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Aracely Ángel: Tejiendo oportunidades
Aracely Ángel, participante de los procesos formativos de la Casa de la Mujer.
Aracely Ángel dedica sus tardes a una labor que con el tiempo, se ha convertido en parte fundamental de su vida: tejer. Con paciencia y precisión, combina hilos gruesos de trapillo para dar forma a bolsos y mochilas que ya han llegado a distintos lugares del país.
“Aprendí con la aguja a tejer el trapillo y estoy haciendo bolsos para tener un emprendimiento a futuro”, comenta. Su constancia le ha permitido elaborar varias piezas, algunas de ellas vendidas incluso fuera de la ciudad, lo que representa un paso importante en su propósito de independencia económica.
Desde el año pasado, Aracely participa en los procesos formativos de la Casa de la Mujer, donde ha realizado tres cursos: aguja mágica, amigurumi y trapillo. Este último —explica— es su favorito por la versatilidad del material y la posibilidad de aplicar distintas puntadas que dan forma y textura a cada diseño.
Más allá del aprendizaje técnico, la experiencia ha significado para ella un cambio en su rutina diaria y una oportunidad para fortalecer su bienestar emocional. “Estos espacios son una terapia. Permiten salir de la casa, compartir con otras personas y recordar lo que es estudiar y aprender algo nuevo”, señala.
El tejido, además, se convirtió en una herramienta para sobrellevar momentos difíciles. “Cuando uno teje, se concentra y se le va quitando el estrés, los problemas. En mi caso, me ayudó incluso a superar un duelo”.
Hoy, el oficio que comenzó como una actividad formativa es también una fuente de ingreso. Aracely vende los bolsos que elabora y calcula cuidadosamente su valor, teniendo en cuenta el material, el tiempo de trabajo y los detalles de cada pieza. “Hay que valorar el esfuerzo y el proceso que hay detrás de cada producto”.
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