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De los argumentos a la indecencia

De los argumentos a la indecencia

Por Carlos Alberto Estefan Upegui

*Exgobernador del Tolima


Pasar de los argumentos a la indecencia es deplorable y demuestra el alto grado de provocación e irritabilidad a la que ha llegado la política en este país.

No porque a diario a unos y a otros pueda parecerles normal o se hayan convertido en expresiones de uso coloquial, las palabras soeces han dejado de ser indecentes y vulgares; lo cual desdice mucho de quién las utilice. Comúnmente son la «credencial» de acceso a conversaciones entre personas de bajas costumbres, no de alto nivel y riqueza de vocabulario, salvo en casos extremos cuando el irrespeto y las ofensas de la contraparte llegan a ser de tal magnitud y persistencia que sofocan y llegan al tope, hasta conseguir que la paciencia y el lenguaje se agote y se deteriore. Como dice el refrán: «Golpean al lobo hasta que muerde y luego dicen que es malo…».

No obstante, si se hace en público el mal ejemplo cunde e implícitamente autoriza al común de la gente a proceder de igual forma. Además, por ser este un país donde emplearlas con frecuencia representa una conducta psicosocial agravada por carencias en la educación familiar y escolar.

Incluso, aquí hay quienes le celebran a un niño cuando dice groserías. Igualmente, los chistes no tiene gracia si no se narran con un “madrazo” incluido. 

Hasta se habla de predisposición a decir malas palabras y cuando se vuelven costumbre, es difícil controlarlas porque emergen casi sin darse cuenta.

Obvio, que los españoles y mexicanos no se quedan atrás. Poseen un léxico que forma parte de su razón cultural, “son groseros por naturaleza”. Utilizan expresiones, de esas mismas que universalmente incomodan y ofenden, mientras a quienes las pronuncian pareciera no importarles. 

Por su parte, los jóvenes en Colombia también han resuelto acuñar algunas de esas groserías como propias, además de otras expresiones que distorsionan el lenguaje como… "parce"(amigo), "paila" (cuando algo está mal); o le cambian el significado a otras para hacerlas de uso cotidiano como sucede con el término “gonorrea”... para expresar desagrado, cuando su verdadero significado según el diccionario es: infección de transmisión sexual... Pero una cosa es pertenecer a la época de los Baby boomers, Millennials, o Z, descritas por los investigadores para clasificar el comportamiento generacional desde la posguerra hasta la actualidad y otra, muy distinta, es no importarnos que el lenguaje se haya deteriorado con el paso de los años. 

Tampoco vamos a decir que solo es un problema de jóvenes, porque así mismo hay viejos mal hablados. También hay familias donde el conflicto y la agresión verbal y física son su ambiente natural. Simplemente, “somos así”, es su excusa. Y ni qué decir del lenguaje de muchos maestros al dictar clase o dirigirse a sus estudiantes.  Pueden poseer un conocimiento enciclopédico muy amplio y profundo y una base léxica suficiente para expresarse, pero el que se crio grosero, grosero se quedó.

Al fin de cuentas, cansa escuchar tanta vulgaridad y ramplonería pudiéndose hablar decentemente, e intentar una buena forma de hacerlo para contribuir a crear unas condiciones, amables y de sana convivencia.

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