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Washington no necesita sabios

Washington no necesita sabios

Por Guillermo Pérez Flórez

*Abogado-periodista

Harvard es la universidad más antigua de los Estados Unidos. Fundada en 1636, es también una de las más prestigiosas del mundo. De sus claustros han salido 44 premios Nobel en disciplinas tan diversas como medicina, química, física, economía, literatura y paz, además de ocho presidentes de ese país y de otras naciones. Eso da una idea aproximada de su significado.

 Esta universidad viene siendo objeto de un ataque demoledor por parte de la administración Trump, que podría incluso conducirla al cierre. Le han congelado y recortado fondos federales por 2.700 millones de dólares, y el jueves pasado se le prohibió recibir estudiantes extranjeros, que representan el 27 % de su alumnado.

En ese campus estudian 6.800 personas procedentes de 140 países. Tal decisión es prueba reina de la deriva autoritaria y xenófoba que ha tomado ese gobierno. El pretexto es delirante: la Casa Blanca afirma que la dirección de Harvard facilita y participa en “actividades coordinadas con el Partido Comunista Chino, incluyendo el entrenamiento de miembros de un grupo paramilitar cómplice del genocidio uigur”. La acusan, además, de fomentar la violencia, el antisemitismo y de ¡patrocinar el terrorismo!

La causa real es que las directivas de Harvard se han negado a suministrar información sobre sus estudiantes y profesores extranjeros, considerados por Trump enemigos potenciales de Estados Unidos. Confiemos en que esta irracional medida sea corregida por la justicia de ese país, ante la cual ya se han presentado acciones. Esperemos a ver.

Las universidades han estado en la mira de Trump desde el inicio de su segundo mandato. Sus ataques se han dirigido también contra la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde centenares de sus estudiantes instalaron campamentos para condenar la masacre en Palestina cometida por Israel, lo cual fue tachado de antisemitismo. Inmediatamente, Trump retiró 400 millones de dólares en subvenciones y contratos, y condiciona futuras transferencias a la contratación de agentes de seguridad en el campus y a la supervisión externa de sus programas de estudios palestinos.

La pregunta lógica es: ¿por qué todos los autócratas, sin importar su ideología, odian a los intelectuales y a las universidades? Viene a mi mente la infausta frase atribuida al pacificador Pablo Morillo, cuando las damas santafereñas intercedían por el sabio Caldas para que no lo fusilara: “España no necesita sabios”. Y también aquella del general falangista Millán Astray, el 12 de octubre de 1936, en la Universidad de Salamanca, mientras hablaba el filósofo Miguel de Unamuno: “¡Muera la inteligencia…! ¡Viva la muerte!”.

Los autócratas odian a los intelectuales y a las universidades porque son fábricas de ideas, y las ideas preceden las grandes transformaciones. Silenciar las universidades, mediante el uso de la fuerza, la asfixia económica o la cooptación burocrática, siempre será uno de sus propósitos.

Ahora bien, no crean que esta persecución universitaria es un hecho aislado. Es otro capítulo de un libreto más amplio. Trump ha intervenido los museos de la red Smithsonian en Washington —incluso el zoológico— con un decreto titulado “Restaurando la verdad y la cordura en la historia de Estados Unidos”, que ordena emprender una limpieza de “ideología inapropiada, divisiva o antiestadounidense”. Quiere que las instituciones culturales dejen de ser “lugares de adoctrinamiento ideológico”. Pretende ganar la batalla cultural e imponer una línea de pensamiento basada en la supremacía blanca.

Por coincidencia, el próximo miércoles, en la Librería Pérgamo, sostendré una conversación con Alfonso Reyes, ex rector de la Universidad de Ibagué, sobre la “Universidad Necesaria” como propuesta para entender la crisis de la democracia.

Las universidades son —deben ser— centros de pensamiento, laboratorios donde se investiga, se debate, se cuestiona el orden y se conciben órdenes nuevos. Nada más triste que universidades anestesiadas o burocratizadas, dedicadas a formatear mentes.

 La revolución digital está planteando retos inéditos a la sociedad que obligan a repensar la universidad. Hoy, el problema ya no es poder ingresar a una universidad, sino qué hacer al salir de ella. La propuesta es, pues, una iniciativa de interés nacional.

Vuelvo a Estados Unidos. Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional, tras anunciar la revocatoria del permiso a Harvard para recibir estudiantes extranjeros, declaró: “Que esto sirva de advertencia a todas las universidades e instituciones académicas del país”. Están notificados. Washington no necesita sabios, y menos si son inmigrantes.

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