un recién graduado y su familia tener que despedirse para satisfacer el idealismo de una política de hace más de setenta años. Hay familias quebradas que invirtieron sus ahorros y se endeudan para financiar la carrera (incluso en pública ya que la matricula 0 no cubre los gastos asociados al estudiar una carrera), con la esperanza de ver a sus hijos trabajando y facturando para en cierta manera ver beneficios de lo invertido.

El Estado les frena esa posibilidad, y lo que es peor, los expone a riesgos. Así como una madre se despide al mandar a su hijo a la guerra, una madre despide al profesional de la salud, pues ser asignado a un "área roja" acorta las posibilidades de un regreso seguro.

El SSO no respeta proyectos de vida; los trunca. Para muestra, los profesionales de enfermería que iniciaron como auxiliares y que, a punta de trasnochos y turnos extras, pagaron peso a peso su título, se ven ahora ultrajados por una ley, que les exige el pago de una deuda. Desconociendo el Estado de esta manera el esfuerzo y las lágrimas de estos profesionales que a pulso y sin ayuda estatal lograron un título con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida.

Esta no es una cuestión de falta de humanidad, pues la vocación de servicio es intrínseca en quien elige la salud como un proyecto de vida. Es una falta de sentido común al priorizar el idealismo de unos pocos por encima del bienestar de la colectividad. El Servicio Social Obligatorio no es servicio; es una sentencia que condena al joven profesional a pagar una deuda que nunca contrajo, sacrificando su futuro en el altar de un idealismo obsoleto. ¿Hasta cuándo seguiremos coartando la libertad de quienes están llamados a salvar vidas?

A los que ya se censaron en el SSO les deseo buen viento y buena mar, que sean exonerados o que tengan la fortuna de estar en una buena plaza en un centro urbano cerca del calor de sus familias.

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